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AMANDO DE MIGUEL
“Género” no equivale aquí a “sexo”, como ahora es la moda venida de los Estados Unidos. Es simplemente una clase de actividad más o menos literaria: la de las conferencias o charlas que da un experto en alguna materia ante un auditorio (ahora se dice “audiencia”) interesado. No es un género menor. Algunos libros clásicos de ensayo, filosofía o ciencia empezaron siendo conferencias.
Creo que he acumulado alguna experiencia profesional en dar conferencias. Habré perorado cientos de veces ante los más diversos públicos. Alguna fue a teatro lleno y otra a cuatro personas. Así que me considero capacitado para decir algo sobre una ocupación tan peculiar.
Siento decir que también en esto atravesamos una coyuntura crítica. La razón principal es que ahora se considera que cualquier persona es capaz de dar su opinión sobre lo que sea, no hace falta haber estudiado la materia de la que se trate. La conclusión es que se paga poco, cada vez menos, por ponerse a hablar en público del tema que corresponda. Hemos llegado a un punto en que a uno le invitan a dar una conferencia gratis, y encima hay que considerarlo como un favor. Puede incluso que uno sea invitado a participar como conferenciante en unas jornadas sobre esta o la otra cuestión. No se habla de honorariosy hasta es posible que le cobren un dinero por registrarse en el evento. Supongo que algunos profesores aceptan una condición tan leonina con tal de que su intervención figure como mérito en el dichoso currículum.
En otros países adelantados lo usual es que el texto de la conferencia se lleve escrito para que los organizadores del acto puedan difundirlo. Como es natural, el escrito no se lee. En España las cosas funcionan de otro modo. En esto somos la más de tolerantes o de irresponsables, según se mire. Mi experiencia me dice que los organizadores de la conferencia se quedan extrañados cuando les digo que les llevo el texto escrito de la charla. Puede que se extrañen de que no lo lea.
A mi parecer, también desmerece el recurso de que el orador, mientras habla, proyecte sobre una pantalla algunos de los párrafos del escrito. El llamado powerpoint solo se justifica, en mi opinión, si el contenido de la charla incluye datos numéricos, gráficos, mapas u otro material icónico de cualquier tipo. Pero la moda es ahora que, aunque no se dé ese requisito, el conferenciante imponga el powerpoint (que se podría traducir por “punto pelota”). Me parece una mala decisión cuando la intervención consiste solo en ideas, sin imágenes. El auditorio debe estar pendiente de las palabras queemite el orador, de sus gestos. La atención se pierde si los oyentes han de atender también a la pantalla.
El vicio más general en las costumbres españolas es que el conferenciante no lleve nada escrito. Lo cual hace sospechar que no ha trabajado el tema. Entre nosotros se aprecia la improvisación, que en realidad es indolencia. Así nos va.
Creo que he acumulado alguna experiencia profesional en dar conferencias. Habré perorado cientos de veces ante los más diversos públicos. Alguna fue a teatro lleno y otra a cuatro personas. Así que me considero capacitado para decir algo sobre una ocupación tan peculiar.
Siento decir que también en esto atravesamos una coyuntura crítica. La razón principal es que ahora se considera que cualquier persona es capaz de dar su opinión sobre lo que sea, no hace falta haber estudiado la materia de la que se trate. La conclusión es que se paga poco, cada vez menos, por ponerse a hablar en público del tema que corresponda. Hemos llegado a un punto en que a uno le invitan a dar una conferencia gratis, y encima hay que considerarlo como un favor. Puede incluso que uno sea invitado a participar como conferenciante en unas jornadas sobre esta o la otra cuestión. No se habla de honorariosy hasta es posible que le cobren un dinero por registrarse en el evento. Supongo que algunos profesores aceptan una condición tan leonina con tal de que su intervención figure como mérito en el dichoso currículum.
En otros países adelantados lo usual es que el texto de la conferencia se lleve escrito para que los organizadores del acto puedan difundirlo. Como es natural, el escrito no se lee. En España las cosas funcionan de otro modo. En esto somos la más de tolerantes o de irresponsables, según se mire. Mi experiencia me dice que los organizadores de la conferencia se quedan extrañados cuando les digo que les llevo el texto escrito de la charla. Puede que se extrañen de que no lo lea.
A mi parecer, también desmerece el recurso de que el orador, mientras habla, proyecte sobre una pantalla algunos de los párrafos del escrito. El llamado powerpoint solo se justifica, en mi opinión, si el contenido de la charla incluye datos numéricos, gráficos, mapas u otro material icónico de cualquier tipo. Pero la moda es ahora que, aunque no se dé ese requisito, el conferenciante imponga el powerpoint (que se podría traducir por “punto pelota”). Me parece una mala decisión cuando la intervención consiste solo en ideas, sin imágenes. El auditorio debe estar pendiente de las palabras queemite el orador, de sus gestos. La atención se pierde si los oyentes han de atender también a la pantalla.
El vicio más general en las costumbres españolas es que el conferenciante no lleve nada escrito. Lo cual hace sospechar que no ha trabajado el tema. Entre nosotros se aprecia la improvisación, que en realidad es indolencia. Así nos va.