Después de 38 años compartiendo escenario con Joaquín Sabina, Pancho Varona llega este domingo a Antas acompañado sólo por su guitarra y un puñado de canciones
A Pancho Varona le hace "muy feliz llegar a una cafetería de un pueblo de Almería a tocar las canciones que tantos buenos momentos me han deparado. Me parece un plan maravilloso". |
ALMERÍA HOY / 12·09·2020
Después de 38 años compartiendo escenarios con Joaquín Sabina y de haber compuesto 80 éxitos para el cantautor de Úbeda y para otros intérpretes, como el inolvidable No me importa nada que catapultó a Luz Casal, Pancho Varona se considera feliz por poder continuar cantando, tocando y viajando con sus canciones en un viaje interminable que este domingo le traerá hasta la Leo, una cafetería de Antas que agotó en muy pocas horas las apenas cien plazas que las medidas sanitarias actuales le permiten para una tarde con emoción asegurada.
- Parafraseando a
Coppini, ¿corren malos tiempos para la música?
- Corren muy malos tiempos, y sufro por mis compañeros, la
inmensa mayoría parados desde hace seis meses. Yo me he reinventado y he
empezado a hacer conciertos privados. He estado tocando en terrazas y hasta en
cuartos de planchar. La gente me está contratando para tocar en sus casas y es
precioso. Dentro de una semana tocaré en la de un matrimonio de Pontevedra sólo
para los dos. Es el regalo de uno de ellos al otro. Me parece una forma bien bonita
de reinventarse. Si lo mejor de cada concierto es el contacto con el público,
tenerlo tan cerca supone una relación muy especial.
- Como regalo, ¿irá
envuelto en celofán o saldrá de una tarta?
- Nada de eso. Como mucho puedo admitir salir del agujero de
una guitarra.
-Siempre ha sido
complicado dedicarse a la música, y parece que lo sigue siendo.
- Para muchos seguimos siendo titiriteros, y cada vez más.
Recuerdo que, después de llevar 20 años con Sabina, haber tocado en miles de
conciertos y compuesto más de 80 canciones, mi madre continuaba preguntándome
cuándo me iba a dedicar a algo serio en la vida.
- Y eso que usted,
con Sabina, hacían una música más seria que el pop de la ‘movida’ que triunfaba
cuando empezaron en esto.
- Joaquín temía parecer el típico cantautor coñazo de pelo
largo, y por eso se lo cortó. Sabía que iba a la contra de la música que venía,
pero era la que nos gustaba hacer. Pero quiso llamar a su proyecto Sabina y
Viceversa, porque pensaba que, del mismo modo que Bob Dylan era Dylan & The
Band, Springsteen era Bruce Springsteen & The E Street Band, él decidió
añadir el nombre del grupo detrás del suyo para parecer más rockero y moderno.
Por eso nos bautizó como Viceversa.
- En cualquier caso,
¿quién puede discutirle el carácter rockero a alguien que lleva en su banda a
Antonio García de Diego?
- Antonio entró en la vida de Joaquín diez años después.
Además de con Miguel Ríos había estado tocando con Triana ¡Figúrate! Joaquín ha
elegido siempre muy bien la gente de quien se rodeaba. Ha sido muy cuidadoso en
ese aspecto, ha acertado en sus elecciones y yo he aprendido de él a la hora de
hacerlo. Los músicos que te rodean son siempre muy importantes para ti porque
te van a acompañar muchísimas horas. Deben ser personas que quieras que te
acompañen toda la vida.
- Y que te arropen y
defiendan cuando sales a dar la cara ante el público.
- Ahora arriesgas muchísimo en cada concierto. Han cambiado
mucho las cosas desde que empecé en esto. Antes éramos muy descarados y ahora
estamos más acomodados y somos más conservadores. Yo me arriesgo mucho menos en
todas las facetas de mi vida y no frecuento tantos conciertos como entonces, aunque
he de decir que tengo la suerte de disfrutar trabajando.
- ¿Ha cambiado más la
persona que los tiempos?
- Ha habido un poco de todo, pero la gente de mi generación
fuimos jóvenes en un tiempo nuevo que aprendimos a vivir viviendo. Cada día
amanecía con cosas que nunca antes habían pasado y debíamos decidir
constantemente cómo afrontarlas. Ni siquiera se había inventado aún el SIDA.
Éramos inconscientes pero muy felices. Fue muy bonita la sensación de ir
toreando la vida conforme nos iba embistiendo.
- ¿Recuerda su primer
concierto?
- Lo recuerdo perfectamente. Fue con Joaquín en Alcalá de
Henares, durante las fiestas, el 1 de mayo de 1982. Precisamente el día del
Trabajo comencé a trabajar con Joaquín Sabina. Ese fue mi primer concierto, y
desde entonces llevaré con él más de 3.000.
- Y el próximo en un
local de Antas ante cien personas.
- Me hace muy feliz llegar a una cafetería de un pueblo de
Almería a tocar las canciones que tantos buenos momentos me han deparado, y que
me han permitido vivir y charlar contigo. Me parece un plan maravilloso. La
verdad es que me considero muy afortunado.
- ¿Cuál es la gran
diferencia para el músico entre el escenario de un gran estadio y la tarima de
una cafetería recoleta?
- Mayor responsabilidad. En un estadio hay un muro que te
impide ver al público. En los lugares pequeños ves la emoción asomar a sus
ojos, y ellos también en los tuyos. Parece mentira que lleve 38 años en esto y
más de 3.000 conciertos, porque siempre salgo a cada escenario con ganas de
dejarme la piel. Estoy deseando de compartir con la gente de Antas lo feliz que
soy. Me emociono tocando mis canciones, y tal vez por eso en mis conciertos
rueda algún lagrimón, pero sobre todo muchas risas.
- ¿Ha pensado ya en
el momento de dejar de dar tumbos de escenario en escenario?
- El día que se convierta en una rutina dejaré de hacerlo.
Tengo la suerte de dedicarme al trabajo más bonito y satisfactorio del mundo.
Cuando deje de asombrarme y sorprenderme, dejaré de cantar, de tocar y de
viajar, que son las tres cosas que más me gustan hacer en la vida. Mientras
tanto, seguiré compartiendo momentos felices con quien se deje.