La nueva moda de las patatas fritas


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PASEO ABAJO/Juan Torrijos

Qué sería de ese huevo frito, blanco y con su yema amarilla, que nos ponen delante, si no estuviera rodeado en su plato de unas patatitas fritas. Crujientes unas veces, otras blanditas en su interior, a lo pobre con su cebolla y sus pimientos, pero en su punto para disfrutarlas siempre. Y qué me dicen ustedes de un buen filete sin la compañía de las susodichas, que ni es filete ni nada que se le parezca. Las patatas fritas se han convertido desde tiempo inmemorial en el acompañamiento perfecto. Podríamos describir todos los alimentos a los que nos gusta acompañar con unas ricas patatitas, y nos faltaría espacio. A lo pobre, fritas con ajo, laurel, granos de pimienta y un poco de vino. En rodajas o en tiras. Presentadas de cualquier forma las patatas fritas son el plato de más del noventa por ciento de los ciudadanos, en cuanto a los más pequeños, lo saben las abuelas, las papas son para ellos el pan nuestro de cada día.

Cierto es que las patatas fritas están perdiendo cierto interés en algunos sectores, desde que salieron al mercado las congeladas, y te encuentras con bares y algún restaurante de menú, donde la congelada le ha ganado la partida a la patata de toda la vida. Y no deja de ser una pena, una tristeza y una desgracia. Dicen que es el sino de los tiempos. Pues estoy en contra del sino de esos tiempos.

El otro día estuve comiendo en el Molinero Nuevo de Alhama de Almería. El arroz magnífico, ya nos tiene ganados la cocinera de Juanico con el plato, la jibia en su salsa, estaba de nueve y medio. Si le pongo un diez lo mismo se lo creen y no se esmeran la próxima vez, pero no me importaría hacerlo, la jibia se lo merecía y la salsa estaba exquisita. Me llamó la atención que, al lado de la jibia en salsa, con sus almendras a trocitos que se notaban y se disfrutaban, venían, como es habitual, las patatas fritas, en este caso eran cortadas en tiras alargadas y presentadas… con su piel.

¿Qué me dice usted?

Fritas, en tiras y con piel.

El dietista, me comenta Juanico, ha sido el culpable de que, desde hace unas semanas estemos presentando las patatas fritas con piel. Mantienen todos los nutrientes, son más sanas y cuidan más nuestra salud. Pues nada a comernos la piel de las patatas. A partir de hoy muchas mujeres, y algunos hombres, nos vamos a librar de andar pelando tubérculos. Algo hemos ganado, se dirán ustedes.

Conmigo que no cuenten.

No se tomen a broma la historia de comer las patatas con la piel. Comenzamos comiendo las patatas fritas sin pelar y no sabemos lo que vamos a acabar comiendo. No sé si la historia de comernos las patatas con su piel viene de la mano del nuevo pensamiento woke, de los globalistas o del cambio climático, pero si es así, en casa voy a seguir pelando las patatas. No tengo nada en contra de los nuevos movimientos, las nuevas ideas, los descubrimientos de los científicos y las banderas siempre que sean legales, pero en lo referente las patatas fritas, diga lo que diga el dietista de mi admirado Juanico, del Molinero de Alhama, y todos los movimientos alados o no que nos quieran imponer, están mucho mejor peladitas ellas, sin la piel, por muy buena que sea ésta para la salud de nuestros cuerpos y la del planeta.

Y las congeladas a una distancia sideral.