El bucle

Demandas eternas y promesas añejas que comparten un denominador común; la nula capacidad de los representantes políticos para conseguir, no ya grandes inversiones caídas del cielo, sino cumplir con los compromisos adquiridos con Almería —casi siempre a las puertas de alguna cita electoral— que se pudren en un cajón


Captura de la película 'El día de la marmota', con Bill Murray de periodista.

PABLO REQUENA / 07·02·2017

Nunca me las he dado de vidente. De hecho, siempre he abominado de todo lo relacionado con las mal llamadas artes adivinatorias. Hacer predicciones fáciles está al alcance de cualquiera; adelantar —con un margen de error mínimo— lo que va a ocupar espacio y tiempo en los medios de comunicación durante este año es uno de tantos ejemplos.

Es un ejercicio que se podría realizar con la prensa nacional, pero que, por deformación profesional, acotaré a la local. Porque aunque no me las gaste de adivino, no me resisto a pronosticar algunos titulares que han sido, son, y volverán a ser a lo largo de 2.017 para nuestra apática Almería.

De hecho, el mes de enero ya nos ha dejado alguno que otro. El AVE paralizado per secula seculorum, y la Mesa del Ferrocarril pidiendo unos 400 millones de euros para la causa, sin olvidar otros setenta u ochenta para la línea convencional de tren.

También vemos cómo se repiten titulares en torno a la crítica situación de la Balsa del Sapo en El Ejido, el retraso de décadas —manda huevos— con la autovía del Almanzora, otro tanto de retraso con la aprobación del PGOU de la capital almeriense, del que dependen proyectos como el Puerto-Ciudad o el PERI de San Cristóbal, y que va ya para 15 años.

Nos cansaremos de leer, oír y hablar acerca del abandono que padece el principal monumento de la provincia, La Alcazaba, y todo su entorno. Nos volverán a vender —por enésima vez— la reproducción del patio del Castillo de Vélez-Blanco, puede que incluso nos prometan actuar en el de San Pedro. Lo que es seguro, salvo milagro, es que repetiremos colapsos en las urgencias y ambulatorios almerienses con la llegada del verano, al tiempo que los agricultores ya habrán convocado un par de manifestaciones —una por la próxima crisis de precios y otra por la reducción de guardias civiles combinada con el incremento de los robos en el campo—. Y no pasará nada.

Seguiremos padeciendo duras sequías a pesar de contar con desaladoras que nos han costado cientos de millones, pero que están cerradas sine die. Y cuando llueva, probablemente volvamos a padecer graves problemas de inundaciones en el Levante y Poniente, como ha ocurrido últimamente en localidades como Vera, Adra, el Ejido o la propia capital almeriense, tras lo que las administraciones volverán a echarse en cara la falta de mantenimiento de ríos y ramblas.

Es probable que nos vuelvan a vender la moto de la descontaminación de Palomares —medio siglo exacto esperando—, y que el Algarrobico vuelva a ocurpar portadas en un momento dado. Al mismo tiempo, el sentimiento regionalista volverá a crecer de manera proporcional al aumento de la marginación que el Gobierno andaluz se empeña en demostrarnos… Y seguirá sin ocurrir nada.

Es lo que me gusta denominar el bucle almeriense en el que todo periodista que trabaje en esta hermosa tierra, junto con todos sus moradores que siguen mínimamente la actualidad de la región, vive inmerso año tras año; noticias que siempre están ahí pase el tiempo que pase, lo cual no deja de ser paradójico, pues cualquier estudiante de 1º de Periodismo —incluso los actuales alumnos de la ESO— saben que entre las principales cualidades de una noticia se encuentra la novedad. «Los sucesos deben ser nuevos, desacostumbrados y raros», solían decirme en la facultad. Pero cuando la novedad es que no hay novedades, ya me dirán ustedes.

Demandas eternas y promesas añejas que comparten un denominador común; la nula capacidad de los representantes políticos para conseguir, no ya grandes inversiones caídas del cielo, sino cumplir con los compromisos adquiridos con Almería —casi siempre a las puertas de alguna cita electoral— que se pudren en un cajón ante la sangre de horchata que parecen tener muchos almerienses, quienes miran para otro lado antes que reclamar la cuenta pendiente.

Sin embargo, no todo es negativo. Algunos asuntos crónicos van saliendo de ese bucle perenne. Las obras del hospital Materno Infantil de Almería, prometido en 2007, se han retomado recientemente. Bravo por la Junta y su capacidad de paralizar la actuación durante años con un coste millonario para nuestros bolsillos en indemnizaciones por los retrasos.

Otros asuntos que han salido, por fin, de la agenda política, son la construcción de la autovía A7, la rehabilitación —parcial— del Cortijo del Fraile, las obras de la Casa del Mar, o las del IES Toyo —cambiamos el instituto de Retamar por el colegio de Albox por aquello de las gallinas que entran por las que salen—. Pero claro; sin gallinas, esto no sería Almería.