En este país se puede condenar, con una buena multa, a un chico que pone su cara en la del cristo de su pueblo, haciendo una gracia infantil, por ofender a la religión; o a los carnavaleros de Canarias que se visten de cristos o vírgenes; pero no ofenden tanto a la misma religión los muchos casos de pederastia, que suelen escapar sin castigo, como sucedió con el peligroso clan de Los Romanones
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MARIO SANZ CRUZ
Vivimos en un mundo difícil de entender, en el que lo normal es el desequilibrio, y la que mejor funciona es la ley del embudo. Un mundo donde se despilfarra y se adora el lujo, mientras millones de personas se mueren de hambre. Un mundo que nos tiene acostumbrados a comulgar con ruedas de molino, que siempre arrima el ascua a la sardina de los poderosos, de los que están instalados en el timón y tienen el control de nuestras vidas. Esos que, en vez de buscar un rumbo seguro para todos, nos conducen al abismo con su avaricia, su torpeza y su falta de empatía.
Los dirigentes del mundo nos venderán lo que quieran pero, si pensamos un poco, enseguida se les ve el plumero. Condenan con mucho rigor a los que ellos consideran que hacen apología del terrorismo, pero toleran y apoyan los crecientes movimientos racistas y fascistas, que, incluso, van tomando el mando de muchos países.
Se permite que un barco lleno de neonazis trate de impedir la llegada de refugiados africanos a Europa, mientras se juzga a los que ayudan a que no se ahoguen los mismos emigrantes en Grecia, o a Helena Maleno, que trabaja para una ONG que intenta salvar vidas en el Mediterráneo. ¿No es terrorismo lo que sufren los sirios en su país? ¿No es terrorismo que miles de personas se ahoguen en el mar? ¿No es terrorismo lo que hacen las multinacionales en África, América y Asia?
Un ejemplo sangrante de agravio comparativo es que, en nuestro país, se subvencione a la fundación Francisco Franco y a la basílica del Valle de los Caídos, al mismo tiempo que no se dota de dinero y se estorba la labor de las asociaciones que defienden la aplicación de la ley de Memoria Histórica. ¿En qué quedamos? ¿Hay o no hay dinero para la memoria? ¿O es que les interesa más una memoria que otra?
Es alucinante lo que les cuesta quitar los monumentos franquistas y los nombres de las calles que recuerdan al régimen, que tan malos recuerdos y tantos muertos nos dejó, y tratan de conservarlos en nombre de la libertad de expresión y de opinión.Pero no tienen ningún problema para retirar las obras de los museos que tocan temas incómodos, en retirar libros o en meter en la cárcel a los titiriteros de Madrid, porque, en esos casos, la opinión no les gusta y ya no puede ser tan libre.
En este país se puede condenar, con una buena multa, a un chico que pone su cara en la del cristo de su pueblo, haciendo una gracia infantil, por ofender a la religión; o a los carnavaleros de Canarias que se visten de cristos o vírgenes; pero no ofenden tanto a la misma religión los muchos casos de pederastia, que suelen escapar sin castigo, como sucedió con el peligroso clan de Los Romanones.
Se gastan millones de euros y se movilizan cientos de policías en controlar a los hooligans violentos del fútbol, mientras en Algeciras los narcos campan a sus anchas, como en Colombia, llevándose a los delincuentes de los hospitales, las embarcaciones y los coches de los depósitos judiciales y apedreando a los agentes, por falta de medios. A lo mejor había que prohibir el fútbol y nos quedarían medios para otras cosas.
Por suerte, de momento, no llegamos a ser como nuestros amigos norteamericanos, que marcan la pauta de la libertad, sobre con la libre tenencia de armas, lo que provoca continuas matanzas de niños y mayores. ¿Y qué se le ocurre a Trump para solucionarlo?
¿Prohibir las armas de fuego? No, por supuesto, es mucho mejor armar a los profesores, para que cada colegio sea el escenario de “Duelo en el Ok Corral”, a ver quién es más rápido.
No sé cómo puedo vivir en un mundo en el que se retiran vídeos de Youtube en cuanto asoma un pezón o se quitan cuadros de los museos porque aparece gente desnuda, mientras se rifan fusiles ametralladores en las fiestas de los pueblos. Para más INRI se nos muere Forges, uno de los pocos que nos había enseñado a tomarnos la vida con humor, eso sí, siempre con humor crítico.
Los dirigentes del mundo nos venderán lo que quieran pero, si pensamos un poco, enseguida se les ve el plumero. Condenan con mucho rigor a los que ellos consideran que hacen apología del terrorismo, pero toleran y apoyan los crecientes movimientos racistas y fascistas, que, incluso, van tomando el mando de muchos países.
Se permite que un barco lleno de neonazis trate de impedir la llegada de refugiados africanos a Europa, mientras se juzga a los que ayudan a que no se ahoguen los mismos emigrantes en Grecia, o a Helena Maleno, que trabaja para una ONG que intenta salvar vidas en el Mediterráneo. ¿No es terrorismo lo que sufren los sirios en su país? ¿No es terrorismo que miles de personas se ahoguen en el mar? ¿No es terrorismo lo que hacen las multinacionales en África, América y Asia?
Un ejemplo sangrante de agravio comparativo es que, en nuestro país, se subvencione a la fundación Francisco Franco y a la basílica del Valle de los Caídos, al mismo tiempo que no se dota de dinero y se estorba la labor de las asociaciones que defienden la aplicación de la ley de Memoria Histórica. ¿En qué quedamos? ¿Hay o no hay dinero para la memoria? ¿O es que les interesa más una memoria que otra?
Es alucinante lo que les cuesta quitar los monumentos franquistas y los nombres de las calles que recuerdan al régimen, que tan malos recuerdos y tantos muertos nos dejó, y tratan de conservarlos en nombre de la libertad de expresión y de opinión.Pero no tienen ningún problema para retirar las obras de los museos que tocan temas incómodos, en retirar libros o en meter en la cárcel a los titiriteros de Madrid, porque, en esos casos, la opinión no les gusta y ya no puede ser tan libre.
En este país se puede condenar, con una buena multa, a un chico que pone su cara en la del cristo de su pueblo, haciendo una gracia infantil, por ofender a la religión; o a los carnavaleros de Canarias que se visten de cristos o vírgenes; pero no ofenden tanto a la misma religión los muchos casos de pederastia, que suelen escapar sin castigo, como sucedió con el peligroso clan de Los Romanones.
Se gastan millones de euros y se movilizan cientos de policías en controlar a los hooligans violentos del fútbol, mientras en Algeciras los narcos campan a sus anchas, como en Colombia, llevándose a los delincuentes de los hospitales, las embarcaciones y los coches de los depósitos judiciales y apedreando a los agentes, por falta de medios. A lo mejor había que prohibir el fútbol y nos quedarían medios para otras cosas.
Por suerte, de momento, no llegamos a ser como nuestros amigos norteamericanos, que marcan la pauta de la libertad, sobre con la libre tenencia de armas, lo que provoca continuas matanzas de niños y mayores. ¿Y qué se le ocurre a Trump para solucionarlo?
¿Prohibir las armas de fuego? No, por supuesto, es mucho mejor armar a los profesores, para que cada colegio sea el escenario de “Duelo en el Ok Corral”, a ver quién es más rápido.
No sé cómo puedo vivir en un mundo en el que se retiran vídeos de Youtube en cuanto asoma un pezón o se quitan cuadros de los museos porque aparece gente desnuda, mientras se rifan fusiles ametralladores en las fiestas de los pueblos. Para más INRI se nos muere Forges, uno de los pocos que nos había enseñado a tomarnos la vida con humor, eso sí, siempre con humor crítico.