El condón


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PASEO ABAJO/Juan Torrijos

¿A qué se dedican los políticos en los parlamentos en sus horas de trabajo? Hay un viejo refrán que viene a decir: “Donde tengas la olla, no metas el pinrel”. Dicho a la fino. Sabíamos que tras las horas de aburrimiento que pasan (pobres míos), en las largas sesiones, en las que tienen que soportar charlas interminables, mentiras que les harían sonrojar si tuvieran vergüenza, los diputados necesitan una rato de esparcimiento: Una buena y copiosa cena, unas copas largas o cortas, dependiendo del gusto, unas piernas sedosas a las que acariciar, unos senos a los que trepar y unos labios en los que perder el aburrimiento del trabajo. ¿Hemos mencionado el trabajo?

Ya nos habíamos acostumbrado a que nuestros diputados, senadores, parlamentarios, alcaldes y ediles de viaje a ver partidos internacionales, se gastaran nuestro dinero en semejante chocolate del loro, como nos venían a decir cuando se lo echábamos en cara. Éramos conscientes del pelaje de nuestros representantes, es de imaginar que no todos, que algunos se salvarán de las chicas del Ángelo, lo que no esperábamos es que esas prácticas amorosas se llevaran a cabo en los mismísimos parlamentos: Esos lugares donde dicen que brilla la palabra democracia, solidaridad e igualdad, donde los políticos creen volverse salvadores de los ciudadanos, un capitán trueno cualquiera, donde encontrar una verdad, solo una, se está volviendo en el juego de la búsqueda del tesoro.

En uno de esos parlamentos que pagamos con nuestros impuestos los españoles, en el vasco para más señas, ha aparecido un condón, un preservativo, un profiláctico. Y es que, sin globito, no hay fiesta. Según un técnico de plátano melón, son quince las clases de que hay. Los durex extras aseguran que son los mejores para un placer más intenso de la pareja.

–Oiga, lo mismo se le ha podido caer a una de sus señorías del bolso, hoy la precaución a la hora de acto sexual es algo que se lleva mucho, y un globito, tanto para él, como para ella, es sinónimo de preocupación sanitaria. No hay que darle más vueltas al dichoso preservativo.

–¿Me permite? Y si ese condón aparecido hubiera sido usado con antelación, usted se imagina para qué, y estuviera tirado en medio del salón donde la palabra, aseguran, se hace ley, aunque en algunas ocasiones, esas leyes sean un tormento para los ciudadanos.

¡Marrano! Hombre de Dios, lo menos que puede hacer tras usar un condón, es tirarlo a un lugar seguro, no dejarlo en medio de un salón. Recogerlo con cariño es lo que se merece, ha sido una parte del placer disfrutado, y no dejarlo en el suelo, ante la mirada del resto de los diputados, que andan investigando quién es el afortunado, también quién es ella, que entre los dos han logrado una dosis de adrenalina en sus cuerpos al hacerlo en el parlamento que ya la quisieran muchos. Por lo menos sabemos una cosa, que a los políticos vascos no solo les gusta sacar de la cárcel a los chicos de las pistolas, un rato en el parlamento con los pantalones bajados haciendo ñaca ñaca, tampoco les parece mal, pero eso sí, con condón. Estos vascos empiezan a ser como el resto de los españoles, aunque no lo quieran reconocer. ¿A qué da más “gustirrinín” que levantar o cortar troncos con un hacha?