La pedagogía progresista


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AMANDO DE MIGUEL

El último grito de la pedagogía progresista es el de sostener que los escolares pueden aprender muy bien los saberes de toda la vida a través de la internet. Es como si la tuvieran instalada en el cerebro. Basta pulsar un botón para que se aclaren los problemas de matemáticas, los acontecimientos de la historia, los intríngulis de las diversas lenguas, los secretos de las ciencias. El mismo sistema puede significar la sustitución de la visita a los museos y monumentos por la acumulación de imágenes virtuales. En todos los casos los libros serán proscritos como símbolo de una civilización opresora que va a quedar superada. Ni qué decir tiene que la “clase” y las “aulas” de las viejas instituciones educativas serán solo artefactos para la nostalgia cultural, como la rueca, la azada o el arado.

Así pues, se impone una verdadera revolución educativa (ahora dicen “educacional”), al menos para la escuela en la edad obligatoria, que sería desde los cero a los 17 años. Los colegios e institutos actuales serían reorganizados para ampliar muchos más los campos deportivos y las salas de juegos o algo parecido. Superada la edad de la “guardería”, los alumnos serían provistos de tabletas y otros cachivaches para acceder por sí mismos al inmenso hontanar de la sabiduría acumulada durante siglos. Ellos mismos podrían aprender todos los conocimientos necesarios a través de sus archiperres inteligentes como si estuvieran jugando. Ya no sería necesaria la memoria, tal como hasta ahora se ha entendido; se vería sustituida por el acceso a las mil aplicaciones de la inteligencia artificial. Los rezagados en ese proceso educativo podrían ser reactivados con la ayuda farmacológica necesaria y el trabajo de psicólogos y otros profesionales de la asistencia social.

Con el nuevo sistema de educación on line, los alumnos y los profesores dispondrían de mucho tiempo libre. Es la ocasión para emplearlo en actividades formativas o de transmisión de valores y motivaciones. Es la manera de aprovechar el trabajo de los profesores, que de otra forma irían al paro. Para ello hay que diseñar un plan de nuevas asignaturas presenciales, con un alto contenido de valores. Vayan algunos títulos a guisa de ejemplo: Feminismo y machismo, Calentamiento global, Transición ecológica, Sostenibilidad, Igualdad de Género, Globalización, Energías renovables, Memoria histórica, Derechos de los animales, Alimentación científica, Elección de género, Eutanasia activa. Tales materias de tipo presencial se completarían con grupos de discusión, dirigidos (ahora dicen “monitorizados”) por profesores y el uso de todo tipo de material audiovisual. Añádanse los talleres para la práctica de algunos conocimientos imprescindibles para la vida. Por ejemplo, y sin ánimo de exclusividad, Cocina intercultural, Deportes de riesgo, Videojuegos excitantes, Técnicas de grafiterismo y tatuajes, Meditación y relajación, Autosexualidad creativa, Conversación con dispositivos inteligentes, Comunicación con extraterrestres.

Es fácil comprender que la nueva educación va a ser una etapa apasionante en la vida humana, que por fin va a ser plenamente liberadora. Las viejas “escuelas” de los abuelos, con sus “exámenes” y “notas”, se recordarán como instituciones de tortura felizmente superadas. Este es el verdadero progreso. Todo lo demás es fascismo.