Los agricultores del Levante almeriense II


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CLEMENTE FLORES MONTOYA

EN AGOSTO del 23 resultó impresionante la visita que realizamos a esta curiosa plantación de cítricos en Cuevas del Almanzora, propiedad de los herederos de Mariano Sáez y Francisco Torralba. Se me acumulan y me vienen a la memoria recuerdos de juventud cuando siempre aparecía Almería en el furgón de cola de las provincias ordenadas por niveles de renta. Con listas o sin ellas, eso de estar en la cola había ocurrido siempre. En el año 1970 seguí con atención la noticia de que un grupo de arquitectos, Fernández Alba, Bofill, Ortiz, Bohigas, etc. a los que se sumó el sociólogo Gaviria (citado en algún momento en esta serie), durante una semana de estancia en el Parador de Mojácar, visitaron los enarenados y la costa de Almería tomando notas y sacando conclusiones sobre sus posibilidades de desarrollo. En otro momento escribí sobre ello en ACTUALIDAD ALMANZORA, pero ahora lo traigo a la memoria para valorar mejor el desarrollo de la agricultura almeriense, que ha pasado del exotismo y la curiosidad producida por los enarenados para retener la humedad en los bancales y adelantar, alrededor de un mes, las cosechas tempranas de tomates, a las largas filas de camiones con frutas y verduras que hoy podemos ver procesionando diariamente, y en toda época, hacia Europa.

Pasados cincuenta años, las previsiones de desarrollo y crecimiento basadas en el turismo y la agricultura han contribuido, como se vislumbraba, a elevar el nivel de riqueza de la provincia, pero los conocimientos, las tecnologías, los medios empleados y los resultados obtenidos han sido muy distintos en ambos sectores, y sería muy bueno meditar sobre ello. Siendo muy importante y necesaria, en el caso de la agricultura, la aportación del agua no ha sido el factor determinante, ni mucho menos el único para que se produzca el milagro. Para ver lo que vemos hoy hace falta mucha voluntad, constancia y espíritu de emprendimiento por parte de personas como José Antonio, Salvador y Carmen, a los que conozco personalmente, pero sí por su obra, que rezuma valores heredados y conservados, como el amor al trabajo, a la producción agrícola y a la tierra. Decir “adivino en su obra” en los tiempos que corren, es una afirmación arriesgada que poseen en buena dosis el espíritu de los buenos empresarios que disfrutan de su obra tanto o más que de las ganancias que obtienen. Pueden estar orgullosos de lo que hacen, porque esta obra, la plantación que he visitado, es ya un museo vivo de la mejor historia de nuestra comarca.

Me acompaña Paco en la visita a la finca de los herederos de Mariano Sáez y Francisco Torralba, que es un joven ingeniero vocacional contratado para la dirección técnica de la explotación. Paco, hijo de un amigo, es un técnico al que aprecio y admiro a partes iguales, que ha conjugado en su trayectoria profesional la constante renovación y ampliación de los conocimientos teóricos con sus aplicaciones prácticas sobre los cultivos en los que ha trabajado. Cuando me habla de alimentar las plantas, tengo la impresión de escuchar al nutricionista de una güardería infantil de “alto standing”.

Hablar de un tipo de fertilizante o abono único, o incluso básico, para cada cultivo resulta aquí antediluviano. Ahora se trata de seleccionar y proporcionar los nutrientes que cada planta necesita en cada época del año, en cada momento del ciclo vegetativo y en cada etapa del fruto.

Lograr que la planta, en cada momento, disponga y absorba determinados nutrientes, como el nitrógeno, el fósforo, el potasio, el calcio y otros pocos, es contribuir, que no asegurar, el desarrollo correcto del fruto y proporcionar defensas a la planta para luchar contra las plagas. “La fruta, como el manzano, se engorda en verano”.

Paco me habla de biotecnología cuando me cuenta que cada suelo, dependiendo de su contenido en nutrientes, de su PH y de su salinidad, requiere la aportación de uno o varios nutrientes precisos y que entre sus cometidos figura la constante observación del colorido y del crecimiento de los tallos y hojas de las plantas.

A resultas de las observaciones y mediciones de campo, se preparan las disoluciones de oligoelementos en una batería de tanques cuyo contenido se aportará a las plantas, unido al agua de riego, que es el recurso más escaso y limitante que todos tienen “in mente”, y por eso se persiguen y controlan constantemente las pequeñas averías y fugas de goteros y sus reparaciones inmediatas. Siguiendo lo que fue una antigua tradición se ha unificado un determinado tipo de limonero, macrophita, que es el tipo de pie de árbol más adaptado a la zona que han conseguido.

El avance más logrado, a mi modo de ver, ha sido su acercamiento a lo que conocemos como agricultura ecológica y su empeño en que en las frutas aquí criadas no puedan encontrarse trazos de pesticidas. Los abonos utilizados son ecológicos, orgánicos de origen animal y oligoelementos minerales, y se han desechado los pesticidas específicos, porque con su utilización, a su juicio, se corre el peligro de que, usualmente, te libras de alguna plaga concreta, pero puede acarrear el aumento de velocidad con la que, con la desaparición de ésa, va a crecer otra plaga a la que no atacas.

Llegados a este punto, Paco me habla de los mayores problemas de la plantación, que curiosamente, para una persona ajena como soy yo, no tienen que ver demasiado con el agua. Se trata de las plagas, que no son un problema nuevo, sino un fenómeno que ha acompañado al hombre desde los primeros tiempos de la humanidad. En los tiempos actuales se ha incrementado la aparición de ellas y aunque, ¡como no! hay quien lo atribuye al cambio climático, tiene mucho más que ver con los procesos de globalización. Lo mismo los hombres que las frutas recorren los confines del mundo en cuestión de horas y resultado de ello es cómo nos sorprenden sus ataques y efectos sobre personas (COVID-19) o sobre vegetales. (La llegada del Dactylopius en el 2014 a la comarca la dejó sin chumberas y nos cambió el paisaje típico almeriense).

De cómo estamos preparados para el fenómeno y de cómo lo está y cómo lo ve nuestra administración, nos da una idea una noticia que recogí en ACTUALIDAD ALMANZORA en el caso de las chumberas: “La cuestión llegó, incluso, en forma de pregunta hasta el Parlamento de Andalucía, pero desde el ejecutivo respondieron entonces, y mantienen, que no es una plaga de cuarentena, porque no afecta a la salud pública ni a otros cultivos, ni tampoco está regulada por la Unión Europea, por lo que no implica obligaciones de erradicación. Deben controlarla los propios agricultores…(Diario.es 6-8-2020)”. Lo escrito, escrito está.

Paco me habla del Planococus citri, popularmente conocido como “melazo” o “cotonet”, que vino de Asia y tiene reproducción bisexual. Se desarrolla mediante un proceso metamórfico. Segrega una abundante melaza que lo protege de insecticidas. Este insecto no sólo ensucia y deprecia los frutos, sino que puede debilitar los árboles por succión de la savia y atraer hongos, por la melaza, que da lugar a las manchas de “negrilla”. Los estudiosos acudieron con acierto al lugar de origen, y hoy combaten la plaga utilizando otros insectos que encontraron allí, que son avispillas parasitoides, como la Anagyrus y la Leptomastidea. Una batalla no es una guerra y cuando los agricultores creen acabado el problema, involuntariamente se traen nuevas plagas… la guerra continua.

Cuando se le había tomado la medida al Planococus ha aparecido el Delottococus aberiae que nos ha llegado desde África. A diferencia de su antecesor, éste ataca a todos los cítricos -no sólo a los limones- y produce daños a los frutos, como disminución de tamaño y malformaciones. Dado que en Sudáfrica no funciona así pronto se ha llegado a la conclusión, y así es, que en origen debía haber otros depredadores que los mantuvieran a raya y por eso tienen que introducir enemigos naturales foráneos. ¡Toda una lección de vida!

Quiero acabar esta serie de entregas diciendo que es digna de admiración, y sobre todo de respeto, la labor de estos nuevos agricultores del Levante almeriense, asimilando los nuevos retos que cada día han de afrontar. La Administración debe replantearse su papel de cara a esta tierra históricamente maltratada y, sobre todo, tragarse las palabras y contener cualquier reproche hacia ellos salido de la boca de algún político.