La campaña electoral en la antigua Roma


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DOMINGO ORTIZ

Ahora que nos encontramos en pleno proceso de las elecciones políticas, parece que nos hemos olvidado de todo; o tal vez sea que queremos fabricar la historia a nuestro gusto… la historia no se cambia. Nuestra historia es la que es, no la podemos cambiar, las cosas pasan en su momento, con el caldo de cultivo que explica el plato entero. No podemos aislar los acontecimientos históricos. y como dice el dicho popular: ‘la Historia se repite’. No estaría de más recordar el pasado sobre el origen de las elecciones en época romana.

A lo largo de la historia, las elecciones han suscitado un gran interés y han desatado las más variadas pasiones. Las de la antigua Roma tienen algunos puntos en común con las actuales, sobre todo en lo que se refiere a las técnicas para pedir el voto, pero también importantes diferencias. Una buena red de relaciones, dinero y carisma era la clave del éxito electoral entre los romanos.

El proceso electoral que mejor conocemos es el que llevaba a la elección de los cónsules, el cargo político más alto de la República romana. El primer caso era inscribirse como candidato. Para ello se requerían las siguientes condiciones: ser ciudadano romano y estar correctamente inscrito en el censo, haber cumplido 42 años, haber sido antes cuestor, edil y pretor, no desempeñar otro cargo y no estar sometido a ningún proceso criminal. Si el candidato provenía de una familia adinerada y poderosa, tenía bastantes más ventajas que alguien en cuyo árbol genealógico no hubiera ningún antiguo cónsul que diera autoridad y prestigio a su candidatura.

Cualidades del candidato

Era necesario también un considerable presupuesto para financiar la campaña, cerca de un millón de sestercios (unos dos millones de euros de hoy en día) o incluso más. Para reunir esta suma, el candidato recurría a la familia, los amigos y la clientela influyente, entre la que podía haber hombres de negocios que esperaban obtener algún beneficio a cambio de su apoyo. A la hora de recuperar lo invertido había que contar con que el cargo no era remunerado y que, al ocuparlo sólo durante un año, el plazo para sacar provecho del poder era muy limitado. Mayor esperanza había en que, tras el consulado, al interesado le tocara en suerte el gobierno de alguna provincia de la que sacar sustanciosos beneficios. A estos requisitos legales y económicos habría que añadir los relacionados con el carisma del futuro líder: capacidad de trabajo, integridad de vida, inteligencia para actuar con sabiduría en cada ocasión, y sobre todo auctoritas, una palabra latina de difícil definición que vendría a significar la capacidad de una persona para atraer la fidelidad y el respeto de los demás. Las acciones anteriores, como los éxitos políticos y militares, y las promesas de futuros favores era una excelente carta de presentación del candidato.

En Roma no existían partidos políticos como lo entendemos hoy en día, Para todo candidato, la clave para ganar consistía en contar con una extensa red de relaciones personales. Tenía que recordar a los que le debían favores que ahora era el momento de devolverlos. Pero eso no era suficiente. En campaña había que conseguir el apoyo de muchas más personas, sobre todo entre las clases de los senadores y caballeros (clase ecuestre). Era importante contar asimismo con el entusiasmo de los jóvenes y su empuje para ganar adeptos y popularidad. Los candidatos más hábiles intentaban atraerse también a sus enemigos por medio de excusas y promesas de favores y reconciliación. ¿Os recuerda esto a un maquiavélico político municipal actual…?

El sistema electoral

El candidato conocía perfectamente el funcionamiento del sistema electoral romano y eso le permitía orientar su campaña buscando los votos en el electorado adecuado. En Roma, las elecciones de cónsules y pretores se realizaban a través de los comicios centuriados, a los que estaban convocadas las centurias. Estas eran la división del pueblo para la emisión del voto. Para decidir el voto de una centuria sus componentes iban pasando por un estrecho puente donde un ayudante les entregaba una tablilla. En ella debían consignar el nombre del candidato y, acto seguido, depositarla en la urna.

Políticos en campaña

Existen huellas de este pasado electoral y de las proyecciones de las campañas, por ejemplo en las ruinas de la ciudad de Pompeya, y conservados gracias a la erupción del Vesubio en el año 79. Grupos de seguidores buscaban los mejores lugares para los graffiti. Aquí una pequeña muestra de algunos grafitis electorales. Se elegía a dos duumviros, que se ocupaban de los asuntos más importantes y a dos ediles, encargados de mercados, espectáculos y orden público. Uno de esos graffiti esta relacionado con Holcornio Prisco que decía: “Os pido que hagáis duumviro para dictar el derecho a Holcornio Prisco. Es digno de regir los asuntos municipales”… En la fachada de una taberna, su dueña, Aselina, escribe: “Aselina propone a Ceyo Segundo como duumviro para dictar el derecho”. A falta de un programa también se ensalzaba las cualidades morales del candidato “O pido que hagáis edil a Trebio. Es un hombre de bien”. “Sus vecinos piden que se vote a Tiberio Claudio vero como duumviro” (cargo público dedicado a temas administrativos ocupado por dos hombres); “Vesonio Primo solicita la elección de Gneo Helvio como edil, un hombre digno del ejercicio público”, “Los seguidores de Isis como grupo piden la elección de Gneo Helvio Sabino como edil”, “Haced a Lucio Cesernino duumviro quinquenal de Nuceria, os lo ruego. Es un buen hombre”.