“Me he devorado a mí misma y ahora soy un edificio derruido”

Noemí Martínez Mateos es una ingeniera de 47 años que padece anorexia desde los 14. Tras mucho tiempo de postración, sacó fuerzas para contar su experiencia en un libro



ALMERÍA HOY / 24·06·2023

Noemí Martínez Mateos es una ingeniera de 47 años que padece anorexia desde los 14. Tras mucho tiempo de postración, sacó fuerzas para contar su experiencia en un libro. ‘No e vida’ es su contribución para que otras personas superen un trastorno que ella no ha logrado vencer.

- ¿Recuerda desde cuándo sufre anorexia?
- Desde los 14 años. A esa edad empecé a hacer tonterías con la comida. Este problema tiene una raíz muy importante, que es una falta de autoestima tremenda. Yo no estaba satisfecha con nada de lo que hacía y necesitaba refugiarme en algo. Como no encontraba amparo en personas, derivé mi frustración en la comida.
- ¿Es posible encontrar refugio en no comer?
- O en comer y vomitar. Me provocaba vómitos todos los días.
- ¿Qué le acuciaba tanto hasta el punto de intentar resolverlo de esa manera?
- Sentía un vacío interior desde que nací. Me asaltaba el pensamiento recurrente de que no debía estar viviendo. Y eso a pesar de que he hecho muchas cosas, porque siempre he sido muy activa, pero nunca me ha parecido suficiente.
- Usted es ingeniera, ¿cómo pudo compatibilizar la Universidad y el trabajo con la anorexia?
- A veces me pregunto cómo pude aguantar tanto tiempo. Al acabar los estudios, fui profesora hasta los 35 años. No es lo normal. No conozco a nadie con mi problema que haya hecho algo similar. Esta enfermedad comienza como un trastorno de conducta que rápidamente afecta al físico. Genera un montón de secuelas. Los huesos se descalcifican; los dientes caen… Son muchas las consecuencias de una pésima alimentación. No es normal mantenerse en el mundo laboral en esas condiciones hasta la edad que yo llegué. El cuerpo me avisó y me resultó imposible seguir trabajando.
- ¿Cuál es su actual peso?
- Entre 28 y 29 kilos.
- ¿Qué edad tiene?
- 47 años, pero visto la talla de una niña de diez. Me he consumido a mí misma. Por eso quiero apelar a la cordura de las personas que sufren el mismo mal que yo. Que se cuiden y pongan en manos de los especialistas. No quiero que acaben como yo, devorándose. Ahora soy un edificio derruido.
- ¿Cómo han llevado este problema sus padres y las personas que la quieren?
- Con enorme sufrimiento. Es la carga más fuerte que he tenido que soportar. El problema salpica a todo el entorno y lo sabes. Te sientes peor por ellos. El enfermo no piensa en él. Lo que realmente quiere es desaparecer.
- ¿Cuál es la situación más dura a la que se ha tenido que enfrentar?
- A un aborto que tuve. O, para ser precisa, que tuvimos mi marido y yo, porque entiendo que el hijo no pertenece sólo a la mujer; lo perdimos los dos. Fue la situación que más me ha marcado. También la muerte de mis abuelos. Sobre todo, la de mi abuelo. Ha sido el pilar fundamental de mi vida. Estaba siempre dispuesto a hacer lo que fuera por mí. Creo que la muerte de mi abuelo acabó con mi fe en poder salir de esto. Pero lo más importante para vencer a la anorexia es enfrentarse a tiempo a ella. Es necesario prevenirla. Saber que existe y que una niña no deja de comer o empieza a provocarse vómitos por capricho. Cuanto antes se aplique un tratamiento, más posibilidades de éxito hay.
- ¿Cuáles son los primeros síntomas que deben generar una alerta en las personas del entorno?
- Mis padres fueron conscientes de que tenía un problema cuando observaron que devolvía continuamente lo poco que comía. Yo hacía barbaridades y acabaron descubriéndome. Encontraron una bolsa llena de vómitos en mi cuarto.
- ¿No lo hacía en el baño?
- Es que no quería que se enterara nadie, y mi cuarto era mi refugio.
- ¿Ha acudido a especialistas?
- Sí. He llegado a estar ingresada en un hospital.
- ¿Y no le ha servido de nada? ¿no ha llegado nunca a recuperarse, aunque después recayera?
- Escribir el libro me ha significado una importante ayuda. He conseguido levantarme, porque cada año me pesa un montón. Vivía constantemente cansada y sin fuerzas para hacer nada. Admito que me abandoné demasiado y que el rechazo a la comida se convirtió en el patrón que rige mi vida.
- ¿Se siente del todo consumida?
- Sí, lo estoy. No es una percepción personal, me concedieron la baja por gran invalidez. Mi marido se ocupa de cuidarme en todo. Hasta en lo más elemental y básico. Yo no puedo ducharme sola.
- Ese dolor que observa en sus personas queridas, ¿no la empuja a luchar?
- Igual es algo relativo a mi personalidad. Me duele observar el sufrimiento de mi marido, pero, en lugar de reaccionar, acabo procurándome más daño.
- Entonces, ¿es usted una persona definitivamente vencida por la anorexia?
- ¡Noooo! Aunque lo que llevo no es vida. Me estoy suicidando lentamente. También he intentado morir tragándome un montón de pastillas, pero no lo he conseguido.
- ¿Qué aconseja a quienes, como usted, sufren este trastorno?
- A los enfermos, que no sean tan soberbios como yo he sido. Que hagan caso a los profesionales y a quienes les quieren. A mí me advirtieron a tiempo, pero ignoré los avisos y ahora me encuentro en esta situación. No me dejé socorrer. A esos les pido que se dejen ayudar. A los familiares y amigos, más que recomendar, les pido que no las presionen, pero que estén al lado de estas personas.
- ¿Cuál fue el desencadenante en usted?
- Haber sido siempre muy exigente conmigo misma.
- ¿Hasta dónde cree que podrá aguantar su cuerpo?
- Eso no puedo saberlo. Acabará cuando tenga que hacerlo. Mientras tanto, quiero contribuir a evitar a otros el infierno que he vivido y aún vivo.
- ¿Qué le dicen los médicos y los psicólogos?
- Asisto a las terapias, y todos me advierten que, si no cambio, poco pueden hacer ellos. Precisamente comencé a escribir el libro a partir de que, hace siete años, un psiquiatra me reconvino muy claramente. Me espetó que, o ponía más de mi parte, o moriría en breve. Me aseveró que me quedaban apenas unos días. Entonces pensé en contar mi experiencia para que pueda servir de ejemplo a los demás.
- ¿Escribir en vez de salvarse?
- Siempre me he preocupado por los demás. Sé que hay personas con el mismo trastorno que me siguen en las redes sociales y les estoy sirviendo de ayuda. Eso me conforta.
- ¿Se ha planteado que su ejemplo podría ser más eficaz si consiguiera superar la enfermedad?
- Claro. Mi mensaje es que no deben hacer aquello que me ha postrado en esta situación. Quiero contribuir a prevenir la enfermedad. Lo importante es que los afectados se dejen ayudar, y que la familia esté siempre al lado de ellos, pero sin presionarles. Es la única manera de salir. Conozco a un montón de gente que ha vencido la anorexia.