El paciente ilustrado


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JUAN LUIS PÉREZ TORNELL

Decía el poeta que siempre la claridad viene del cielo. Pero, aunque los poetas suelen tener razón, yo no estoy muy seguro de ello.

Pienso en el misterio que está detrás del origen y la pervivencia de todas las religiones que merecen tal nombre desde la noche de los tiempos. Todas tienen esos dos elementos comunes: el misterio y la figura sacerdotal ,que conoce todo más y mejor que tú, simple creyente, que bastante tienes con levantarte todos los días y seguir arrastrando tu ignorancia congénita.

Esa figura es el enlace con el demiurgo que te explica – no demasiado- esas cosas que ignoras y aceptas, porque es duro vivir en el escepticismo. Y ese es su poder.

El chamán conoce las plantas que te desvelan aspectos que ignorabas y realidades a cuya existencia se te aproxima. Pintan en las cuevas los animales que los dioses pondrían a tu alcance al día siguiente y que cubrirían tus necesidades, y a los que por ello debes devoción.

El sacerdote de cualquiera de las religiones del Libro te hace creer en que tu vida se prolongará infinitamente y te muestra mientras te pastorea un camino nebuloso que te permitirá acceder al supremo enigma de para qué coño has vivido.

Es más lo que se pierde con la claridad celestial, de lo que se gana con el misterio terrenal, que muere cuando se desvela. Un buen ejemplo de ello es la deriva de los sacerdotes católicos, que perdieron prácticamente no ya su poder sino incluso su influencia, cuando renunciaron a la liturgia en latín cambiando las palabras que arrastraban los siglos, atractivas e incognoscibles en cuanto misteriosas, se pusieron de espaldas a la divinidad del Sagrario, y encendieron la luz de un discurso monótono, burocrático y mentiroso.

Esto, que desecharon los teólogos, lo han comprendido los magos de toda la vida que siguen sacando palomas o conejos de sus chisteras y embobando a los niños. No se les ocurre explicar lo que, una vez explicado, resultaría decepcionante. Si alguien sabe dónde se almacena y como se saca un bicho de esos, dulces, blancos y monísimos ,que me lo cuente.

Lo que no han perdido los prestidigitadores lo han perdido no solo las iglesias sino también los consultorios médicos: no hace tanto el médico de cabecera era un heredero del chamán y gozaba del respeto y de la autoridad inherentes: se le llevaban pollos tomateros y se les anteponía siempre el “Don”, no solo como tratamiento de respeto, sino como aptitud especial, por su conocimiento, que siempre se cuidaron de conservar el chamán, el santero o el hierofante…

La prueba más evidente la constituyen esos letreros que hay en los consultorios que advierten al usuario de que no está bien insultar, vejar o agredir a los profesionales con el argumento de que la wikipedia o algún youtuber le ha dicho lo que tiene y como se cura . A eso conduce el igualitarismo, señores.

Solo conservan el temor reverencial que un día inspiraron los sanitarios dos especialistas: los dentistas y los cirujanos, armados ambos de herramientas que pueden ser dolorosísimas.

Otro tanto sucede en los colegios e institutos, donde la presencia en dicho recinto sagrado de padres y madres, antes insólita, profana el templo de la educación, y sin ser condenados a muerte por ello discuten de lo que no saben con gentes que han perdido el misterioso respeto que el conocimiento debiera inspirar al que no ha sido iniciado.

Hoy todo el mundo lo sabe todo porque todo el mundo tiene internet. Y va a ir a peor con esta historia de la “Inteligencia Artificial” que dará “ quod natura non dat” a aquellos que creen que la información, el conocimiento y la sabiduría ya no está en el Árbol del Bien y del Mal, sino que se puede comprar en un dispositivo por cuatro perras.