La ecología como ciencia y la nueva postura de la Iglesia


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CLEMENTE FLORES

Al comienzo de la Revolución Industrial y hasta época reciente, los problemas del medio ambiente no suscitaban mayor interés o preocupación, y mucho menos eran la base de un cuerpo de estudios propio. La ideología cultural imperante orientada según los valores de la tradición judío-cristiana, de acuerdo con el relato del Génesis, justificaba la utilización y el libre consumo sin limitaciones de todos los recursos que ofrece la naturaleza. Por estar hecho a imagen de Dios el hombre era el Rey de la creación y actuaba como tal.

Durante siglos la Iglesia Católica, entre otras, como garante y defensora del dogma, mantuvo un enfrentamiento abierto, continuo y no exento de violencia contra los avances de la razón que pudieran desviarse de sus doctrinas y creencias.

El primer cuestionamiento de las teorías antropocéntricas, inspiradas en la Biblia, se produce al enunciar Charles Darwin su teoría de la evolución en “El origen de las especies” de 1859. Para Darwin, el hombre, como los demás seres vivos, es fruto de la evolución. La aceptación de esta teoría no fue fácil.

Desde ese momento las ciencias han venido proporcionando pruebas paleontológicas, anatómicas, bioquímicas y genéticas de la evolución. El género de los homínidos, a resultas de lo aportado por Darwin y descubierto después, es un punto de la trayectoria de un proceso evolutivo lento y gradual con numerosas formas intermedias de transición. El hombre no ha evolucionado aislado.

Los descubrimientos posteriores, que llegan a la actualidad, sitúan al hombre evolucionando en un ecosistema en continua interacción con otros individuos de su misma especie, con otras especies y con el medio físico que le rodea. Toda la evolución viene condicionada por el conjunto de ecosistemas englobados en el ecosistema global que es la Tierra.

En mayo de 2015, el Papa Francisco firmó su encíclica LAUDATO SI “sobre el cuidado de la casa común”. El Papa sentó doctrina, en líneas generales, con el progreso de distintas disciplinas y con lo que la cultura imperante había ido asimilando desde el inicio del siglo.

El género de los homínidos, a resultas de lo aportado por Darwin y descubierto después, ocupa ahora un punto de la trayectoria de un proceso evolutivo lento y gradual con numerosas formas intermedias de transición. La actual doctrina de la iglesia cuestiona la posición del hombre en el trono de rey de la creación, donde el Génesis le había situado, y le coloca evolucionando en un ecosistema en continua interacción con otros individuos de su misma especie, con otras especies y con el medio natural.

De acuerdo con la interpretación tradicional del Génesis se había favorecido la explotación salvaje de la naturaleza con una imagen del ser humano dominante y destructivo pretendiendo ocupar el lugar de Dios. Ahora, con la nueva encíclica, se le obliga a respetar la bondad propia de cada criatura y a ordenar su conducta no sólo en relación con los demás seres humanos, sino también en su relación con los demás seres vivos. El Papa recuerda que hemos interpretado incorrectamente las Escrituras y que con relación a la tierra no debe limitarse a tomar lo que necesita para su supervivencia, sino que tiene el deber de protegerla y de garantizar la continuidad de su fertilidad para las generaciones futuras. El crecimiento exponencial de la población humana y el consumismo incontrolado son una advertencia a los líderes religiosos y políticos de que el equilibrio se rompe y la sostenibilidad se tambalea. En esta situación de incógnitas y preocupaciones por el futuro y en relación al trato con los animales ha aparecido un tema que se ha convertido en uno de los centrales de la ecología, que es la diversidad biológica. Es una cualidad inherente a la vida del planeta.

El proceso evolutivo de los seres vivos en la tierra se ha realizado a lo largo de miles de años durante los cuales, conforme han cambiado las condiciones medioambientales, se han extinguido muchas especies mientras han ido apareciendo otras nuevas.

El resultado es la biodiversidad o diversidad biológica que se plasma en la diversidad genética (diferencia de carga genética entre individuos de una especie), la diversidad de especies (en los distintos hábitats) y la diversidad ecológica (variedad de comunidades biológicas que interactúan).

Todas las especies actuales tienen una información genética que representa miles o millones de años de adaptación a los cambios medioambientales de la tierra. Esa información es la materia prima para futuras adaptaciones y supone una póliza de seguros ante posibles desastres que pudieran venir. Muchos de los modernos avances de la medicina actual se deben a las investigaciones en este campo. Aprovechar los avances y evolución de la genética de otras especies nos puede ayudar cuando por nosotros mismos no podemos superar algunas malas situaciones.

Personalmente quiero hacer constar ahora que muchos estudiosos consideran que la diversidad cultural humana también recoge soluciones sociales y tecnológicas que nos han permitido sobrevivir adaptándonos al medio para superar situaciones críticas.

Esta afirmación pretende afirmar que la desaparición de una cultura asentada en cualquier lugar puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal.

ANIMALES PARA EL SACRIFICIO

La convivencia con los animales y su crianza no son algo nuevo que ha surgido en esta época, sino que ha sido constante a lo largo de la historia de la humanidad. Antes de hacerse sedentarios, los perros seguían al hombre y le acompañaban en sus errantes periplos viviendo de lo que los hombres le proporcionaban. Desde tiempo inmemorial el hombre utilizó los perros para la caza y los gatos para que no se le acercaran los roedores, los caballos para moverse y los bueyes para arar.

Cuando el hombre se hizo sedentario, en el Neolítico, no sólo labró y sembró los campos cercanos, sino que levantó corrales para guardar animales que le proporcionaban alimentos como huevos, carnes o leche y luego domesticó animales de carga y tiro, y entre otras actividades se dedicó al pastoreo. Consiguió seleccionar especies apareándolas previa selección de los mejores ejemplares. El hecho de tener que cuidarlos y alimentarlos hacía que el número de animales domésticos fuese limitado y algunas especies, con el tiempo, como caballos, bueyes y perros, estaban en su mayor parte domesticadas a partir de que el hombre se hizo sedentario.

Son relaciones históricas de “convivencia” y el cuidado de los animales que se han conservado y transmitido a lo largo de siglos. A mediados del siglo XX comenzaron a aparecer en España las auténticas granjas de animales, siendo las de gallinas las primeras en implantarse. Aunque en 1937 se tenía algún método para adivinar el sexo de los polluelos, no fue hasta 1951 cuando se dio a conocer el sistema japonés Kizawa. Las granjas se multiplicaron A partir de ahí, no fue necesario “ser padre para comer huevos”. Hoy, comer pollo ha dejado de ser un lujo y está al alcance de cualquier hogar español. Ha ocurrido igual con otros animales de los que aprovechamos sus pieles o carne. Todos se crían en granjas “ad hoc”. El negocio, desarrollado casi totalmente en los últimos cincuenta años, alcanza cifras y magnitudes desorbitantes. El número de cabezas de porcinos en España supera los 35 millones y el número de gallinas ponedoras ronda los 50 millones.

Los problemas generados afectan a la sanidad no sólo de los animales, sino de los individuos que se alimentan de ellos, a la producción de alimentos para animales y a la enorme cantidad de residuos contaminantes que es preciso eliminar. El deseo de los empresarios de producción de carne o huevos, de maximizar sus ganancias, choca con la aplicación de leyes que prohíban utilizar algunos productos que facilitan el engorde y que son perniciosos para los consumidores o de que se tomen medidas para protección del medio ambiente bajo el axioma de quien contamine pague. El negocio de las granjas se ha extendido a especies como avestruces, emúes, y ñandúes entre las aves nutrias y visones entre los mustélidos, conejos entre los roedores y otros más tradicionales como cerdos y bovinos.

Poco podemos objetar en este amplio sector sobre la elaboración de leyes que sobre sanidad, medio ambiente o regulación social del mercado puedan decretarse salvo su laberíntica y enmarañada abundancia.

Nos queda el ultimo sector de animales que es de todos los analizados donde más repercute la nueva ley. Se trata de las MASCOTAS. A él dedicaremos la próxima y última entrega de esta serie.