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CLEMENTE FLORES
(El cambio climático como coartada y subterfugio de las responsabilidades no asumidas).
Valencia se fundó junto a un río sobre unos campos con abundante suelo formado durante miles de años por la interacción de las lluvias y del mar y donde durante siglos, se fue amasando una cultura más cambiante y voluble que el propio clima.
Hace poco más de quince días, un día después de las riadas, escribí en este diario digital que en España había comenzado a llover mierda y no me equivoqué mucho. El olor a rayos que apareció era el preludio que anunciaba la irrupción de la sombra desatada de Caín presente en todos los cenáculos y comparecencias de nuestros políticos, mientras el dolor y la rabia del pueblo se acrecentaba según crecía la lista de los muertos. Más de doscientos y unos cuantos desaparecidos son el triste bagaje que nos acompañará para siempre. Muchos miles de familias se han quedado en un solo día sin una casa habitable y muchas de ellas a día de hoy no pueden permanecer agrupadas en convivencia. Más de 100.000 vehículos han pasado a formar parte de un inmenso desguace esparcido por unos cuantos kilómetros al sur de Valencia. Muchos negocios familiares se han perdido y la mayor parte de ellos no podrán volver a funcionar tras la catástrofe. No hay sector económico, comercio, industria, transportes, agricultura, etc., que no haya sufrido grandes pérdidas. Muchos jóvenes de toda España, sin distinción de cultura nivel económico o ideología política, han acudido a Valencia para ayudar en los momentos más duros, “en lo que sea”, y han podido constatar que, tras el horror de la catástrofe, lo más doloroso era la atrofia administrativa para la organización de las ayudas. Militares, bomberos, policías etc., a título personal, han acudido con la voluntad de dar lo mejor de sí.
Nuestro país ha sufrido una herida que dejará muchas secuelas y de la que tardará mucho en curarse. Las pérdidas materiales, y sobre todo humanas, pesan mucho y no hay relato posible para superar o mitigar el dolor y la muerte de tantos seres queridos, algunos de cuyos cadáveres jamás serán recuperados.
EL ANÁLISIS. LA CONSTRUCCIÓN DEL RELATO
Antes de que llegara el ejército al lugar de los hechos ya habían aparecido los analistas cualificados. Son en su mayoría, como la ministra Ribera, componentes del movimiento “La nueva cultura del agua” que se organizaron con el gobierno de Zapatero hace casi un cuarto de siglo y de los cuales he escrito en otras ocasiones. Practican en grupo la estrategia de las vaguedades y me llamó la atención la velocidad con que saltaron al ruedo como peones al quite.
Cuando nadie tenía idea exacta de los caudales que, junto a los miles de toneladas de lodo, habían recorrido los barrancos valencianos, dos días después, solo dos días después, nos llegaban varias informaciones con conclusiones de plataformas, estudios, investigadores de universidades y trabajos de algunas plataformas relacionando la DANA con el cambio climático. Alguna de ellas sólo decía que ”hay un amplio consenso a la hora de vincular esta DANA concreta con el cambio climático, aunque es cierto que son necesarios estudios complejos de atribución para afirmarlo con todo rigor”. Otra nota que me llegó decía quela World Weather Atributión había comunicado a Associated Press que la explicación más probable era el cambio climático. Otro conocido “profesor y escritor” español dos días después predicaba que la Dana “no era una catástrofe natural”. La guinda a la serie de informaciones similares que fueron apareciendo en los días siguientes la puso el mismísimo presidente del Gobierno al declarar solemnemente en la cumbre del clima, COP 29, en Bakú que “la catástrofe de Valencia es culpa del cambio climático”. Al día siguiente, está en las hemerotecas, el periódico de mayor tirada nacional lo repetía al menos en tres artículos distintos. ¡Lo dijo Blas, punto redondo! Que el clima es cambiante es una verdad de Perogrullo que nadie puede negar. Lo difícil es conocer las causas y los ritmos y tiempos del cambio. Hubo un tiempo en que el Mediterráneo se secó y otro en que se formaron los yesos de Sorbas o los mármoles de Macael en el fondo del mar. Hoy tenemos la certeza de que gran parte de lo que nos cuentan del cambio climático es pura invención interesada que poco o nada tiene que ver con las DANAS. ¿Acaso La Albufera de Valencia no es una bahía ganada al mar a base de aterramientos seculares?
Volvamos a la dichosa DANA del 29 de octubre y citaremos sólo un par de libros.
Antonio José Cavanilles (1745-1804) fue un sacerdote enciclopedista seguidor de Linneo que fue cofundador de la revista Anales de Ciencias Naturales.
En su libro “Observaciones sobre la Historia Natural Geografía agricultura y población y frutos del reino de Valencia” dice del barranco del Poyo: “Su profundo y ancho cauce siempre está seco, salvo en las avenidas, cuando recibe tantas aguas y corre tan furiosamente que destruye cuanto encuentra. En 1775 causó muchísimas desgracias en Chiva sorprendiendo a medianoche a sus vecinos; asoló un número considerable de edificios esparciendo por más de dos leguas los tristes despojos y los cadáveres de los pobres que no pudieron evitar la muerte”.
Teresa Ribera y la troupe de la nueva cultura del agua no debieron leer a Cavanilles o quizás pensaron que no hacía falta después de crear un Ministerio de Transición Ecológica dedicado, entre otras cosas que seguramente no conocemos, a demoler presas. (Los vecinos de Gudar-Javalambre habían convocado una serie de actos en Teruel para presentar estudios y argumentos que demuestran que la demolición anunciada del embalse de los Toranes y su presa está totalmente injustificada y es contraria a los intereses de la comarca de la España vaciada en la que se encuentra).
Tampoco la vicepresidenta y su troupe deben haberse enterado de que las DANAS (antes gotas frías) produjeron antes del cambio climático, periódicamente, otras inundaciones, como la riada de Valencia de 1957 que motivó la desviación del Turia o la que destruyó la presa de Tous en 1982. (Desde 1321 hay datados 22 episodios similares al del 29 de octubre último).
¿Qué está pretendiendo el Gobierno de la nación relacionando los muertos con el cambio climático? ¡Piénsalo, lector!
En dos entregas siguientes vamos a tratar el tema de las alarmas, los avisos y las causas que han originado tantas desgracias, así como inevitablemente del Estado Fallido.
Valencia se fundó junto a un río sobre unos campos con abundante suelo formado durante miles de años por la interacción de las lluvias y del mar y donde durante siglos, se fue amasando una cultura más cambiante y voluble que el propio clima.
Hace poco más de quince días, un día después de las riadas, escribí en este diario digital que en España había comenzado a llover mierda y no me equivoqué mucho. El olor a rayos que apareció era el preludio que anunciaba la irrupción de la sombra desatada de Caín presente en todos los cenáculos y comparecencias de nuestros políticos, mientras el dolor y la rabia del pueblo se acrecentaba según crecía la lista de los muertos. Más de doscientos y unos cuantos desaparecidos son el triste bagaje que nos acompañará para siempre. Muchos miles de familias se han quedado en un solo día sin una casa habitable y muchas de ellas a día de hoy no pueden permanecer agrupadas en convivencia. Más de 100.000 vehículos han pasado a formar parte de un inmenso desguace esparcido por unos cuantos kilómetros al sur de Valencia. Muchos negocios familiares se han perdido y la mayor parte de ellos no podrán volver a funcionar tras la catástrofe. No hay sector económico, comercio, industria, transportes, agricultura, etc., que no haya sufrido grandes pérdidas. Muchos jóvenes de toda España, sin distinción de cultura nivel económico o ideología política, han acudido a Valencia para ayudar en los momentos más duros, “en lo que sea”, y han podido constatar que, tras el horror de la catástrofe, lo más doloroso era la atrofia administrativa para la organización de las ayudas. Militares, bomberos, policías etc., a título personal, han acudido con la voluntad de dar lo mejor de sí.
Nuestro país ha sufrido una herida que dejará muchas secuelas y de la que tardará mucho en curarse. Las pérdidas materiales, y sobre todo humanas, pesan mucho y no hay relato posible para superar o mitigar el dolor y la muerte de tantos seres queridos, algunos de cuyos cadáveres jamás serán recuperados.
EL ANÁLISIS. LA CONSTRUCCIÓN DEL RELATO
Antes de que llegara el ejército al lugar de los hechos ya habían aparecido los analistas cualificados. Son en su mayoría, como la ministra Ribera, componentes del movimiento “La nueva cultura del agua” que se organizaron con el gobierno de Zapatero hace casi un cuarto de siglo y de los cuales he escrito en otras ocasiones. Practican en grupo la estrategia de las vaguedades y me llamó la atención la velocidad con que saltaron al ruedo como peones al quite.
Cuando nadie tenía idea exacta de los caudales que, junto a los miles de toneladas de lodo, habían recorrido los barrancos valencianos, dos días después, solo dos días después, nos llegaban varias informaciones con conclusiones de plataformas, estudios, investigadores de universidades y trabajos de algunas plataformas relacionando la DANA con el cambio climático. Alguna de ellas sólo decía que ”hay un amplio consenso a la hora de vincular esta DANA concreta con el cambio climático, aunque es cierto que son necesarios estudios complejos de atribución para afirmarlo con todo rigor”. Otra nota que me llegó decía quela World Weather Atributión había comunicado a Associated Press que la explicación más probable era el cambio climático. Otro conocido “profesor y escritor” español dos días después predicaba que la Dana “no era una catástrofe natural”. La guinda a la serie de informaciones similares que fueron apareciendo en los días siguientes la puso el mismísimo presidente del Gobierno al declarar solemnemente en la cumbre del clima, COP 29, en Bakú que “la catástrofe de Valencia es culpa del cambio climático”. Al día siguiente, está en las hemerotecas, el periódico de mayor tirada nacional lo repetía al menos en tres artículos distintos. ¡Lo dijo Blas, punto redondo! Que el clima es cambiante es una verdad de Perogrullo que nadie puede negar. Lo difícil es conocer las causas y los ritmos y tiempos del cambio. Hubo un tiempo en que el Mediterráneo se secó y otro en que se formaron los yesos de Sorbas o los mármoles de Macael en el fondo del mar. Hoy tenemos la certeza de que gran parte de lo que nos cuentan del cambio climático es pura invención interesada que poco o nada tiene que ver con las DANAS. ¿Acaso La Albufera de Valencia no es una bahía ganada al mar a base de aterramientos seculares?
Volvamos a la dichosa DANA del 29 de octubre y citaremos sólo un par de libros.
Antonio José Cavanilles (1745-1804) fue un sacerdote enciclopedista seguidor de Linneo que fue cofundador de la revista Anales de Ciencias Naturales.
En su libro “Observaciones sobre la Historia Natural Geografía agricultura y población y frutos del reino de Valencia” dice del barranco del Poyo: “Su profundo y ancho cauce siempre está seco, salvo en las avenidas, cuando recibe tantas aguas y corre tan furiosamente que destruye cuanto encuentra. En 1775 causó muchísimas desgracias en Chiva sorprendiendo a medianoche a sus vecinos; asoló un número considerable de edificios esparciendo por más de dos leguas los tristes despojos y los cadáveres de los pobres que no pudieron evitar la muerte”.
Teresa Ribera y la troupe de la nueva cultura del agua no debieron leer a Cavanilles o quizás pensaron que no hacía falta después de crear un Ministerio de Transición Ecológica dedicado, entre otras cosas que seguramente no conocemos, a demoler presas. (Los vecinos de Gudar-Javalambre habían convocado una serie de actos en Teruel para presentar estudios y argumentos que demuestran que la demolición anunciada del embalse de los Toranes y su presa está totalmente injustificada y es contraria a los intereses de la comarca de la España vaciada en la que se encuentra).
Tampoco la vicepresidenta y su troupe deben haberse enterado de que las DANAS (antes gotas frías) produjeron antes del cambio climático, periódicamente, otras inundaciones, como la riada de Valencia de 1957 que motivó la desviación del Turia o la que destruyó la presa de Tous en 1982. (Desde 1321 hay datados 22 episodios similares al del 29 de octubre último).
¿Qué está pretendiendo el Gobierno de la nación relacionando los muertos con el cambio climático? ¡Piénsalo, lector!
En dos entregas siguientes vamos a tratar el tema de las alarmas, los avisos y las causas que han originado tantas desgracias, así como inevitablemente del Estado Fallido.