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PASEO ABAJO/Juan Torrijos
Al presidente de la Comunidad Valenciana se le atragantó la comida. Pobre destino el suyo, que al final, tarde o temprano, tendrá que dimitir por comer. Como si no fuera una obligación, decía mi madre cuando era pequeño lo de: Que tienes que comer, que estás muy flaco. Si me viera ahora. Alguien le debió avisar, los asesores deben estar para esos momentos, que esa comida le iba a sentar como un tiro a su carrera política, y camino lleva de que así sea. No sé si fue paella, pescadito de la Albufera, salmón, o las ricas gambas rojas del Mediterráneo, pero lo que sea se le ha indigestado.
Casi todos en este país se andan preguntando por la comida del triste Carlos, pero nadie nos habla de la de la ministra Ribera, de la de Marlasca, o de la de Pedro Sánchez. ¿No comieron ese día? ¿Estaban a dieta? Aquí solo se trata de la comida de Mazón. Todo es preguntar por lo que comieron, se ha sabido que eran dos comensales, y los cocineros no sueltan prendan. En los periódicos serios de izquierda ¿queda alguno? porque lo importante no es la comanda, y en los menos serios porque lo que se buscaba es a la acompañante y la duración. Y apareció la foto. Guapa chica, dicen unos. Un pibón, cantan otros.
¿Te das cuenta Mazón, que por comer con una mujer guapa en ese aciago día vas a perder, tarde o temprano, la presidencia de la Generalidad Valenciana, con lo feliz y satisfecho que te ves en ella? Y encima sin denuncias a lo Errejón, sin aprovechamientos, solo porque la comida duró más de cuatro horas. Reconoce Carlos que cuatro son muchas horas para una comida, por mucho que tuvieras que convencer a la señora para que aceptara el puesto de trabajo que le ofrecías. Tuvo que haber algo más. Cuéntanos. Aperitivos, primer plato, segundo, postre, café. Si el servicio era normal, ni rápido ni lento, una hora y quince minutos, me dice el jefe de servicio donde los miércoles comemos los amigos.
Y el resto de las horas. Una copa, vale. Quince minutos, dos copas, tres copas. Hasta cuatro horas son varias las copas que pueden caer. ¿Cayeron? Pues esa comida y copas, son las que te van a costar la presidencia. Hoy no, mañana, o pasado. La verdad, lo que no te dicen, es que es por envidia. Les corroe la envidia. Tú y una preciosa mujer comiendo, y ellos: ¿Con quién comía Marlasca? que nos lo cuente, ¿Quién acompañaba a esa hora a la ministra Ribera? ¿A quién sentaba a la mesa Pedro Sánchez en la India?
Una última cuestión. ¿Alguien avisó durante la comida a Mazón de lo que estaba ocurriendo en los pueblos y barrios de Valencia? Esta es la parte mollar ¿Tiene que dimitir solo porque estaba comiendo y ofreciendo trabajo a una periodista, que miren por donde es una mujer preciosa? Si a los envidiosos de dentro y fuera de su partido, y a los demás, les parece que tiene que dimitir, por mí que no se corte, que lo haga. Voy a seguir ganando lo mismo por juntar estas letras.
Una lección o moraleja sacamos de esta cuestión: Político que invite a comer a una guapa rubia, sea para ofrecerle trabajo o no, ojito a la hora de reservar el restaurante. Mejor que pida una pizza y se la coman en casita.
Casi todos en este país se andan preguntando por la comida del triste Carlos, pero nadie nos habla de la de la ministra Ribera, de la de Marlasca, o de la de Pedro Sánchez. ¿No comieron ese día? ¿Estaban a dieta? Aquí solo se trata de la comida de Mazón. Todo es preguntar por lo que comieron, se ha sabido que eran dos comensales, y los cocineros no sueltan prendan. En los periódicos serios de izquierda ¿queda alguno? porque lo importante no es la comanda, y en los menos serios porque lo que se buscaba es a la acompañante y la duración. Y apareció la foto. Guapa chica, dicen unos. Un pibón, cantan otros.
¿Te das cuenta Mazón, que por comer con una mujer guapa en ese aciago día vas a perder, tarde o temprano, la presidencia de la Generalidad Valenciana, con lo feliz y satisfecho que te ves en ella? Y encima sin denuncias a lo Errejón, sin aprovechamientos, solo porque la comida duró más de cuatro horas. Reconoce Carlos que cuatro son muchas horas para una comida, por mucho que tuvieras que convencer a la señora para que aceptara el puesto de trabajo que le ofrecías. Tuvo que haber algo más. Cuéntanos. Aperitivos, primer plato, segundo, postre, café. Si el servicio era normal, ni rápido ni lento, una hora y quince minutos, me dice el jefe de servicio donde los miércoles comemos los amigos.
Y el resto de las horas. Una copa, vale. Quince minutos, dos copas, tres copas. Hasta cuatro horas son varias las copas que pueden caer. ¿Cayeron? Pues esa comida y copas, son las que te van a costar la presidencia. Hoy no, mañana, o pasado. La verdad, lo que no te dicen, es que es por envidia. Les corroe la envidia. Tú y una preciosa mujer comiendo, y ellos: ¿Con quién comía Marlasca? que nos lo cuente, ¿Quién acompañaba a esa hora a la ministra Ribera? ¿A quién sentaba a la mesa Pedro Sánchez en la India?
Una última cuestión. ¿Alguien avisó durante la comida a Mazón de lo que estaba ocurriendo en los pueblos y barrios de Valencia? Esta es la parte mollar ¿Tiene que dimitir solo porque estaba comiendo y ofreciendo trabajo a una periodista, que miren por donde es una mujer preciosa? Si a los envidiosos de dentro y fuera de su partido, y a los demás, les parece que tiene que dimitir, por mí que no se corte, que lo haga. Voy a seguir ganando lo mismo por juntar estas letras.
Una lección o moraleja sacamos de esta cuestión: Político que invite a comer a una guapa rubia, sea para ofrecerle trabajo o no, ojito a la hora de reservar el restaurante. Mejor que pida una pizza y se la coman en casita.