¡Al Tribunal Internacional del «haya»!

Hay que reconocer la tradicional facilidad y desparpajo de esta progresía, siempre alerta ante el parterre, arriate y otras iniciativas clorofílicas


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ANTONIO FELIPE RUBIO

Si en Almería algo quieres arreglar, un problema tendrás que afrontar. Es como una constante universal. Puede colapsar la ley de gravedad, pero nunca fallará el atento 'Comando Avería', siempre presto a cuestionar, contravenir y boicotear cualesquiera proyectos que no salgan de la factoría auspiciada por preclaros progresistas, tales que fundamentan sus criterios «objetivos» en agoreros auspicios y añoradas nostalgias.

No es la primera vez que a una legítima pretensión le sucede una contraria reacción. Y este proceder ha seducido a unos y otros. Recuerden la del soterramiento: El PSOE, apoyado por IU-CA, presentó el proyecto del lago (Leira-Bustinduy), inmediatamente, se sucedieron los proyectos de Gial y PP que rivalizaban en diseño, funcionalidad, conectividad… Pero la respuesta más «democrática» fue la del entonces concejal de urbanismo, Diego Cervantes (IU-CA): «¡A quién no le guste el proyecto es porque es un cateto!». Posteriormente, éste y otros ediles 'progresistas' justificaban su oposición a iniciativas de gobiernos municipales del PP aduciendo argumentos tan contundentes como los dominicales paseos por el cantil del muelle, y la pesca de babosas y castañuelas en la Escalinata Real, así como la recolección en la Rambla de hojas de morera para los gusanos de seda y los juegos de petos y trompos en las calles sin asfaltar... y las continuadas referencias a la 'identidad' almeriense, que no es otra cosa que la defensa de lo cutre, desfasado e hipotecando y limitando el futuro. Recuerden el augurado caos de tráfico de El Corte Inglés en La Salle, etc., etc., etc.

Hay que reconocer la tradicional facilidad y desparpajo de esta progresía, siempre alerta ante el parterre, arriate y otras iniciativas clorofílicas. No obstante, en el fondo subyace una gran hipocresía. No olvidemos (sólo hay que observar cómo están ahora las plazas, parques, fuentes, calles…) cuando Almería se adecentó en jardinería y arboleda, y no fue precisamente en tiempos del mandato socialista y comunista. Desde Esteban Rodríguez, y hasta la fecha, Almería luce en plantas y jardines con demostrada decencia; eso es objetivamente público y notorio.

El actual portavoz socialista, Pérez Navas, sostiene la «cacicada» de la retirada de los ficus de la Plaza Vieja; pero también habría que recordar «su» particular cacicada cuando eliminó los de Obispo Orberá (84 Ficus benjamina) para el polémico parking subterráneo. Según conviene, se califica de cacicada o, por el contrario, es un mal menor necesario para la feliz consecución del proyecto.

No nos equivoquemos. El PSOE de Almería ha encontrado un magnífico asidero argumental para la movilización en la defensa de los ficus y, solapadamente, cobrarse la pieza del Pingurucho, que es lo que de verdad les interesa. Este disputado monolito parece ser patrimonio exclusivo de cierta ideología, llegando a asegurar que el PP lo quiere trasladar porque «les molesta la libertad, la democracia, la constitución, la república». En fin, los manoseados y casposos argumentos guerracivilistas que se refuerzan con el empeño de Fernando Martínez, que no quiere perder la oportunidad de mantener el Pingurucho en la Plaza Vieja para satisfacer sus criterios ideológicos personales y como «justificante de cobro» por su brillante servicio al frente de la Secretaría Federal de la Memoria Histórica.

Mantener el Pingurucho en la Plaza Vieja como forzado argumento de defensa de ciertos valores que la izquierda se arroga en exclusiva es un logro para el sectarismo ilustrado, aunque este 'logro' suponga el impedimento del desarrollo de la Plaza Vieja como locomotora del casco histórico mediante la potencialidad que le confiere su pretendido concepto de modernización y aprovechamiento.

No sé qué hará el equipo de gobierno actual. Una de las opciones podría ser la de caer en la trampa de la performance hipócrita del «interés general»; argumento que —ahora y no antes— acuña el portavoz socialista al observar el clamoroso éxito obtenido guareciéndose a la sombra de los ficus. También se podría proponer la solución intermedia de mantener los actuales árboles, pero trasladando el Pingurucho de los Coloraos a una zona de gran visibilidad (Parque de Nicolás Salmerón); entonces veríamos en realidad dónde radica el verdadero motivo de esta artera manipulación de los ciudadanos en aras de la defensa de la florifauna almeriense que, cuando ellos gobernaban, mantenían cutre y abandonada. Sea como fuere, ya vemos a Pérez Navas en la pancarta y acudiendo al Defensor del Pueblo y, mejor tratándose de árboles, al Tribunal Internacional del «haya».