Desde la presidencia de Aguas del Almanzora, Javier Serrano fue uno de los promotores de la más importante obra hidráulica que ha conocido Almería
ALMERÍA HOY / 22·07·2023
Desde la presidencia de Aguas del Almanzora, Javier Serrano fue uno de los promotores de la más importante obra hidráulica que ha conocido Almería. Y también del futuro Puerto Seco de Pulpí. Un jubilado hoy y un imprescindible ayer en el levantamiento de los pilares en que descansa nuestra potente agricultura.
- Procede de la enseñanza, no obstante, ha ejercido importantes responsabilidades en el mundo de la agricultura, ¿cómo se produjo ese cambio?
- En realidad, mis orígenes están en el campo. Soy hijo de agricultores y yo también lo fui, aunque después me dediqué a la educación. Lorenzo [Belmonte, cofundador de Primaflor] fue el culpable de que volviera definitivamente a la tierra. Me buscó, y cuando él ponía el ojo en alguien, era muy difícil escapar.
- ¿Qué edad tenía?
- 35 años.
- ¿Por qué le buscó Lorenzo Belmonte?
- Él es una persona capaz de ver lo que pasa desapercibido para los demás. Pensó que yo podría jugar un papel importante y apostó por mí.
- ¿Para qué?
- Estábamos en la década de los 80, y Lorenzo buscaba alguien para gestionar la Comunidad de Regantes de Pulpí. Pensaba que un joven con iniciativa podría ayudarle.
- ¿Belmonte pensaba ya en el trasvase del Negratín?
- Todavía no. Entonces existían otras urgencias a corto plazo. Lo primero fue consolidar la estructura de la Comunidad y conseguir agua, porque la sociedad se creó prácticamente sin derechos sobre recursos hídricos. Contábamos con cuatro pozos tan salinizados que eran inutilizables. Los primeros 15 ó 20 años los dedicamos en exclusiva a buscar agua.
- Sin embargo, hoy es una Comunidad muy relevante.
- Es la que cuenta con más superficie de riego. Fue de las primeras en modernizar sus sistemas de distribución; en monitorizar los datos y en telemedida. Sin embargo, aún continuamos sin consolidar recursos hídricos de manera suficiente y permanente. Pero la comunidad con más historia del Levante almeriense es la de Cuevas del Almanzora, sin lugar a dudas.
- En aquellos años de finales de los 80, ¿qué había en la agricultura pulpileña?
- Almendros y olivos de secano. También se plantaban tomateras regadas con agua salada, alfalfa y poco más. Hace 40 años no había prácticamente nada.
- Cuando ministros y secretarios de Estado proponen volver a los cultivos tradicionales, ¿es eso lo que quieren para nuestra comarca?
- Al menos, eso dan a entender. A todos nos gusta la agricultura tradicional, sin embargo, mantener el nivel de vida que disfrutamos en la zona precisa una producción mucho mayor que la del huertecillo o el bancal. Se consigue con sistemas de cultivo modernos. Cuando escucho que antes se vivía mejor, siempre recuerdo que carecíamos de corriente eléctrica en condiciones, no teníamos coche ni televisión ni el 90% de los objetos que hoy consideramos imprescindibles. La gente se moría a los 60 sin asistencia médica. Hay que conservar lo antiguo, pero permanecer abiertos a las nuevas técnicas, a consolidar los regadíos y a seguir avanzando. No hacerlo es retroceder.
- Usted fue uno de los promotores del trasvase del Negratín, ¿qué balance hace veinte años después?
- Nos ha permitido salir de una economía de subsistencia para ser lo que hoy somos. Transformó por completo el Levante almeriense. Es uno de esos milagros que salen una vez de cada millón de intentos. Era impensable que, desde la iniciativa privada, se consiguiera poner en marcha el engranaje burocrático suficiente para hacer realidad el trasvase. Tuvimos que inventarlo todo, porque en España no había existido nada semejante. Trasvases, sí, pero siempre desde lo público. Aquí se encajó el interés general con el particular. Soportarlo documentalmente requirió un esfuerzo titánico de ingeniería administrativa. Además, tuvimos que emprender largos procesos de negociación con los diferentes partidos políticos, porque no todos lo vieron bien al principio. Tengo que reconocer el esfuerzo realizado por la entonces ministra de Medio Ambiente, Isabel Tocino. Creyó en el proyecto y apostó por él. Conseguimos adelantarlo al Plan Hidrológico Nacional, y fue nuestra suerte, porque, si no, habría quedado en agua de borrajas, exactamente igual que el trasvase del Ebro. Ése mérito le corresponde a la señora Tocino.
- ¿Por qué tanto mérito a los políticos por una obra que todavía están pagando los regantes? No les han regalado nada.
- Porque se trataba de un asunto tan complejo que, nosotros solos, no habríamos sido capaces de culminar. Teníamos capacidad, pero el Gobierno no nos habría permitido administrar un recurso público como el agua de manera privada. Nosotros pagamos el proyecto y todos los estudios previos. Después, el Estado anticipó a las constructoras el coste de ejecución de la obra, que estamos devolviendo con un préstamo a 50 años. Hablamos de unos trabajos que multiplicaron por cinco su presupuesto inicial para terminar costando 180 millones de euros. No todo se puede achacar a una mala gestión, porque se incorporaron al proyecto muchas infraestructuras no previstas, como las centrales hidroléctricas. Pero, aunque finalmente pagábamos los regantes, la administración pública se arrogó el control y la dirección de la conducción. No obstante, lo importante es que se hizo una gran obra desde el punto de vista social y técnico. - ¿No tuvieron la oportunidad de negociar los precios de ejecución con las constructoras?
- No. La Administración funciona a su manera. Para que se haga una idea, los regantes de la comarca propusimos al Ministerio reparar la desaladora de la vergüenza con nuestro dinero. Nos contestaron con un camión de argumentos jurídicos que hacían imposible nuestra idea. Aún me cuesta entender cómo diantres nos permitió el Gobierno ejecutar una obra pública de las características del trasvase del Negratín. Es verdad que tuvimos que tragar carros y carretas desde el punto de vista financiero, pero la conducción se hizo en tiempo récord y ha transformado la comarca, aportando desde su puesta en marcha miles y miles de millones de euros en valor añadido.
- ¿Tendrá resultados semejantes la transformación que proporcionará la gran área logística prevista junto al Corredor Mediterráneo en Pulpí?
- Sin lugar a dudas. Yo fui uno de sus defensores. Surgió con la misma filosofía que el trasvase. Es una necesidad imperiosa para dar salida al volumen productivo de la comarca de forma moderna, más barata y respetuosa con el medio ambiente. Los empresarios de la zona entendieron que reportará un gran beneficio y han impulsado el proyecto. Tampoco ha sido fácil. Fue preciso consensuar la ubicación del puerto seco, sentar en la misma mesa a los 17 empresarios más importantes de la comarca, constituir una sociedad y aportar dinero. Después, convencer al Gobierno de incorporar el área logística de Pulpí al trazado del Corredor Mediterráneo, porque ya estaban todas definidas en el proyecto, y la nuestra no existía. En definitiva, mucho trabajo, pero con la satisfacción de que ya estamos a punto de dar el paso definitivo: Empezar a construir.
- ¿Qué extensión ocupará?
- Unas 50 Has. La ubicación es perfecta. Entre la autopista y las vías del ferrocarril. Considero que es una gran ocasión. Las oportunidades se presentan y hay que aprovecharlas. La mayoría de las veces no se consigue. Pero en este caso, al igual que en el del Negratín, la necesidad nos obligó a movernos. Los empresarios que se han implicado, pusieron su dinero y han corrido riesgos, como que la vía nunca se hiciera, sin embargo, ya está muy cerca de ser realidad.
- Procede de la enseñanza, no obstante, ha ejercido importantes responsabilidades en el mundo de la agricultura, ¿cómo se produjo ese cambio?
- En realidad, mis orígenes están en el campo. Soy hijo de agricultores y yo también lo fui, aunque después me dediqué a la educación. Lorenzo [Belmonte, cofundador de Primaflor] fue el culpable de que volviera definitivamente a la tierra. Me buscó, y cuando él ponía el ojo en alguien, era muy difícil escapar.
- ¿Qué edad tenía?
- 35 años.
- ¿Por qué le buscó Lorenzo Belmonte?
- Él es una persona capaz de ver lo que pasa desapercibido para los demás. Pensó que yo podría jugar un papel importante y apostó por mí.
- ¿Para qué?
- Estábamos en la década de los 80, y Lorenzo buscaba alguien para gestionar la Comunidad de Regantes de Pulpí. Pensaba que un joven con iniciativa podría ayudarle.
- ¿Belmonte pensaba ya en el trasvase del Negratín?
- Todavía no. Entonces existían otras urgencias a corto plazo. Lo primero fue consolidar la estructura de la Comunidad y conseguir agua, porque la sociedad se creó prácticamente sin derechos sobre recursos hídricos. Contábamos con cuatro pozos tan salinizados que eran inutilizables. Los primeros 15 ó 20 años los dedicamos en exclusiva a buscar agua.
- Sin embargo, hoy es una Comunidad muy relevante.
- Es la que cuenta con más superficie de riego. Fue de las primeras en modernizar sus sistemas de distribución; en monitorizar los datos y en telemedida. Sin embargo, aún continuamos sin consolidar recursos hídricos de manera suficiente y permanente. Pero la comunidad con más historia del Levante almeriense es la de Cuevas del Almanzora, sin lugar a dudas.
- En aquellos años de finales de los 80, ¿qué había en la agricultura pulpileña?
- Almendros y olivos de secano. También se plantaban tomateras regadas con agua salada, alfalfa y poco más. Hace 40 años no había prácticamente nada.
- Cuando ministros y secretarios de Estado proponen volver a los cultivos tradicionales, ¿es eso lo que quieren para nuestra comarca?
- Al menos, eso dan a entender. A todos nos gusta la agricultura tradicional, sin embargo, mantener el nivel de vida que disfrutamos en la zona precisa una producción mucho mayor que la del huertecillo o el bancal. Se consigue con sistemas de cultivo modernos. Cuando escucho que antes se vivía mejor, siempre recuerdo que carecíamos de corriente eléctrica en condiciones, no teníamos coche ni televisión ni el 90% de los objetos que hoy consideramos imprescindibles. La gente se moría a los 60 sin asistencia médica. Hay que conservar lo antiguo, pero permanecer abiertos a las nuevas técnicas, a consolidar los regadíos y a seguir avanzando. No hacerlo es retroceder.
- Usted fue uno de los promotores del trasvase del Negratín, ¿qué balance hace veinte años después?
- Nos ha permitido salir de una economía de subsistencia para ser lo que hoy somos. Transformó por completo el Levante almeriense. Es uno de esos milagros que salen una vez de cada millón de intentos. Era impensable que, desde la iniciativa privada, se consiguiera poner en marcha el engranaje burocrático suficiente para hacer realidad el trasvase. Tuvimos que inventarlo todo, porque en España no había existido nada semejante. Trasvases, sí, pero siempre desde lo público. Aquí se encajó el interés general con el particular. Soportarlo documentalmente requirió un esfuerzo titánico de ingeniería administrativa. Además, tuvimos que emprender largos procesos de negociación con los diferentes partidos políticos, porque no todos lo vieron bien al principio. Tengo que reconocer el esfuerzo realizado por la entonces ministra de Medio Ambiente, Isabel Tocino. Creyó en el proyecto y apostó por él. Conseguimos adelantarlo al Plan Hidrológico Nacional, y fue nuestra suerte, porque, si no, habría quedado en agua de borrajas, exactamente igual que el trasvase del Ebro. Ése mérito le corresponde a la señora Tocino.
- ¿Por qué tanto mérito a los políticos por una obra que todavía están pagando los regantes? No les han regalado nada.
- Porque se trataba de un asunto tan complejo que, nosotros solos, no habríamos sido capaces de culminar. Teníamos capacidad, pero el Gobierno no nos habría permitido administrar un recurso público como el agua de manera privada. Nosotros pagamos el proyecto y todos los estudios previos. Después, el Estado anticipó a las constructoras el coste de ejecución de la obra, que estamos devolviendo con un préstamo a 50 años. Hablamos de unos trabajos que multiplicaron por cinco su presupuesto inicial para terminar costando 180 millones de euros. No todo se puede achacar a una mala gestión, porque se incorporaron al proyecto muchas infraestructuras no previstas, como las centrales hidroléctricas. Pero, aunque finalmente pagábamos los regantes, la administración pública se arrogó el control y la dirección de la conducción. No obstante, lo importante es que se hizo una gran obra desde el punto de vista social y técnico. - ¿No tuvieron la oportunidad de negociar los precios de ejecución con las constructoras?
- No. La Administración funciona a su manera. Para que se haga una idea, los regantes de la comarca propusimos al Ministerio reparar la desaladora de la vergüenza con nuestro dinero. Nos contestaron con un camión de argumentos jurídicos que hacían imposible nuestra idea. Aún me cuesta entender cómo diantres nos permitió el Gobierno ejecutar una obra pública de las características del trasvase del Negratín. Es verdad que tuvimos que tragar carros y carretas desde el punto de vista financiero, pero la conducción se hizo en tiempo récord y ha transformado la comarca, aportando desde su puesta en marcha miles y miles de millones de euros en valor añadido.
- ¿Tendrá resultados semejantes la transformación que proporcionará la gran área logística prevista junto al Corredor Mediterráneo en Pulpí?
- Sin lugar a dudas. Yo fui uno de sus defensores. Surgió con la misma filosofía que el trasvase. Es una necesidad imperiosa para dar salida al volumen productivo de la comarca de forma moderna, más barata y respetuosa con el medio ambiente. Los empresarios de la zona entendieron que reportará un gran beneficio y han impulsado el proyecto. Tampoco ha sido fácil. Fue preciso consensuar la ubicación del puerto seco, sentar en la misma mesa a los 17 empresarios más importantes de la comarca, constituir una sociedad y aportar dinero. Después, convencer al Gobierno de incorporar el área logística de Pulpí al trazado del Corredor Mediterráneo, porque ya estaban todas definidas en el proyecto, y la nuestra no existía. En definitiva, mucho trabajo, pero con la satisfacción de que ya estamos a punto de dar el paso definitivo: Empezar a construir.
- ¿Qué extensión ocupará?
- Unas 50 Has. La ubicación es perfecta. Entre la autopista y las vías del ferrocarril. Considero que es una gran ocasión. Las oportunidades se presentan y hay que aprovecharlas. La mayoría de las veces no se consigue. Pero en este caso, al igual que en el del Negratín, la necesidad nos obligó a movernos. Los empresarios que se han implicado, pusieron su dinero y han corrido riesgos, como que la vía nunca se hiciera, sin embargo, ya está muy cerca de ser realidad.