.. |
PASEO ABAJO/Juan Torrijos
¿A ustedes no les hiela la sangre la sonrisa del progresista Pedro Sánchez dando la mano a los mamporreros de ETA? ¿No les da miedo lo que es capaz de hacer este hombre con tal de llegar al poder? ¿Si vende a las víctimas de los etarras, qué más no estará dispuesto a vender por seguir en La Moncloa?
Leo los comentarios sobre los pactos políticos con los herederos de ETA, y no dejo de pensar en: “De la cárcel se sale, de los cementerios no”. He leído esta frase varias veces en los últimos días en distintos análisis sobre el acuerdo al que quiere llegar Pedro Sánchez con EH Bildu para llegar al poder. Estoy seguro que desde el llamado progresismo actual de Sánchez nos dirán que con ella se está buscando el enfrentamiento entre los ciudadanos, que así no se busca la paz. Los que defienden el pacto con los hijos, primos y hermanos de los terroristas, manifestarán que tiene que llegar el olvido y el perdón.
¿Olvido y perdón?
¿Y qué les decimos a los muertos que nos dejó la banda terrorista? ¿Qué hacemos con ellos? ¿Los dejamos que descansen en paz, mientras sus asesinos toman chiquitos alegremente que pagamos entre todos los ciudadanos? ¿les dejamos que sean blanqueados sus asesinatos en esas televisiones que reciben dinero público a mansalva? ¿Este es el progresismo actual que pregona y defiende Pedro Sánchez?
Y al pensar en las familias de las víctimas ¿qué hacemos con ellas? Ven cómo salen a la calle día tras día los asesinos de sus padres, hermanos, de sus familiares. Ven los homenajes que les brindan unos seres humanos en el País Vasco, quizá lo de humanos no les cuadre demasiado, mientras ellos solo pueden mirar una foto que les sigue acompañando desde la estantería del comedor, solo pueden acudir al cementerio y recordar lo que fue aquella persona que allí permanece enterrada. Y encima tienen que soportar la sonrisa del presidente del Gobierno en funciones dando la mano a los herederos de los que asesinaron a su hijo o padre.
Y, por si fuera poco, a estas víctimas les pedimos que olviden cómo los asesinaron, que perdonen al que les disparó en la nuca, a escondidas, por detrás, cobardemente, que es lo que fueron y son, o al que colocó la bomba en los bajos del coche, y cómo la onda expansiva y la metralla se convertía en una invitación a la muerte para niños, mujeres y hombres. No sé ustedes, pero ¿se puede olvidar y perdonar la muerte de un niño de cinco, seis, ocho, doce años? Estamos viendo estos días las imágenes de Gaza e Israel, ¿se pueden perdonar las mismas, tanto por un bando como por otro? Ustedes, los que pregonan los pactos, los que los defienden como un camino a la paz con Otegui, los que se sienten satisfechos ante la sonrisa del progresista Pedro Sánchez, parece que ya lo han hecho, pero esa paz no ha llegado a los cementerios, no ha llegado a cientos de familias que aún no saben quién asesinó a su hijo, a su hermano o a su padre.
Olvidar así, no es fácil, perdonar, creo que tampoco.
Leo los comentarios sobre los pactos políticos con los herederos de ETA, y no dejo de pensar en: “De la cárcel se sale, de los cementerios no”. He leído esta frase varias veces en los últimos días en distintos análisis sobre el acuerdo al que quiere llegar Pedro Sánchez con EH Bildu para llegar al poder. Estoy seguro que desde el llamado progresismo actual de Sánchez nos dirán que con ella se está buscando el enfrentamiento entre los ciudadanos, que así no se busca la paz. Los que defienden el pacto con los hijos, primos y hermanos de los terroristas, manifestarán que tiene que llegar el olvido y el perdón.
¿Olvido y perdón?
¿Y qué les decimos a los muertos que nos dejó la banda terrorista? ¿Qué hacemos con ellos? ¿Los dejamos que descansen en paz, mientras sus asesinos toman chiquitos alegremente que pagamos entre todos los ciudadanos? ¿les dejamos que sean blanqueados sus asesinatos en esas televisiones que reciben dinero público a mansalva? ¿Este es el progresismo actual que pregona y defiende Pedro Sánchez?
Y al pensar en las familias de las víctimas ¿qué hacemos con ellas? Ven cómo salen a la calle día tras día los asesinos de sus padres, hermanos, de sus familiares. Ven los homenajes que les brindan unos seres humanos en el País Vasco, quizá lo de humanos no les cuadre demasiado, mientras ellos solo pueden mirar una foto que les sigue acompañando desde la estantería del comedor, solo pueden acudir al cementerio y recordar lo que fue aquella persona que allí permanece enterrada. Y encima tienen que soportar la sonrisa del presidente del Gobierno en funciones dando la mano a los herederos de los que asesinaron a su hijo o padre.
Y, por si fuera poco, a estas víctimas les pedimos que olviden cómo los asesinaron, que perdonen al que les disparó en la nuca, a escondidas, por detrás, cobardemente, que es lo que fueron y son, o al que colocó la bomba en los bajos del coche, y cómo la onda expansiva y la metralla se convertía en una invitación a la muerte para niños, mujeres y hombres. No sé ustedes, pero ¿se puede olvidar y perdonar la muerte de un niño de cinco, seis, ocho, doce años? Estamos viendo estos días las imágenes de Gaza e Israel, ¿se pueden perdonar las mismas, tanto por un bando como por otro? Ustedes, los que pregonan los pactos, los que los defienden como un camino a la paz con Otegui, los que se sienten satisfechos ante la sonrisa del progresista Pedro Sánchez, parece que ya lo han hecho, pero esa paz no ha llegado a los cementerios, no ha llegado a cientos de familias que aún no saben quién asesinó a su hijo, a su hermano o a su padre.
Olvidar así, no es fácil, perdonar, creo que tampoco.