De patanes, pétaines y gobiernos de Vichy en Mojácar

En una Mojácar ocupada por las huestes de Rosa María Cano, la resistencia opositora cada vez resiste menos y acaba colaborando con su gobierno


El monje Savonarola.

SAVONAROLA

Amadísimos hermanos, sé que recordáis a un héroe de la llamada I Guerra Mundial. Fue conocido como ‘el vencedor de Verdún’, porque, gracias al arrojo de las tropas que comandaba, logró una sufrida victoria sobre el ejército alemán. Recordad, mi predilectos hijos. Se llamaba Pétain y su visión estratégica le permitió comprender que el mejor soldado del mundo será vencido si no es aprovisionado, evacuado en caso de sufrir heridas o relevado después de duros combates. Así, el general francés disponía en su ejército de un continuo aprovisionamiento a través de la denominada Voie-sacrée, una ruta estratégica entre Bar-le-Duc y Verdún, en el que se contaba con el reemplazo de tropas, ambulancias, camiones de municiones y avituallamientos, que sería llamado un sistema retroalimentativo de noria.

Consciente de la importancia de la aviación en los combates, Pétain creó en 1916 la primera división de caza aérea para despejar el cielo de Verdún. En lo sucesivo, ante los ojos de todos será, como ya os he dicho, el ‘vencedor de Verdún’.

Pétain fue miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, héroe de la guerra de Marruecos y ministro de la Guerra. En 1934 gozaba de una popularidad muy elevada, mientras Hitler comenzaba el rearme de Alemania. Cuando el 14 de junio París fue tomada y ocupada por las tropas de la Wehrmacht, Pétain era vicepresidente del gobierno francés y el máximo valedor de firmar el armisticio con los alemanes, acuerdo que él mismo se encargó de anunciar 8 días más tarde. Después, el ejecutivo galo trasladó su sede a Vichy y, el 10 de julio, aprobó una ley ‘constitucional’ que otorgó al ya mariscal Pétain todos los poderes gubernamentales y buscará la promulgación de una nueva Constitución, que nunca vería la luz. El Estado francés permanecería durante todo el mandato de Pétain como un gobierno provisional de facto.

Contando con la reputación del ‘vencedor de Verdún’, el régimen colaboracionista decidió explotar el prestigio del mariscal Pétain y comenzó a difundir un culto a la personalidad del nuevo líder: las fotos del mariscal figuraban en las vitrinas de todos los negocios, en las paredes de la ciudad, en todas las oficinas administrativas, lo mismo que en todas las instituciones educativas y en las organizaciones juveniles. Se suspendieron las libertades públicas, lo mismo que los partidos políticos, y todos los sindicatos fueron unificados en una organización de corporativismo laboral, al tiempo que aparecían jurisdicciones de excepción.

La colaboración del régimen fue especialmente notable en lo referente a su complicidad con el Holocausto: 149.000 judíos fueron deportados y, de ellos, únicamente regresó el 10%. El mariscal evitó protestar contra las exacciones del invasor alemán y sus auxiliares franceses, lo mismo que contra la anexión, contraria a la convención de armisticio, de Alsacia-Lorena y del río Mosela por parte de Alemania. Sin embargo, Pétain condenó los «crímenes terroristas» de la Resistencia o los bombardeos aliados sobre objetivos civiles, además de alentar a los miembros de la Legión de Voluntarios Franceses que combatían en la URSS con uniforme alemán. Cuando los aliados desembarcan en el Norte de África el 8 de noviembre de 1942, Pétain dio la orden de combatirlos a sus generales establecidos en Argelia y Marruecos, y las tropas francesas allí estacionadas libraron tres días de sangrientos combates contra las tropas anglosajonas.

La historia, queridos míos, nos ha de servir para aprender de ella y evitar cometer los mismos errores que otros perpetraron antes, porque traiciones a las naciones y a los pueblos las ha habido desde que el hombre se agrupó en sociedades.

Pero volvamos a nuestras tierras, éstas en las que nace el sol para toda España. En una Mojácar ocupada por las huestes de Rosa María Cano, la resistencia opositora cada vez resiste menos y acaba colaborando con su gobierno. Cierto es que no todos se comportan como ‘el vencedor de Vichy’, pero el resultado final, en ocasiones, viene a ser el mismo. También es verdad que Rosmari no deporta judíos más allá de sus fronteras, pero si transfiere cientos de miles, millones de euros fuera de las cuentas municipales para pagar lo que otros más fuertes deben.

Sin reparar, hermanos, en las obras realizadas en el pueblo sin buscar ni un solo euro en otras instancias, ni del Paseo Marítimo, pagado por todos los lugareños, el último servicio ofrecido por la señora Cano a su patria chica ha consistido en firmar un armisticio con la Junta de Andalucía liberándola de su obligación de construir la segunda fase de la variante mediante un convenio que constará 4,5 millones de euros al Ayuntamiento o, lo que es lo mismo, 7.000 euros del bolsillo de cada mojaquero.

Pero, a diferencia de las otras guerras, en ésta encontró el apoyo de la maltrecha resistencia que aún le quedaba.

Una vez abducido el edil de unión Mojaquera Lucas Mayo por el brillo de 400 eurazos al mes y una cartera de relaciones con los extranjeros que, por cierto, se le van cayendo por las costuras de su ineficacia, y ya van 1.500 que han desaparecido del censo por el arte de la desidia, en este caso ha logrado el apoyo para su convenio de socialistas y Somos Mojácar.

Los de Manuel Zamora han preferido el vasallaje a las siglas que gobiernan la Junta antes que la defensa del dinero de sus vecinos y la coalición de izquierdas, con la nariz tapada, sí, con reproches a la regidora, sí, pero votando que sí y pasando por el arco de triunfo de los deseos de la alcaldesa. La historia no recordará las palabras de Carlos Rodríguez en el Pleno, únicamente su voto a favor de otro dispendio del erario de Mojácar.

Al final, como veis, la historia llena nuestros pueblos de patanes y pétaines. Y ya os vale. Vale.