¡Campanadas!


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PASEO ABAJO/Juan Torrijos

Torrijos Irán cayendo, primero las cuarto que marcan la hora, y a continuación las doce que dan paso a un nuevo taco de almanaque. Y tras conseguir que las doce uvas desaparezcan (con sus pepitas o sin ellas), que lo hagan bien. Momento de besar a las personas que tienes alrededor y desearles que tengan un feliz año nuevo. ¿Recuerda con las personas que estaba hace un año haciendo lo mismo? ¿Qué ha sido de ellas a lo largo del que hoy acaba? ¿Ha compartido con ellas algunos de esos momentos de felicidad deseados? O solo fue un deseo para olvidar minutos después.

Es el gran drama de nuestras vidas. Los momentos se viven, se pasan y, tristemente, se olvidan. Es lo que nos ha impuesto este ritmo frenético en el que andamos metidos. Dice que somos una sociedad que ha ido perdiendo los valores, más bien que hemos dejado de darles la importancia que tenían y que nos enseñaban en casa.

Dentro de unas horas nos vamos a reunir de nuevo, volverán las campanadas, las cuatro de la hora y las doce que despide el 24 y nos abre la puerta del 25, nos comeremos las uvas, más bien nos tragaremos las doce de protocolo, cada vez con menos semillas, y volverán los besos y abrazos y el deseo de que este año sea el que nos traiga la felicidad no lograda en el último. O que nos quedemos como estamos, si es que el 24 no ha sido del todo malo. Y no lo ha debido ser si aún está vivo y tiene esperanzas.

Hablando de esperanzas, no es fácil conservarlas. Si miramos lo que ha sido el año que acaba, algunos de los palos que guardan nuestras cabezas, o eso creíamos, se han ido cayendo uno tras otro. La Iglesia no está pasando por su mejor momento. Hay voces dentro de ella que empiezan a no reconocer a Francisco como Papa. Las guerras siguen empeñadas en seguir segando vidas de todos los colores, de todas las ideologías. Los dictadores siguen teniendo cantores que alaban sus comportamientos. Otros políticos que hasta ayer se decían demócratas los imitan, y las sociedades los siguen apoyando. Se va acotando la libertad del individuo, y da la impresión que nos vamos acostumbrando. Nos mienten, nos roban, nos engañan, y tras la pasividad en sus trabajos, llega la Dana, llamada antes gota fría, y se llevaba la vida de más de doscientos personas, y surgió algo entre la gente de la calle, y que no se olvida: la solidaridad. Pero de la tragedia nadie se hace responsable, nadie paga por ello, los políticos se defienden, como hicieron durante la pandemia. Nadie dimite.

En unas horas caerán de nuevo los segundos que nos separan del nuevo. ¿Creen ustedes que hay que seguir manteniendo la esperanza en el año que va a nacer, en ese 2025 que todos vamos a celebrar con cava y abrazos? Si tiene esa esperanza, grítelo fuerte. Salga al balcón, a la ventana, y grítelo muy fuerte, que sepan que, con todo lo que ha ocurrido en el año 24, aún hay voces para la esperanza. No sé cuántas, pero las hay.