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PASEO ABAJO/Juan Torrijos
El lunes, los almerienses del Poniente se acostaron asustados. El granizo de hace unas semanas en El Ejido, que ha dejado una deuda de doscientos millones de euros, se recordaba en otros municipios limítrofes donde el plástico de los invernaderos es parte de su economía. El agua volvía a ser protagonista y se la veía correr por ramblas en Vícar, Balanegra, La Mojonera, Roquetas. Lo hacía con fiereza, con esa fuerza que nos ofrece la gota fría por estos barrios, pero sin llegar a que la desgracia se cerniera sobre las vidas humanas.
El martes fue un día tranquilo. Se anunciaba que la noche del martes podía tener consecuencias en el Levante y puntos del Andarax. Un despertar tranquilo, la lluvia nos ha dejado la noche para descansar y dormir. La mañana nos trae buenas noticias, que sigan así durante todo el día. Cuentan que, en Vera, Antas y otros pueblos de la zona han visto llegar el agua, pero que ha sido de la que se agradece. Manolo me cuenta que chispea en Vera, lo mismo ocurre en los pueblos del Andarax. No se espera la salida del río, como tampoco que lo haga el río de Antas
. Los cielos nublados, el agua cayendo, las campos mojados, las calles se limpian. Es la imagen idílica de las necesarias aguas en una tierra que tiene que mirar al cielo esperando tener un futuro en el que confiar, porque si lo espera de los políticos, si creen que ellos van a solucionar ese futuro que se prevé oscuro, puede sentarse a esperar. En esta tierra, seca por dentro y por fuera, se viven las noticias de la lluvia en otoño con zozobra, con miedo. Son las gotas frías de cada año, convertidas en Dana. Son esas aguas que desbordan ríos, rompen puentes, arrastran todo lo que encuentran a su paso.
Vera mira al río de Antas, se teme su crecida, saben que no se han hecho las obras necesarias y que de ese río depende su tranquilidad. En los pueblos del Bajo y Medio Andarax ocurre con ese río del que se cuenta que: “andarás, andarás, pero agua no encontrarás”, pero que cuando decide hacerse presente, hace que los vecinos se asomen y teman su desbordamiento.
Sobre la tierra chispea, los viejos dicen que son las aguas que juntan los temperos, las que hacen que se rieguen los campos a manta, la que se queda en la tierra y no corre buscando el mar. Son las aguas necesarias, las que hacen que las desaparecidas fuentes den señales de vida, las que llenan los acuíferos, las que todo el vecindario quiere ver limpiando sus terraos, llevándose el polvo de sus calles, las que limpian el polvoriento alcantarillado. ¿Seguirán así? O volveremos a no dormir, a estar pendiente de ese cielo que se abre y del que no sabemos la destrucción que nos va a deparar.
Miércoles, medio día. La lluvia sigue. Chispea en Vera, Antas, Garrucha, Mojácar, Alhama, Terque, Alhabia.
El martes fue un día tranquilo. Se anunciaba que la noche del martes podía tener consecuencias en el Levante y puntos del Andarax. Un despertar tranquilo, la lluvia nos ha dejado la noche para descansar y dormir. La mañana nos trae buenas noticias, que sigan así durante todo el día. Cuentan que, en Vera, Antas y otros pueblos de la zona han visto llegar el agua, pero que ha sido de la que se agradece. Manolo me cuenta que chispea en Vera, lo mismo ocurre en los pueblos del Andarax. No se espera la salida del río, como tampoco que lo haga el río de Antas
. Los cielos nublados, el agua cayendo, las campos mojados, las calles se limpian. Es la imagen idílica de las necesarias aguas en una tierra que tiene que mirar al cielo esperando tener un futuro en el que confiar, porque si lo espera de los políticos, si creen que ellos van a solucionar ese futuro que se prevé oscuro, puede sentarse a esperar. En esta tierra, seca por dentro y por fuera, se viven las noticias de la lluvia en otoño con zozobra, con miedo. Son las gotas frías de cada año, convertidas en Dana. Son esas aguas que desbordan ríos, rompen puentes, arrastran todo lo que encuentran a su paso.
Vera mira al río de Antas, se teme su crecida, saben que no se han hecho las obras necesarias y que de ese río depende su tranquilidad. En los pueblos del Bajo y Medio Andarax ocurre con ese río del que se cuenta que: “andarás, andarás, pero agua no encontrarás”, pero que cuando decide hacerse presente, hace que los vecinos se asomen y teman su desbordamiento.
Sobre la tierra chispea, los viejos dicen que son las aguas que juntan los temperos, las que hacen que se rieguen los campos a manta, la que se queda en la tierra y no corre buscando el mar. Son las aguas necesarias, las que hacen que las desaparecidas fuentes den señales de vida, las que llenan los acuíferos, las que todo el vecindario quiere ver limpiando sus terraos, llevándose el polvo de sus calles, las que limpian el polvoriento alcantarillado. ¿Seguirán así? O volveremos a no dormir, a estar pendiente de ese cielo que se abre y del que no sabemos la destrucción que nos va a deparar.
Miércoles, medio día. La lluvia sigue. Chispea en Vera, Antas, Garrucha, Mojácar, Alhama, Terque, Alhabia.