“Antes de matar a sus hijos, deberían suicidarse”

“Harto” de ver a padres sufriendo a causa de la lentitud de la Justicia y del incumplimiento de convenios matrimoniales sobre la tutela de menores, el carbonero Joaquín Amills, la cara visible de SOS Desaparecidos, aconseja en determinados casos la acción directa


A Amills le desapareció un hijo en el mar en 2008.

ALMERÍA HOY / 28·10·2022

- Uno de los últimos casos mediáticos de desaparición, el de Bastián Riera, resultó ser un secuestro perpetrado por la madre, una portuguesa que tuvo de su lado a la Justicia del país vecino.
- Subimos la alerta en el momento en que fue denunciada la desaparición. Actuamos inmediatamente porque está en juego la vida de una persona. La Policía acudió al domicilio de la madre cuatro días después y encontró a una vecina haciendo fotos del piso para ponerlo en venta. Temíamos que abandonara España llevándose a la criatura, porque es portuguesa. Un juzgado emitió la orden de busca y captura, pero sin éxito. Ante la falta de noticias, el padre contrató a una agencia de detectives que la encontró en una ecoaldea al sur de Portugal. Informaron al cuartel del pueblo de que estaba allí y la reclamaba la Justicia española, pero no hicieron caso. Mientras tanto, la señora intentaba huir de manera ilegal a África en un barco. Había pagado 3.000 euros por el pasaje y tenía previsto zarpar en octubre. Al ser descubierta, se entregó en un juzgado. Fue detenida y el niño puesto a recaudo de Asuntos Sociales que, tres días más tarde, lo entregó a la familia materna en lugar de al padre, como había dictaminado el juzgado.
- Finalmente, el padre decidió plantarse en Portugal y llevarse a su hijo.
- Exactamente. La prensa portuguesa publicó que el niño había sido secuestrado. Fue recuperado, que no es lo mismo. Los detectives llamaron a la puerta de la abuela materna, preguntaron por el niño, la mujer lo entregó y se fueron.
- ¿No hubo forcejeo?
- La suegra creyó que eran policías.
- Y, ahora, ¿dónde está Bastián?
- Con el padre. Debidamente escolarizado y vacunado.
- ¿La madre ha presentado alguna denuncia en Portugal?
- De momento, no.
- ¿Qué le habría aconsejado usted al padre de Bastián?
- Que hiciera lo mismo. Estoy harto de ver a padres que sufren porque terceros países no cumplen los convenios internacionales y la Justicia es muy lenta. Si en un caso como éste hubiéramos esperado a que concluyera el proceso judicial, el niño habría crecido y no reconocería a su padre.
- Sin embargo, el asunto podía haber salido mal. El padre de Bastián afrontó un riesgo más que probable.
- Sí. Pudo haber acabado en la cárcel por una ironía: Hacer cumplir una orden judicial de su país que estaba siendo quebrantada por otra nación.
- Esta vez ha salido bien, pero no siempre es así.
- Por desgracia, no siempre. Existen casos como el de las niñas de Tenerife asesinadas por su padre o el de los hermanos de Ciempozuelos cuya madre se los llevó con ella a Suiza. Esta mujer ha mentido a la Justicia y encontrado refugio allí, un país que está incumpliendo flagrantemente el Convenio de La Haya.
- ¿Ha participado usted directamente en el caso de Bastián?
- No, pero sí en los de Tenerife y Ciempozuelos. Los tres parten de la existencia de problemas en la pareja que acaban pagando los hijos. Los padres pelean entre sí por sus derechos olvidando los del niño.
- ¿Existe una tipología habitual en quienes cometen estos casos de secuestro?
- Todos son narcisistas. No admiten la derrota ni que se les lleve la contraria. Tienen un desmedido sentido de la posesión. Están convencidos de que los hijos son de su exclusiva propiedad incluso después de divorciarse.
- ¿Por qué suelen suicidarse al final?
- Por falta de valentía para afrontar sus actos. Su narcisismo les produce terror a verse juzgados y señalados por la gente. Deberían pensar en quitarse de en medio antes de matar a sus hijos.
- Usted ha llamado la atención sobre la ‘violencia vicaria’, aquella que utiliza a los hijos para hacer daño al otro progenitor, ¿se ha extendido ese modelo en los últimos años?
- No. Ya existía, pero el caso de las niñas de Tenerife asesinadas por su padre abrió los ojos sobre este tipo de violencia. Antes de desencadenarse una situación así siempre se enciende una luz roja que el padre o la madre nunca alcanza a ver, porque los malos tratos que suelen acompañar a estas situaciones distorsionan la percepción de la realidad. Sin embargo, las señales de alarma son perfectamente visibles por el entorno.
- Es de suponer que las administraciones estarán trabajando en este asunto, pero, ¿qué puede hacer la sociedad?
- En primer lugar, hemos de ser conscientes de que tenemos un problema. Cada vez son más los menores que desaparecen. Superan el 50% del total de casos. Cuando lo hacen de manera voluntaria, aparecen al cabo de tres o cuatro días. Pero en muchas ocasiones son guiados por individuos que les triplican la edad. Conocemos niños que acumulan más de 90 denuncias por desaparición.
- ¿Existe una mayor incidencia en familias desestructuradas?
- No necesariamente. Se han desmoronado los valores. No hay respeto en el seno de la familia ni en la escuela. Hemos creado una generación de insumisos. El sistema no permite decir ‘no’ al niño. Si castigas a tu hijo sin salir un fin de semana, te arriesgas a que te denuncie.
- Está señalando una grave responsabilidad del legislador en la devaluación de la autoridad paterna.
- Tiene muchísima culpa. Le pondré un ejemplo. Estamos obligados a controlar que nuestros hijos no sean víctimas de pedófilos en internet, sin embargo, no podemos examinar sus teléfonos. Si el crío se escapa y rompe un escaparate, el castigo recae sobre los padres, obligados a pagar el daño como responsables subsidiarios. Tenemos todos los deberes, pero no nos dejan ninguna herramienta para ejercer nuestras obligaciones. Conozco padres que, cuando la Policía les ha devuelto a su hijo, han suplicado a los agentes que se lo lleven por temor a ser agredidos.
- De todos modos, no siempre son niños los que desaparecen. El 22 de octubre se cumplirán cinco años de la última vez que se vio a una señora en Royo Morera, una pedanía de Turre.
- En el caso de Lucía, hubo un gran despliegue de búsqueda que se prolongó durante mucho tiempo, pero no se halló ningún indicio. Son frecuentes los casos de personas mayores que desaparecen y nunca son encontradas. Hace unas semanas apareció el cadáver de un hombre al cabo de dos años. Entonces se estuvo rastreando intensamente la zona donde han hallado el cuerpo unos senderistas por pura casualidad. Por el contrario, hace un par de años desapareció una mujer que padecía alzheimer. La encontraron 14 días después andando a 17 kilómetros de donde fue vista por última vez. Si hubiera fallecido, lo más probable es que no supiéramos nada de ella. Estas situaciones se pueden evitar disponiendo un GPS en una pulsera o collar.
- ¿Cuántas alertas de desaparición tienen ahora mismo activadas?
- Unas 600.
- ¿Cuesta mucho dinero mantener la labor que realizan?
- No percibimos ni un euro. Contamos con presupuesto cero. No pedimos ni aceptamos ayudas.
- Entonces, ¿cómo se las apañan? ¿de dónde sacan el dinero?
- De mi pensión. Hay también 40 voluntarios. Mi teléfono es el que sale en los carteles de alerta.
- Sin embargo, a pesar de contar con medios tan austeros, despliegan una importante actividad.
- Y nos hemos convertido en un referente a nivel mundial. Tardamos 20 minutos en activar cada alerta, que llega a 110 millones de personas. Por eso conseguimos resultados. La mejor herramienta es la solidaridad.