Antas (II)

El primer alcaide de Vera autorizó a cincuenta familias mudéjares a asentarse en el lugar en barracones de palos y esparto. Pocos años después fueron expulsados


Plano del pueblo de Antas de 1752, según el Catastro del Marqués de la Ensenada.

JUAN GRIMA / ALMERÍA HOY / 13·04·2024

2 3 A finales de la primavera de 1488, los Reyes Católicos conquistan la comarca de Vera. Las capitulaciones pactadas obligaban a los moros de la ciudad a partir a África o a meterse tierras adentro. Por autorización de Garcilaso de la Vega, primer alcaide de la ciudad de Vera, unas cincuenta familias de mudéjares se trasladaron a Antas y allí les permitieron hacer barracones de palos y esparto, asentándose luego definitivamente y formando una aljama con autogobierno municipal, dependiente de Vera.

Los mudéjares de Antas fueron acusados en la década de 1.490 de proteger a moros de la guerra (almogavares) y estuvieron a punto de ser condenados a esclavitud, según se constata por un largo proceso que existe en el Archivo de Simancas.

Durante el período morisco el pueblo creció de forma generosa, llegando a tener 180 vecinos (810 habitantes), al convertirse en abastecedor de alimentos de la ciudad de Vera. Es más, superó en población a los demás lugares de la jurisdicción de Vera, caso de Zurgena, Bédar, Serena, Cabrera y Teresa. Más tarde, tras la Guerra de Las Alpujarras (1569-1570), sus habitantes fueron expulsados, a pesar de no haberse sublevado, saliendo a pie en dirección a Albacete y Córdoba.

Entonces el pueblo quedó desierto, siendo preciso traer a familias cristianas para repoblarlo. El número de pobladores que se le adjudicó fue de 63, incluidos un cura, un beneficiado y un sacristán. El 24 de septiembre de 1574, fecha en la que visita Antas don Tello González de Aguilar, los pobladores y sus familiares (un total de 206 personas) se habían ido a vivir temporalmente a Vera por temor a un ataque pirático como el que hizo el Doghali en Cuevas el año anterior. En el repartimiento de bienes de moriscos se había entregado a cada familia una casa, 2 fanegas de tierra de riego (una fanega son 6.560 m2), 32 fanegas de tierra de secano y olivos como para producir 2 arrobas de aceite (23 litros). Se dejaron sin repartir por Antón de Pareja, juez repartidor, 187 fanegas de tierra, que se pusieron a rento durante 3 años, con cuyos beneficios se habría de construir en Antas un reducto o muralla de piedra que rodeara todo el pueblo, para que los repobladores volvieran a instalarse y estuvieran seguros. En ese momento estas familias poseían un total de 85 burras y mulos, 300 ovejas, 400 cabras y 20 cerdas; y estaban armadas para defenderse con un total de 36 arcabuces y 12 ballestas.

Los repobladores procedían principalmente del reino de Murcia (20 familias de Lorca, 5 de Cehegín, 4 de Cartagena, 4 de Murcia, 3 de la Roda, 3 de Albacete, 2 de Marchena, y una de Librilla, Los Alumbres, Mula, Mazarrón, Molina de Segura, Jumilla, Orihuela y Totana). También vinieron de Bilbao, Valencia, Toledo, Campillo de Altabuey y Quesada. Los apellidos de los pobladores eran casi todos corrientes, tales como Navarro, Sánchez, Hernández, Martínez, González, Pérez, García, Cerezo, Mendoza, Ullora, Robles, Gea, Moreno, Vargas, Lozano, Serrano, Gil, Abril, Blázquez, Cerdán, Poveda, Ruiz, Alcaraz, Carmona, Jiménez, Esteban, Ros, Torres, etc.

Hijos ilustres de Antas son Pedro Flores, capataz de Siret; el malogrado Antonio Jesús Soler Cano, poeta que tanto amó la vida y la libertad, y el no menos trascendental don Gabriel Martínez Guerrero -en la foto-.


En la Visita de Arévalo de Suazo de 1593 los repobladores ya vivían en Antas, pero estaban muy quejosos por los agravios que cometía la ciudad de Vera con ellos, pues les prohibían pastar en su propio ejido, les multaban de forma escandalosa e injusta, les quitaban las aguas de riego y, a la hora de nombrar alcaldes, no designaban a ninguno de la terna de los votados por los vecinos.

Esta situación va a tardar en solucionarse. Será en el primer cuarto del siglo XVIII cuando Antas, deje de ser un lugar y se independice totalmente de Vera.

En el año 1845 Antas constaba de 318 casas en el casco urbano y 206 repartidas por el término municipal. Poseía distintos edificios como ayuntamiento, posada y cárcel, mientras que el pósito estaba caído. Había también una escuela de primeras letras a la que acudían 45 niños. La iglesia estaba dedicada a La Concepción, y como patronos el pueblo tenía a San Roque y a la Virgen de la Cabeza. La tierra cultivable era de 1.200 fanegas de secano y 230 de riego. En el Real se regaba con norias. Había un camino carretero con Vera. Para los demás lugares eran de herradura. La producción principal se centraba en el trigo, la cebada, el panizo, garbanzos, cáñamo, lino, habas, vino y legumbres y frutas en abundancia. La población ascendía a 2.300 habitantes. Contaba Antas entonces asimismo con 12 molinos harineros, 2 hornos, 2 alfarerías, 3 fábricas de salitre y una de jabón.

Cuenta el padre Tapia que antiguamente, y hasta bien entrado el siglo XVIII, el Santuario del Cabezo de María era común para Bédar y Antas, y allí realizaban cada año durante la festividad comedias de Moros y Cristianos, hasta que los dos pueblos se pelearon y los de Bédar hicieron su propia ermita.

Hoy Antas es un pueblo dedicado esencialmente a la agricultura y a los servicios. Cuenta con numerosas empresas de comercialización de frutas, de transportes y un polígono industrial bastante amplio. Su población se aproxima a los 3.300 habitantes. Celebra sus fiestas patronales en honor de la Virgen de la Cabeza en torno al 8 de septiembre.

Entre sus hijos ilustres, además del ya citado en la primera entrega Pedro Flores, capataz de Siret, del que se conservan sus Cuadernos en el Museo Arqueológico Nacional, habría que citar a Pedro Segura "el Morato", que parece que, a pesar de nacer en Vera, residió casi toda su vida en Antas, y que fue uno de los padres del cante minero y posiblemente el inventor de las tarantas. También, recordar la figura del malogrado Antonio Jesús Soler Cano, poeta que tanto amó la vida y tanto luchó por la libertad. Y el no menos trascendental don Gabriel Martínez Guerrero, el maestro de muchas generaciones, primer cronista del pueblo, que dejó más de media docena de libros publicados sobre el pueblo.

Como Patrimonio Histórico puede verse el yacimiento del Argar, lo que queda del acueducto del Real, el acueducto de Las Mojas, la iglesia parroquial y los restos islámicos del Cabezo de María y la ermita de la Virgen de la Cabeza.

Acueducto de Antas antes de quedar reducido a lo que hoy es.