El viejo hospital


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PASEO ABAJO/Juan Torrijos

Para escribir sobre el Museo recién inaugurado, y que sienta sus reales en el antiguo hospital provincial, me he ido a buscar en los lejanos recuerdos de mi infancia. Traspasé la enorme puerta de lo que era aquel hospital a la temprana edad de siete años. Una monja, tía de mi madre, que llevaba en Almería más de veinte años, fue la encargada de prepararme para la primera comunión. Los jueves por la tarde, durante unas horas, recorría los patios, las consultas, las salas, sin olvidar las cocinas donde merendaba con las monjas y las cocineras. Los ojos de aquel crío de siete años no llegaban a apreciar dónde se encontraba, con el paso del tiempo vi cómo se iba haciendo viejo el edificio, cómo se derrumbaban algunos de sus hermosos artesonados, cómo se iban cerrando consultas, cómo se levantaban añadidos que venían a ocultar su riqueza arquitectónica y cultural.

Lo peor de todo lo sucedido en torno a este edificio fue ver cómo unos políticos lo dejaban abandonado. Lo reducían a puertas cerradas, consultas infectas, estrechos pasillos y patios que iban perdiendo el esplendor de otros tiempos, no tan lejanos en la memoria de los ciudadanos almerienses.

Toda la sociedad cultural provincial, incluso la nacional, reconoce que el pasado viernes, día quince de marzo, fue un día histórico para la ciudad. El Museo del Realismo pone a Almería en el mapa museístico de España. Y uno se alegra, y es de imaginar que uno de estos días habrá que escribir del contenido, pero hoy quería que mi primer acercamiento fuera al continente. Estarán conmigo en que el Museo es importante, muy importante, pero no sería lo mismo si no tuviera los renovados muros, los patios, las vidrieras y los artesonados de las salas del viejo hospital. Por ejemplo, la que fue durante años la farmacia del centro, uno de esos lugares que no deben dejar de contemplar los ojos de los almerienses y de aquellos que se den una vuelta y vengan a visitar la ciudad.

Si de algo nos tenemos que alegrar, y por lo tanto sentirnos orgullosos de ellos, es que la Diputación provincial, estando el Pp en la presidencia, decidiera un día, que ese sí que fue histórico, recuperar uno de los monumentos más importantes de la capital. Y eso hay que agradecerlo a Gabriel Amat y Javier Aureliano García. Ellos apostaron por el hospital, era lo primordial y de justicia es reconocerlo, el segundo paso era buscarle una salida, y todo apunta a que el Museo inaugurado se ha convertido en la meca del realismo español.

No me duelen prendas a la hora de dar la enhorabuena a los presidentes mencionados de la institución. El que los dineros de nuestros impuestos vayan a salvar partes de nuestra historia abandonada durante décadas, siempre es de destacar y de agradecer.

Diputación tiene otro reto por delante. El Cortijo del Fraile debe ser otra seña de identidad almeriense. El turismo cultural del que tanto se viene hablando, debe tener nuevos referentes, y estos sin duda vienen a llenar huecos de años, de décadas en estas sedientas tierras.