Tomás de Morata, el hombre que propició el asalto del castillo de Overa

Los almogávares fueron grupos de mercenarios cristianos o musulmanes dedicados al saqueo en los territorios de frontera peninsulares desde el siglo X. Desempeñaron un papel trascendental a lo largo de la Reconquista. Uno de ellos ha quedado unido a la Historia de nuestra provincia



AGUSTÍN JUAN BONILLO / ALMERÍA HOY / 15·04·2023

Durante cerca de cinco siglos, la Península Ibérica fue campo de batalla entre dos maneras de entender el mundo, y la frontera existente entre ellas era un territorio hostil, pero también de oportunidades para quienes emprendieron una forma de vida obligados por esa división. Entre ellos, se encontraban los denominados almogávares, que desempeñaron un papel fundamental en la guerra. El llamado Tomás de Morata fue clave para que las tropas del adelantado de Murcia pudieran conquistar Overa.

Pero, ¿quiénes eran los almogávares? Se piensa que el término procede del árabe al-mugawir, ‘el que crea algaradas’, es decir, tumultos, jaleo o escándalo. Otros lo relacionan con al-mujabir, ‘el que porta noticias’ o ‘el que explora y comunica’, aludiendo a la función de espionaje que, entre otras, realizaban.

La primera vez que se usó la palabra fue en el siglo X en Al Ándalus. Se refería a grupos armados musulmanes dedicados al saqueo y a los ataques por sorpresa. Entonces actuaban en la frontera del valle del Ebro, pero, con el tiempo, los cristianos comenzaron a practicar las mismas tácticas y asumieron también la denominación, desplazándose sus acciones hacia el sur a medida que avanzaba la conquista.

El historiador Bernat Desclot dijo a mediados del siglo XIII que los almogávares “no viven más que del oficio de las armas. No habitan las ciudades ni las villas, sino las montañas y los bosques. Guerrean sin tregua contra los sarracenos y entran en su tierra durante un día o dos, robando, saqueando. Su vida es tan dura que pocos la soportarían. Pueden estar un par de jornadas sin comer si es necesario, o alimentarse sólo de las hierbas del campo. Llevan una camisa corta, tanto en invierno como en verano, y unas calzas de cuero muy estrechas. Cada uno va armado con una espada, unos dardos, sin escudo ni armadura. A la espalda llevan un zurrón de cuero en el que meten las provisiones para dos o tres días”.

Su presencia en el espacio fronterizo en el que se inserta Overa, pequeño jalón en el contexto de la frontera castellano-granadina, se refiere por vez primera en el asalto y saqueo a una muchedumbre de mudéjares que habían sido expulsados de Murcia en 1266.

Los almogávares cristianos habitaban las sierras de María y los Vélez, así como los baluartes de Tébar, Xiquena y Tirieza. Por su parte, los musulmanes lo hacían principalmente en Nieva, Huércal y Overa.

Tanto los de una religión como los de la otra, solían ser originariamente pastores que, a medida que avanzaba o retrocedía la conquista cristiana iban perdiendo sus refugios naturales en las zonas de pastoreo, por lo que se organizaban para el saqueo en tierras enemigas con el fin de alimentar a sus familias.

Con el paso del tiempo, estos pastores acabaron dedicándose a tiempo completo a la actividad de la guerra. Además, al haber tenido en su origen una vida dura y agreste, disponiendo de escasos recursos en un clima tan complicado, no les suponía ningún problema dormir al raso durante los días que duraban sus incursiones.

En cuanto a su manera de actuar, los almogávares se movían a pie, casi siempre de noche y con mucha ligereza, ya que no usaban coraza. Solían ir en grupos de cinco a quince hombres, según la estrategia a seguir, aunque su número podía aumentar significativamente si se trataba de una batalla a campo abierto y no de una incursión sorpresa. Pero ni en estos casos se comportaban como un ejército, pues su único objetivo consistía en reunir botín y esclavos que vender.

De hecho, cuando se unían a las mesnadas reales, nobiliarias o concejiles, renunciaban a un sueldo de guerra a cambio de poder quedarse con el fruto del pillaje. En estas situaciones, peleaban en orden cerrado, reuniéndose rápidamente formando masas compactas capaces de resistir el ímpetu de la caballería, siendo su objetivo derribar a los jinetes.

EFICACES MATANDO

Eran sumamente eficaces a la hora de matar al caballo en la distancia con dardos o, directamente, metiéndose bajo el animal para abrirlo en canal con su característico cuchillo, parecido al de carnicero, de hoja muy ancha y un sólo filo. Una vez descabalgado, el caballero estaba perdido.

Por tanto, aunque no fuese su especialidad bélica, los almogávares eran una buena baza a la hora de lidiar batallas en la frontera, ya que conocían el terreno y sabían cómo moverse con mayor agilidad que un ejército entero, vigilando su vanguardia y los flancos, y actuando como útiles atajadores.

Con el tiempo, su extracción social, originalmente pastoril, como ya hemos referido, cambiaría hacia un entorno de marginalidad. Acogieron homicianos, es decir, personas que habían cometido delitos de sangre y gozaban del privilegio del rey o el sultán para purgar su condena defendiendo de enemigos la frontera. Muchos de estos fueron los pobladores de enclaves especialmente terribles para vivir en aquella época, como los ya mencionados lugares de Xiquena, Tirieza, Huércal y Overa. Su objetivo fundamental era la supervivencia, vivir un día más. No buscaban la gloria, aunque, ocasionalmente, se tropezaban con ella.

EL ASALTO

Tal fue el caso del soldado de las huestes lorquinas Tomás de Morata, al servicio del adelantado de Murcia, Alonso Yáñez Fajardo, durante el asedio de Overa en 1439. Pues, tras tomar las villas musulmanas de Oria, Cantoria, Albox y Arboleas, y recién vencida Zurgena, las tropas cristianas se presentaron ante la fortaleza de Overa.

Su ubicación, de una inteligencia estratégica impresionante, la hacía prácticamente inexpugnable. El adelantado decidió hacer noche frente a ella y meditar la posibilidad de asalto. Aquí emergió la figura de Morata. Este almogávar escaló la muralla, sorprendiendo al centinela de guardia y, tras atravesarlo con la espada y despeñarlo, abrió las puertas del fortín, permitiendo de ese modo el fácil asalto y la toma del lugar por los cristianos.

Entre 1448 y 1449, Overa, como otros lugares del Valle del Almanzora que habían sido conquistados por Castilla, retornó a la obediencia del sultán de Granada, pero, al finalizar la guerra con la firma de las capitulaciones en 1488, los Reyes Católicos nombraron alcaide de la actual barriada huercalense al hijo de Morata, de nombre Tomás, como su heroico padre.