Viento, lluvia y luz

En el mes de marzo llevamos muchos días seguidos de vientos de poniente y lluvias, aunque no muy abundantes, y ya empiezan a aparecer los típicos problemas en las líneas eléctricas. Por la parte que me toca, puedo hablar de la línea que alimenta el faro de Mesa Roldán, y que, a su vez, abastece a los repetidores de televisión y telefonía móvil que apuntan a Carboneras


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MARIO SANZ CRUZ

En el mes de marzo llevamos muchos días seguidos de vientos de poniente y lluvias, aunque no muy abundantes, y ya empiezan a aparecer los típicos problemas en las líneas eléctricas. Por la parte que me toca, puedo hablar de la línea que alimenta el faro de Mesa Roldán, y que, a su vez, abastece a los repetidores de televisión y telefonía móvil que apuntan a Carboneras.

Hace unos meses que se cambió el transformador, que era propiedad de la Autoridad Portuaria de Almería, por uno nuevo de Sevillana, soterrando parte de la línea de alta que llega desde Agua Amarga, y los crédulos mortales pensábamos que empezaban a solucionarse los históricos problemas de alimentación de la zona; pero nada de eso. Los problemas continúan igual, porque el problema no estaba solo en el transformador, sino en las líneas de alta tensión.

La compañía eléctrica que controla la distribución por la zona, para ahorrar costes, hace muchos años que dejó de hacer el mantenimiento de líneas, eliminando unos puestos de trabajo que evitaban problemas preventivamente, detectando futuras averías, desgastes, debilidades, y reparándolos antes que surgiese el problema.

Pero en la actualidad, como lo que manda es el beneficio de la empresa, no existen personas que se ocupen de las líneas, y solo se reparan las averías una vez que se producen, provocando apagones de muchas horas. Otro problema del actual sistema es que no hay manera humana de que alguien coja los teléfonos de averías, por lo que es prácticamente imposible dar los avisos correspondientes.

Cuando se consigue que alguien venga a reparar las averías, suelen ser empresas subcontratadas, que tienen una misión específica de reparación a bajo coste, para salir del paso, con escasez de personal, y a las que puedes contarle lo que quieras, que van a lo suyo y no tienen canales de comunicación abiertos con la empresa que les manda, así que tu queja nunca llegará a la compañía con la que tenemos contratado el servicio. Como ejemplo, cualquiera puede venir a ver las puertas de los contadores, que el viento arranca periódicamente y se arreglan chapuceramente, sin que nadie haga una reparación bien hecha, lo que a ellos mismos les ahorraría costes. Ahora mismo están tiradas en el suelo con el consiguiente peligro de que algún niño meta la mano y reciba una descarga eléctrica.

Por suerte, cuando un pueblo se queda sin televisión, suele haber numerosas quejas de la gente, que no puede vivir sin ella, y los políticos suelen ponerse las pilas para que se repare la avería. Si no fuese por esta afición a la tele, el faro estaría funcionando gran parte del tiempo con los grupos electrógenos.

Mal vamos con esta forma de funcionar. La luz cada vez es más cara, el servicio más deficiente y los puestos de trabajo más inestables y precarios, siendo muy común que a las averías acuda una persona sola, lo que, además, contraviene la normativa de seguridad en el trabajo.
¿Cuándo se dará cuenta el Gobierno de que no se puede seguir así, dando alas a las grandes empresas para que nos roben con sus precios desorbitados, se rían de nosotros con las condiciones del servicio y nos desgracien el futuro con la precariedad laboral que practican? Lo malo es que el Gobierno ya sabe que esto es así y no hace nada por evitarlo, porque las multinacionales tienen más fuerza que los políticos y son uno de los soportes fundamentales que les sostienes en el poder.