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PASEO ABAJO/Juan Torrijos
Carita de compungido la de Íñigo Errejón. Ha tardado más de dos semanas, quizás tres, pero al final ha decidido olvidar todas las consignas que nos ha ido vendiendo a lo largo de sus años en la política. “La denuncia presentada contra mi persona por cuestiones sexuales es falsa”, nos asegura ahora. Ay, Errejón, que a la mujer había que creerla siempre, chiquitín, que la verdad estaba de su lado, que el hombre debería dormir esa noche en el calabozo tras la denuncia, que es, según vuestra doctrina, dónde deberías haber pasado tú, por lo menos la primera noche tras escuchar la voz de una mujer que contaba tus andanzas sexuales y tus enseñanzas de atributos.
Ya te has olvidado aquel, “yo si te creo, hermana”, que nos vendías con profusión desde los púlpitos de Podemos y Más Madrid. Cómo ha cambiado su mensaje el caballero, ahora que ha perdido el caballo de la política. Ahora es el momento, según él, de poner en solfa todo lo que digan las señoras cuando de atacar a los hombres en lo que a cuestiones sexuales se refiere. ¿O solo es cuando se trate de un político de izquierdas, como es su caso? Si es de derechas el denunciado, hay que seguir creyendo a la hermana, pero, si es uno de izquierdas el que está en problemas por las bajas pasiones de sus partes blandas, blandas, la denuncia es falsa, como ahora dice es la suya. A su jefe político se le permitieron expresiones: “La azotaré hasta sangrar”, que a otro les habría costado un disgusto, pero claro, es la bula que, en este capítulo de las pasiones sexuales, como en tantos otras tienen los caballeros metidos en el mundo de la política.
¿A quién tendríamos que creer, al Errejón de carita de no haberse comido una rosca, o a este que dice ahora, tras verle las orejas al lobo de la soledad y la justicia, de la falta de ingresos públicos, que la denuncia presentada contra él es falsa, o a la mujer que denunció el delito sexual contra ella cometido? El de la carita compungida y gafillas de intelectual, el de las presuntas manos largas tocando culos femeninos, según se ha denunciado y publicado, grita estos días por los medios su inocencia, su falsa acusación. ¡Soy inocente! Llora hermano, llora. Hay que creer a la mujer, tú mismo lo has defendido, lo has obligado por ley, ahora toca lo ajos y agua.
¿Por qué ha tardado más de dos semanas en declarar su inocencia, en decir que la mujer miente, que es falsa su denuncia? Después de su largo silencio, comprenderá este macho alfa que no es fácil creer lo que ahora nos viene a contar.
Si esta denuncia contra él es falsa, “Podemos” verla así, y que una venganza política puede haber detrás, “Podemos” creerla cierta, cuántas otras presentadas no lo habrán sido y se ha condenado a una persona por la doctrina de que ellas siempre tienen la razón; por el: “yo si te creo, hermana” de esta gente, que el mismo Errejón, cazado en su propia doctrina, ha venido defendiendo como dogma de fe en las relaciones entre hombres y mujeres. Apechuga, hermano, apechuga, son días para creer en ellas, las mujeres, tú mismo te pusiste la soga en el cuello, y duele sentirla rodeando el gaznate.
Ya te has olvidado aquel, “yo si te creo, hermana”, que nos vendías con profusión desde los púlpitos de Podemos y Más Madrid. Cómo ha cambiado su mensaje el caballero, ahora que ha perdido el caballo de la política. Ahora es el momento, según él, de poner en solfa todo lo que digan las señoras cuando de atacar a los hombres en lo que a cuestiones sexuales se refiere. ¿O solo es cuando se trate de un político de izquierdas, como es su caso? Si es de derechas el denunciado, hay que seguir creyendo a la hermana, pero, si es uno de izquierdas el que está en problemas por las bajas pasiones de sus partes blandas, blandas, la denuncia es falsa, como ahora dice es la suya. A su jefe político se le permitieron expresiones: “La azotaré hasta sangrar”, que a otro les habría costado un disgusto, pero claro, es la bula que, en este capítulo de las pasiones sexuales, como en tantos otras tienen los caballeros metidos en el mundo de la política.
¿A quién tendríamos que creer, al Errejón de carita de no haberse comido una rosca, o a este que dice ahora, tras verle las orejas al lobo de la soledad y la justicia, de la falta de ingresos públicos, que la denuncia presentada contra él es falsa, o a la mujer que denunció el delito sexual contra ella cometido? El de la carita compungida y gafillas de intelectual, el de las presuntas manos largas tocando culos femeninos, según se ha denunciado y publicado, grita estos días por los medios su inocencia, su falsa acusación. ¡Soy inocente! Llora hermano, llora. Hay que creer a la mujer, tú mismo lo has defendido, lo has obligado por ley, ahora toca lo ajos y agua.
¿Por qué ha tardado más de dos semanas en declarar su inocencia, en decir que la mujer miente, que es falsa su denuncia? Después de su largo silencio, comprenderá este macho alfa que no es fácil creer lo que ahora nos viene a contar.
Si esta denuncia contra él es falsa, “Podemos” verla así, y que una venganza política puede haber detrás, “Podemos” creerla cierta, cuántas otras presentadas no lo habrán sido y se ha condenado a una persona por la doctrina de que ellas siempre tienen la razón; por el: “yo si te creo, hermana” de esta gente, que el mismo Errejón, cazado en su propia doctrina, ha venido defendiendo como dogma de fe en las relaciones entre hombres y mujeres. Apechuga, hermano, apechuga, son días para creer en ellas, las mujeres, tú mismo te pusiste la soga en el cuello, y duele sentirla rodeando el gaznate.