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PASEO ABAJO/Juan Torrijos
Los cohetes de las fiestas de Alhabia, con nuevo alcalde y del PP, la gran novedad del Río, dejaban de cruzar los cielos, y con ellos la vuelta a la tranquilidad de ciudadanos y de canes, que soportan en estos días de verano los, unas veces el colorido de sus fuegos artificiales y en otras la explosión de esos cohetes y tracas que llenan nuestros pueblos en fechas y días de fiesta.
El ruido, estará usted de acuerdo, es una molestia a tener en cuenta. Desde el timbre martilleante del despertador, hasta el sonido del camión de la basura a lo largo de la noche, nos ponen, nos encocoran, nos enfurecen. Nos joden el tan necesario descanso.
Uno entiende que los animalistas se quejen de que esos ruidos molestan también a los animales. La ventaja es que los animales no tienen móvil, y que los camiones de recogida de residuos habitualmente su jornada laboral no discurre por donde ellos viven.
Si a usted le cantan, con la compañía de una sonata a las dos o las tres de la mañana debajo de su ventana un hermoso bolero o un mayo, lo mismo lo agradece, pero si eso ocurre durante varios días en sus noches y durante toda ella, ya no le veo esa cara de felicidad de otras veces.
Si debajo de las ramas donde el animal pasa las horas nocturnas, unos humanos encienden un fogata, se dan a la bebida y al cante durante algunas horas, seguro que le joden, con perdón, el descanso de ese día. Es entendible, por lo tanto, que los animalistas exijan que se acabe con esas prácticas que no dejan descansar a los pajarillos que van cantando durante el día, y que esperan la noche para descansar.
La fiesta de Rocío se ha convertido en un fin para este grupo, y aunque no hayan hecho mucho ruido en la celebración de la gran fiesta de Almonte este año, ya han dejado claros sus exigencias. El camino del Rocío, la fiesta en la aldea, como pasará con el tiempo con el Cristo de la Luz en Dalías, las tracas y cohetes de las fiestas de los pueblos tienen que acabar. Hay que proteger la vida de los animales. Estoy de acuerdo con ellos.
¿Está usted de acuerdo con ellos? No me lo puedo creer.
Deben ser los años que a todos nos cambian, pero es que los ruidos acaban con la tranquilidad, lo deben entender ustedes.
De todos es conocido cómo desaparecen los canes de los pueblos y ciudades, o se esconden debajo de las camas en cuanto los cohetes hacen su presencia en las tardes de fiesta. En Dalías no queda ni uno en las fastuosas, memorables y ruidosas fiestas del Cristo.
Que se apaguen las campanas de las torres, que las mujeres no canten tras las ventanas, que las procesiones no lleven bandas de cornetas y tambores, que anulemos los conciertos y las fiestas al aire libre, que los castillos de fuegos artificiales no iluminen las noches de nuestras ciudades. Y que los camiones de recogida de basuras no salgan de noche a molestar a los vecinos. Si tenemos que luchar a favor de los animales, que a todos nos parece que es un derecho, no nos olvidemos de las molestias que reciben los seres humanos.
Da la impresión de que últimamente los ciudadanos no tienen derechos, que todo se ha convertido en deberes para ellos. Y algunos nos estamos cansando de tanta tontería. Que sí, coño, que hay que defender la tranquilidad y la vida de los animales, y de la nuestra ¿quién se preocupa?
A los políticos y sus amigos no los veo que anden por la vida del ciudadano de la calle, solo andan pensando en ellos, en su privilegiada casta y en los pobres animales.
¡Abajo los cohetes!
Y que me dicen ustedes de los caracoles. Que de lo come se cría. Pues están empeñados en que dejemos de comer caracoles. Otro día.
El ruido, estará usted de acuerdo, es una molestia a tener en cuenta. Desde el timbre martilleante del despertador, hasta el sonido del camión de la basura a lo largo de la noche, nos ponen, nos encocoran, nos enfurecen. Nos joden el tan necesario descanso.
Uno entiende que los animalistas se quejen de que esos ruidos molestan también a los animales. La ventaja es que los animales no tienen móvil, y que los camiones de recogida de residuos habitualmente su jornada laboral no discurre por donde ellos viven.
Si a usted le cantan, con la compañía de una sonata a las dos o las tres de la mañana debajo de su ventana un hermoso bolero o un mayo, lo mismo lo agradece, pero si eso ocurre durante varios días en sus noches y durante toda ella, ya no le veo esa cara de felicidad de otras veces.
Si debajo de las ramas donde el animal pasa las horas nocturnas, unos humanos encienden un fogata, se dan a la bebida y al cante durante algunas horas, seguro que le joden, con perdón, el descanso de ese día. Es entendible, por lo tanto, que los animalistas exijan que se acabe con esas prácticas que no dejan descansar a los pajarillos que van cantando durante el día, y que esperan la noche para descansar.
La fiesta de Rocío se ha convertido en un fin para este grupo, y aunque no hayan hecho mucho ruido en la celebración de la gran fiesta de Almonte este año, ya han dejado claros sus exigencias. El camino del Rocío, la fiesta en la aldea, como pasará con el tiempo con el Cristo de la Luz en Dalías, las tracas y cohetes de las fiestas de los pueblos tienen que acabar. Hay que proteger la vida de los animales. Estoy de acuerdo con ellos.
¿Está usted de acuerdo con ellos? No me lo puedo creer.
Deben ser los años que a todos nos cambian, pero es que los ruidos acaban con la tranquilidad, lo deben entender ustedes.
De todos es conocido cómo desaparecen los canes de los pueblos y ciudades, o se esconden debajo de las camas en cuanto los cohetes hacen su presencia en las tardes de fiesta. En Dalías no queda ni uno en las fastuosas, memorables y ruidosas fiestas del Cristo.
Que se apaguen las campanas de las torres, que las mujeres no canten tras las ventanas, que las procesiones no lleven bandas de cornetas y tambores, que anulemos los conciertos y las fiestas al aire libre, que los castillos de fuegos artificiales no iluminen las noches de nuestras ciudades. Y que los camiones de recogida de basuras no salgan de noche a molestar a los vecinos. Si tenemos que luchar a favor de los animales, que a todos nos parece que es un derecho, no nos olvidemos de las molestias que reciben los seres humanos.
Da la impresión de que últimamente los ciudadanos no tienen derechos, que todo se ha convertido en deberes para ellos. Y algunos nos estamos cansando de tanta tontería. Que sí, coño, que hay que defender la tranquilidad y la vida de los animales, y de la nuestra ¿quién se preocupa?
A los políticos y sus amigos no los veo que anden por la vida del ciudadano de la calle, solo andan pensando en ellos, en su privilegiada casta y en los pobres animales.
¡Abajo los cohetes!
Y que me dicen ustedes de los caracoles. Que de lo come se cría. Pues están empeñados en que dejemos de comer caracoles. Otro día.