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PASEO ABAJO/Juan Torrijos
Si hemos de sacar algo positivo del acto y paseo del fugado por las calles de Barcelona, es que ello nos ha llevado a conocer la realidad del gobierno que rige los destinos de esta país. Ya no caben más engaños por parte de Pedro y de su partido. Algún día tendrán que dar cuenta ante la justicia.
El pasado ocho de agosto no será un día fácil de olvidar para millones de españoles. Eran las nueve de la mañana, las cámaras de todas las cadenas de Tv del país estaban pendientes de la llegada del hombre de la fregona en la cabeza a España. Hasta la televisión que pagamos entre todos, cortó la retransmisión de los juegos olímpicos, para ser cómplices de la infamia que el gobierno de Pedro Sánchez permitía, en tierras de Cataluña, contra una España que esa mañana se sentía indefensa, impotente, ante la vileza que estaba permitiendo, cuando no apoyando, unos hombres que prometieron o juraron defender la constitución y las leyes de que de ella emanan.
Qué vergüenza de presidente, consorte de Begoña y hermano de opereta, que tiene este país; qué vergüenza del más nefasto de los ministros del interior que ha pisado la piel de esta hermosa tierra, de un Psoe borreguil que traga por todo lo que quiere y le sale de sus ous al más mentiroso de los presidentes que tiene España, y de aquellos que el pasado jueves, ocho de agosto, hicieron pasar a todo un país por el bochorno de tener que ver y oír como se reía del estado y de nosotros, los españoles, y en nuestra cara y en nuestra casa, esa que regamos con nuestro sudor y nuestros impuestos un prófugo de la justicia durante siete años, al que el actual presidente-pinocho dijo en su día que lo traería y que lo haría pagar ante la justicia.
No lo ha traído, lo ha amnistiado, y mientras esta llega, se le ha permitido que tome el pelo a los ciudadanos que encima le estamos costeando con nuestro dinero sus bien pagados escondites en Europa. Media España se sentía indignada la mañana del jueves, ocho de agosto, fecha que pasará a la historia como el día en el que Pedro Sánchez, el mentiroso, llenaba de oprobio y de vergüenza el país que, según dice, gobierna. ¿Gobierna?
Oír en el corazón de Barcelona a un señor que nos dedicó sus diatribas, que sumió a España en la vergüenza, que prometió que volvería a buscar la Cataluña libre a la que todos ellos aspiran, era como darle una patada a todo un pueblo, y lo más vil, se lo permitía un gobierno, el del Psoe y sus socios. A este gobierno y sus diputados les pagamos el polvo de Somontín, las frutas de nuestro campo, y cuando hace falta, que es siempre, le ponemos la cama a estos plateros de la política. Y en esa cama, como hizo el tío del mocho en la cabeza, se ciscó con total impunidad, en los que aún creen en la justicia, en la ley y en la política.
A veces se nos olvida que la política está hoy en manos de Pedro y los socialistas, que la justicia la maneja con un desparpajo vergonzante un tal Pumpido y que al frente de las fuerzas de seguridad anda un tal Marlaska, con k de ocupa, que si algo tiene es un gran odio, dicen que viene de alguna historia vivida en Bilbao, hacia la Guardia Civil y al resto de los servidores públicos. Solo le gustan los Mossos de Cataluña. Si a los mencionados unimos al jefe de los fiscales, al cuerpo de abogados del estado y una mayoría de los jueces, estará conmigo en que lo ocurrido el jueves, 8 de agosto, pensábamos que solo podía ocurrir en la Venezuela de Maduro.
Lo siento, pero no era una plaza de Venezuela, era una plaza española, en una tarima montada un día antes, con el aviso a toda la prensa del país, de que un prófugo, un delincuente que debía estar en la cárcel, iba a insultar a toda España. Y eso lo permitieron los líderes que gobiernan, apoyados por todos los que odian a España, para que Sánchez siga sentando su culo en la Moncloa. El paseo del delincuente catalán nos sirvió para conocer el gobierno que tenemos. ¿Cómo lo llamaría usted?
El pasado ocho de agosto no será un día fácil de olvidar para millones de españoles. Eran las nueve de la mañana, las cámaras de todas las cadenas de Tv del país estaban pendientes de la llegada del hombre de la fregona en la cabeza a España. Hasta la televisión que pagamos entre todos, cortó la retransmisión de los juegos olímpicos, para ser cómplices de la infamia que el gobierno de Pedro Sánchez permitía, en tierras de Cataluña, contra una España que esa mañana se sentía indefensa, impotente, ante la vileza que estaba permitiendo, cuando no apoyando, unos hombres que prometieron o juraron defender la constitución y las leyes de que de ella emanan.
Qué vergüenza de presidente, consorte de Begoña y hermano de opereta, que tiene este país; qué vergüenza del más nefasto de los ministros del interior que ha pisado la piel de esta hermosa tierra, de un Psoe borreguil que traga por todo lo que quiere y le sale de sus ous al más mentiroso de los presidentes que tiene España, y de aquellos que el pasado jueves, ocho de agosto, hicieron pasar a todo un país por el bochorno de tener que ver y oír como se reía del estado y de nosotros, los españoles, y en nuestra cara y en nuestra casa, esa que regamos con nuestro sudor y nuestros impuestos un prófugo de la justicia durante siete años, al que el actual presidente-pinocho dijo en su día que lo traería y que lo haría pagar ante la justicia.
No lo ha traído, lo ha amnistiado, y mientras esta llega, se le ha permitido que tome el pelo a los ciudadanos que encima le estamos costeando con nuestro dinero sus bien pagados escondites en Europa. Media España se sentía indignada la mañana del jueves, ocho de agosto, fecha que pasará a la historia como el día en el que Pedro Sánchez, el mentiroso, llenaba de oprobio y de vergüenza el país que, según dice, gobierna. ¿Gobierna?
Oír en el corazón de Barcelona a un señor que nos dedicó sus diatribas, que sumió a España en la vergüenza, que prometió que volvería a buscar la Cataluña libre a la que todos ellos aspiran, era como darle una patada a todo un pueblo, y lo más vil, se lo permitía un gobierno, el del Psoe y sus socios. A este gobierno y sus diputados les pagamos el polvo de Somontín, las frutas de nuestro campo, y cuando hace falta, que es siempre, le ponemos la cama a estos plateros de la política. Y en esa cama, como hizo el tío del mocho en la cabeza, se ciscó con total impunidad, en los que aún creen en la justicia, en la ley y en la política.
A veces se nos olvida que la política está hoy en manos de Pedro y los socialistas, que la justicia la maneja con un desparpajo vergonzante un tal Pumpido y que al frente de las fuerzas de seguridad anda un tal Marlaska, con k de ocupa, que si algo tiene es un gran odio, dicen que viene de alguna historia vivida en Bilbao, hacia la Guardia Civil y al resto de los servidores públicos. Solo le gustan los Mossos de Cataluña. Si a los mencionados unimos al jefe de los fiscales, al cuerpo de abogados del estado y una mayoría de los jueces, estará conmigo en que lo ocurrido el jueves, 8 de agosto, pensábamos que solo podía ocurrir en la Venezuela de Maduro.
Lo siento, pero no era una plaza de Venezuela, era una plaza española, en una tarima montada un día antes, con el aviso a toda la prensa del país, de que un prófugo, un delincuente que debía estar en la cárcel, iba a insultar a toda España. Y eso lo permitieron los líderes que gobiernan, apoyados por todos los que odian a España, para que Sánchez siga sentando su culo en la Moncloa. El paseo del delincuente catalán nos sirvió para conocer el gobierno que tenemos. ¿Cómo lo llamaría usted?