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SAVONAROLA
En más de una ocasión os he recordado, hermanos, cómo el Unigénito del Creador del Orbe -en adelante UCO- entró en el Templo y expulsó de allí a los mercaderes.
Pronto iba a ser la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Encontró en la Casa de Dios a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Con unas cuerdas trenzó un látigo y los echó a todos, con las ovejas y los bueyes; tiró las monedas de los cambistas y volcó las mesas. Y dijo a quienes vendían palomas: “¡Quitad todo esto de aquí! ¡No hagáis un mercado de la Casa de mi Padre!”
Harto sabéis, caros míos, que Dios está en todo y todo lo es. Encarnóse hace más de dos mil años en el Cristo, su Unigénito, que se hizo hombre por nosotros, y por nosotros fue sacrificado, murió, fue sepultado y resucitó al tercer día de entre los muertos, según cuentan las Sagradas Escrituras.
Desde entonces, como todo que es, el Padre se personifica constantemente en el Dios Pueblo. Sus fieles le dedican iglesias de cristal y, periódicamente, depositan en ellas ofrendas en forma de papeletas envueltas en pequeños sobres. Es una ceremonia sencilla. Una liturgia de votaciones que debe siempre ser sincera, pues de esa comunión de voluntades resulta el devenir de los intereses de la tribu del Señor.
No ha menester que os recuerde, mis queridos hermanos, cuán sagrado es ese acto. Como el Altísimo, es el alfa y el omega; el principio y el fin de todo. Por eso, si alguien osa mancillar el proceso angular de la humana convivencia, no es de extrañar que, del mismo modo que el UCO –Unigénito del Creador del Orbe- entró en el Templo y expulsó de allí, a golpe de fusta, a los mercaderes y cambistas que profanaban la casa del Padre, la UCO –Unidad Central Operativa de la Guardia Civil- irrumpiera para prender a presuntos ultrajadores de las urnas en que los hombres depositan su deseo. Y, como Jeremías, os digo: “Maldito el que hace la obra del señor con engaño.
Esto os digo porque entre vosotros, amadísimos hermanos, habitan quienes se otorgan a sí mismos el derecho a decidir por todos. Pusieron valor a la voluntad de sus iguales y, cual cambistas en el Templo de Yahvé, trocaron votos, ora por dinero, ora por empleos municipales y ora, también, por comida.
Diz que alguno pagó hasta 200 euros por ofrendas enviadas a la urna vía correo postal certificado, sellado, lacrado… y pisoteado al fin, pues el voto pagado, como el amor, ni es voto, ni amor ni nada que le parezca. Otros -abundan- procuraban seducir a la puerta de la estafeta, con tal énfasis en su empeño, que su galantería llegaba a devenir en acoso.
Cuentan, también, mis más dilectos discípulos, que, para colmo de escarnio y vilipendio, hubo quien usó la necesidad del prójimo para obrar el máximo sacrilegio que pueda perpetrarse en democracia.
Así, me refieren que, algunos de los más abyectos íncubos del abismo, no dudaron en canjear sufragios por cestas de comida pagadas con el dinero de todos. Los magos hacían saltar conejos, palomas o pañuelos de sus chisteras que cambiaban por instantes de ilusión. Empero del ajado sombrero de aquestas brujas del infierno, únicamente puede salir alguna rana, sierpe o fétido dragón de los submundos. El mal en suma.
Y del mal hay una larga historia labrada en la noche de los tiempos. Comenzó con el ángel caído que quiso invadir el cielo y despojar al Padre de su Reino. Siguió con la pérfida serpiente, cuya obra logró desterrar a la humanidad del Paraíso. Y se prolonga hasta hoy con luciferes de hogaño, condenados, como el de antaño, aunque indultados después.
¿Recordáis a un tal Cristóbal, a más nombre Fernández? ¿y a su hermana Charo? Ambos fueron convictos, reos y penados al infierno de la inhabilitación por comprar el voto a sus paisanos. Mas héteme aquí que un Zapatero -¿por qué no se dedicó a sus zapatos?- levantóles el castigo por tamaño sacrilegio.
Aunque, si me apuráis, carísimos hermanos en Cristo, como expiación, quizás les baste observar que desde la acera de enfrente, sus adversarios parecen haberles adelantado a entrambos en destreza a la hora de perpetrar el mismo pecado del que fueron aventajados maestros.
Sin embargo, nunca fue condenada otra presunta profesora del mal, la infamia y la iniquidad. Más que ilustre, lustrosa campeona, dicen, inflando censos y adelgazando vergüenzas. Ni siquiera ha sido procesada. Ningún juez observó importancia en que hubiera gentes empadronadas en viviendas derruidas y hasta en la propia casa de la regidora. Pues, ¿existen alcaldes o alcaldesas con vecinos habitando su hogar? Mientras algunos sientan un pobre en su mesa, otras colocan votantes en su buzón.
Y, ¿acaso puede haber relevancia en que la secretaria personal de cierta primera… -no me atrevo a llamarla dama- sea grabada ofreciendo meter a algún Paco en el Ayuntamiento a cambio de que ese mismo Paco meta, en justa reciprocidad, lo que meter debiera en la urna? ¿o es que también vamos a malmeter con las cosas del meter?
Pues yo os digo, queridos míos, que no existe peor pecado que el cometido contra Dios, ya sea el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo o el Pueblo, que somos todos.
Y quien deba pagar que pague. Que se enfrente a la cólera del UCO –Unigénito del Creador del Orbe- o de la UCO –Unidad Central Operativa de la Guardia Civil-. En tanto, Vale.
Pronto iba a ser la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Encontró en la Casa de Dios a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Con unas cuerdas trenzó un látigo y los echó a todos, con las ovejas y los bueyes; tiró las monedas de los cambistas y volcó las mesas. Y dijo a quienes vendían palomas: “¡Quitad todo esto de aquí! ¡No hagáis un mercado de la Casa de mi Padre!”
Harto sabéis, caros míos, que Dios está en todo y todo lo es. Encarnóse hace más de dos mil años en el Cristo, su Unigénito, que se hizo hombre por nosotros, y por nosotros fue sacrificado, murió, fue sepultado y resucitó al tercer día de entre los muertos, según cuentan las Sagradas Escrituras.
Desde entonces, como todo que es, el Padre se personifica constantemente en el Dios Pueblo. Sus fieles le dedican iglesias de cristal y, periódicamente, depositan en ellas ofrendas en forma de papeletas envueltas en pequeños sobres. Es una ceremonia sencilla. Una liturgia de votaciones que debe siempre ser sincera, pues de esa comunión de voluntades resulta el devenir de los intereses de la tribu del Señor.
No ha menester que os recuerde, mis queridos hermanos, cuán sagrado es ese acto. Como el Altísimo, es el alfa y el omega; el principio y el fin de todo. Por eso, si alguien osa mancillar el proceso angular de la humana convivencia, no es de extrañar que, del mismo modo que el UCO –Unigénito del Creador del Orbe- entró en el Templo y expulsó de allí, a golpe de fusta, a los mercaderes y cambistas que profanaban la casa del Padre, la UCO –Unidad Central Operativa de la Guardia Civil- irrumpiera para prender a presuntos ultrajadores de las urnas en que los hombres depositan su deseo. Y, como Jeremías, os digo: “Maldito el que hace la obra del señor con engaño.
Esto os digo porque entre vosotros, amadísimos hermanos, habitan quienes se otorgan a sí mismos el derecho a decidir por todos. Pusieron valor a la voluntad de sus iguales y, cual cambistas en el Templo de Yahvé, trocaron votos, ora por dinero, ora por empleos municipales y ora, también, por comida.
Diz que alguno pagó hasta 200 euros por ofrendas enviadas a la urna vía correo postal certificado, sellado, lacrado… y pisoteado al fin, pues el voto pagado, como el amor, ni es voto, ni amor ni nada que le parezca. Otros -abundan- procuraban seducir a la puerta de la estafeta, con tal énfasis en su empeño, que su galantería llegaba a devenir en acoso.
Cuentan, también, mis más dilectos discípulos, que, para colmo de escarnio y vilipendio, hubo quien usó la necesidad del prójimo para obrar el máximo sacrilegio que pueda perpetrarse en democracia.
Así, me refieren que, algunos de los más abyectos íncubos del abismo, no dudaron en canjear sufragios por cestas de comida pagadas con el dinero de todos. Los magos hacían saltar conejos, palomas o pañuelos de sus chisteras que cambiaban por instantes de ilusión. Empero del ajado sombrero de aquestas brujas del infierno, únicamente puede salir alguna rana, sierpe o fétido dragón de los submundos. El mal en suma.
Y del mal hay una larga historia labrada en la noche de los tiempos. Comenzó con el ángel caído que quiso invadir el cielo y despojar al Padre de su Reino. Siguió con la pérfida serpiente, cuya obra logró desterrar a la humanidad del Paraíso. Y se prolonga hasta hoy con luciferes de hogaño, condenados, como el de antaño, aunque indultados después.
¿Recordáis a un tal Cristóbal, a más nombre Fernández? ¿y a su hermana Charo? Ambos fueron convictos, reos y penados al infierno de la inhabilitación por comprar el voto a sus paisanos. Mas héteme aquí que un Zapatero -¿por qué no se dedicó a sus zapatos?- levantóles el castigo por tamaño sacrilegio.
Aunque, si me apuráis, carísimos hermanos en Cristo, como expiación, quizás les baste observar que desde la acera de enfrente, sus adversarios parecen haberles adelantado a entrambos en destreza a la hora de perpetrar el mismo pecado del que fueron aventajados maestros.
Sin embargo, nunca fue condenada otra presunta profesora del mal, la infamia y la iniquidad. Más que ilustre, lustrosa campeona, dicen, inflando censos y adelgazando vergüenzas. Ni siquiera ha sido procesada. Ningún juez observó importancia en que hubiera gentes empadronadas en viviendas derruidas y hasta en la propia casa de la regidora. Pues, ¿existen alcaldes o alcaldesas con vecinos habitando su hogar? Mientras algunos sientan un pobre en su mesa, otras colocan votantes en su buzón.
Y, ¿acaso puede haber relevancia en que la secretaria personal de cierta primera… -no me atrevo a llamarla dama- sea grabada ofreciendo meter a algún Paco en el Ayuntamiento a cambio de que ese mismo Paco meta, en justa reciprocidad, lo que meter debiera en la urna? ¿o es que también vamos a malmeter con las cosas del meter?
Pues yo os digo, queridos míos, que no existe peor pecado que el cometido contra Dios, ya sea el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo o el Pueblo, que somos todos.
Y quien deba pagar que pague. Que se enfrente a la cólera del UCO –Unigénito del Creador del Orbe- o de la UCO –Unidad Central Operativa de la Guardia Civil-. En tanto, Vale.