Menuda gentuza


..

JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

Bien supo lo que hizo
quien te echó donde te ves.
Señoras si aquesto propio
Os llegare a suceder,
Arrojar la cara importa,
Que el espejo no hay por qué.


Siempre he culpabilizado a la sociedad española de los desmanes que produce con su voto irresponsable e irracional, mucho más cercano a la pasión futbolística o a la irracionalidad contumaz, que a la mesura y la frialdad que exigiría esa “jornada de reflexión” que se nos concede tras la habitual campaña de fotos con niños o vacas, besos a señores mayores y sandeces festivas de todo tipo que precede al día de la votación. Pensaba y pienso que la campaña electoral debería limitarse a ser únicamente de un día de desparrame mental y fiesta saturnal, seguido de una quincena de meditación o ejercicios espirituales con voto de silencio y telediarios tapados y sustituidos por música clásica.

Frente a aquellos populistas que sostienen que el pueblo no se equivoca nunca, solía invocar yo en bares y cenáculos, aristocrática y falazmente, el ascenso de Hitler al poder.

El ejemplo, he de reconocer que, por razones que no hacen al caso, es un poco tramposo por simplificador. Pero retóricamente era efectivo, funcionaba y desconcertaba al populista de turno. Una vez paralizado por el ejemplo – Hitler siempre da para mucho en las discusiones de todo tipo - proseguía argumentando que el político español, excepto Yolanda Díaz, no procedía de ningún planeta lejano e idiotizante, sino que era el paradigma de esta misma sociedad. Y que, uno a uno, éramos todos nosotros el alambique en el que se destilaban gota a gota nuestros defectos y nuestras virtudes, y el espejo en el que debíamos reconocernos. “Arrojar la cara importa, que el espejo no hay por qué”.

Tras ver, con vergüenza ajena, el espectáculo de las Cortes, he cambiado de opinión: Así no es la gente de este país, perdón por el populismo.

Hay un grandísimo problema de selección de personal en los partidos políticos, a la gentuza que gritaba en el Parlamento no la reconozco, afortunadamente, en mis contemporáneos: la gente de la calle da las gracias cuando le dan el cambio y sonríe a los que le prestan un servicio. Todavía no ha llegado a seguir el ejemplo de esos padres y madres de la patria.

La buena gente, que es mayoría, tiene – tenemos - que reflexionar antes de votar en esa quincena, que no jornada, de reflexión que propongo. Reflexionar hasta qué punto puede cambiar uno de criterio sin considerarse reo de traición a la memoria de sus abuelos, que también tenían lo suyo. Y dejar de ser ese coro griego unánime en la tragedia, y pasar de masa cerril a ciudadanos libres solidarios con el héroe trágico, que no es otro sino su propio destino y el de sus hijos.