“No hay avionetas capaces de hacer desaparecer nubes”

La ciencia desmiente el mito del tío que espanta las lluvias a bordo de un aeroplano. Admite que es posible actuar “para provocar precipitaciones, evitar el granizo y disipar nieblas, pero nada más”



ALMERÍA HOY / 30·06·2023

En Almería y en todo el sureste español es un tema recurrente culpar de la falta de precipitaciones a supuestas avionetas antilluvia. No faltan personas que miran al cielo y sorprenden estelas dibujadas entre las nubes en días encapotados que no dejan ni una sola de agua. Incluso existen asociaciones cuya finalidad es combatir a esos presuntos agentes encargados de disolver nubes y/o sembrar el aire de sustancias dispersadas para controlar a la humanidad.

Sin embargo, científicos como Juan Esteban Palenzuela -licenciado en Física y en Ciencias y Técnicas Estadísticas, además de meteorólogo del Estado desde 1991 y, en la actualidad, responsable de AEMET (Agencia Estatal de Meteorología) en el área de Murcia- lo desmiente categóricamente: “Una avioneta no puede hacer desaparecer una nube que contiene cientos de miles de toneladas de agua. Ni una ni muchas”.

El físico admite que en determinados lugares y ocasiones se actúa “puntualmente” para “provocar lluvias moderadas, evitar granizo y tratar de reducir nieblas”. Descarta que exista actualmente “posibilidad técnica” de impedir lluvias y, cuando se ha obrado sobre las nubes, han sido “actuaciones muy locales”. Señala que eran prácticas de la antigua URSS con el fin de “evitar nevadas tremendas” en las ciudades provocando precipitaciones antes de que llegaran allí las nubes, pero sólo podían incidir sobre un 5%, como mucho en el 10%, de esos grandes almacenes atmosféricos de agua.

Palenzuela destaca que esas técnicas actúan “sobre el tiempo, nunca contra el clima”. El matiz es importante. Explica que “el tiempo es la incidencia meteorológica que ocurre en un momento dado, mientras que el clima es la historia de esos sucesos a lo largo de un periodo no menor a 30 años. Es decir, el clima sería la película y el tiempo un solo fotograma”.

Sobre la coincidencia de la presencia de estelas de aviones en días encapotados durante los que no ha caído ni una gota, Palenzuela opone que no prueban nada. Apunta que en las provincias de Murcia, Alicante, Albacete y Almería hay “un gran movimiento aéreo”. Sólo el aeródromo militar de San Javier genera “más de 30.000 operaciones al año”. Son vuelos de instrucción que “siempre se han de realizar de forma visual, es decir, fuera de nubes”. Por otra parte, los vídeos que se comparten en internet pueden reflejar “actuaciones para cambios de tiempo en otros países”.

En España existe una normativa que regula ese tipo de intervenciones. Se remonta a un Real Decreto de 1981 y establece que “cualquier acción en ese sentido “requiere una autorización del Ministerio hoy denominado para la Transición Ecológica”. Palenzuela también descarta la teoría conspirativa de los chemtrails’, que plantea la creencia de que las estelas químicas de larga duración que dejan los aviones son agentes químicos o biológicos emitidos a la atmósfera con fines nefastos no revelados.

Sin embargo, para el científico, los llamados chemtrails son “estelas de condensación generadas por la mezcla de los gases de combustión del carburante con el aire exterior, mucho más frío, que se transforma en gotas de agua o, incluso, cristales de hielo. Siempre han existido, pero son más evidentes en la actualidad por el incremento de tráfico aéreo, sobre todo cuando los cielos están despejados”.

El responsable de AEMET insiste en que “se puede actuar sobre las nubes, pero no hay capacidad ni recursos para hacerlo sobre el clima.” De ser cierto, “emitir sustancias a 10 kilómetros de altura no tendría ningún efecto sobre las personas porque no llegarían al suelo”. Además, Palenzuela destaca que, cuando se ha investigado de manera científica, “no se ha probado que exista una actuación, y mucho menos un plan secreto de fumigación a gran escala para actuar sobre las personas”.

CAMBIO CLIMÁTICO

En cambio, sí existe certeza sobre el cambio climático. Los informes científicos revelan una y otra vez que “es irreversible”, pero hay que evitar ser “catastrofistas”. Explica Palenzuela que caminamos hacia “otras condiciones climatológicas y tendremos que adaptarnos para vivir en ellas”. Los países mediterráneos “serán los más perjudicados, mientras que los más próximos a los polos, como los escandinavos, saldrán beneficiados”.

El científico expone que ese cambio “es constante y siempre ha ocurrido”. Añade que “históricamente” se han desarrollado ciclos en “periodos muy largos”, pero la acción del hombre ha supuesto que esos periodos sean más rápidos. “Ahora ocurre en apenas unas décadas lo que antes tardaba siglos en suceder”.

Si analizamos los datos de precipitaciones en el ámbito de la Confederación Hidrográfica del Segura, observamos que “cada vez llueve menos y tenemos periodos de sequía más largos, menos días de precipitaciones pero se recogen al año más o menos los mismos litros por metro cuadrado”. Eso indican los registros acumulados desde 1950, año en que comenzó a tratarse de forma sistemática la información relcionada con el tiempo. Cuando llueve lo hace de manera “más intensa. Se incrementan las precipitaciones extremas”.

Cada vez que ocurre un fenómeno extraño, nos preguntamos si es consecuencia del cambio climático, “pero no lo es”. Los científicos sí han observado la “mayor intensidad y recurrencia” con que se producen esos episodios, hasta ahora no tan frecuentes. “Hemos de fijarnos en las tendencias. Sequías en la zona hemos tenido siempre. Cabo de Gata es la zona con menos precipitaciones de Europa en toda la Historia. Tenemos que fijarnos en sí son más frecuentes e intensas”, indica Palenzuela.

El meteorólogo tiene pocas esperanzas en que esa deriva del clima pueda atenuarse, porque requiere un “compromiso internacional” y ve muy difícil alcanzar acuerdos. “No sirve para nada actuar de manera singular si no existe un compromiso global. De nada vale que unos reduzcan sus emisiones si otros las incrementan”.

En cualquier caso, recuerda que los gases de invernadero “tienen cientos de años de vida. Aunque dejáramos de emitirlos ahora, seguirán actuando los que ya están en la atmósfera”.