Los pactos contra Almería

RAMIRO TÉLLEZ


25·02·2016

Acabamos de conocer que Rivera y Sánchez han llegado a un acuerdo de gobierno tras aceptar éste cinco puntos irrenunciables para aquél, a saber: supresión de los aforamientos; mayor facilidad para las iniciativas legislativas populares; despolitización de la justicia; supresión de las diputaciones provinciales y limitar los mandatos presidenciales a ocho años. Probablemente, a cualquier español bienintencionado que no haya analizado detenidamente las exigencias le parecerán razonables.

Sin entrar a analizar la segunda, que podría ocasionar que una minoría muy organizada impusiera sus criterios a una mayoría sin aglutinamiento político, me voy a centrar en la supresión de las diputaciones. Para situarnos en contexto, dentro de tres días se celebra el 'Día de Andalucía' con todo el bombo y boato que necesita la creación, a partir de la nada, de una identidad regional. En Almería, conviene recordar, se dijo «No» en aquél referéndum del 28F de 1980. Constitución en mano, no podía instaurarse una Comunidad Autónoma de Andalucía por la vía del 151 integrada por las ocho provincias llamadas a las urnas en aquella fecha. Era completamente ilegal desde que el BOE del 13 de mayo de 1980 publicó la resolución de la Junta Electoral Central por la que declaraba que, y cito literalmente, «ha resultado rechazada la ratificación de la iniciativa autonómica».

Este inesperado resultado, fruto sin duda del desconocimiento casi absoluto que en el resto de España se tenía de la identidad y sentir del pueblo almeriense —porque de otra manera no se les habría ocurrido celebrar el referéndum de autonomía de Andalucía en Almería, como no se les ocurrió celebrarlo en Murcia o en Badajoz—, puso en jaque todo el proceso autonómico que por aquel entonces había echado a andar. Había que solucionar el embrollo como fuese y la solución escogida fue un fraude de ley reconocible por cualquier estudiante de primero de derecho, con agravante de vulneración del principio de seguridad jurídica. El lector interesado puede encontrar una explicación exhaustiva de la chapuza en el magnífico artículo de Nicolau Guillem '¿Qué celebra Almería el 28-F?'. Sin embargo, no voy a centrarme en qué se hizo, sino en cómo se hizo. Ese pucherazo fue posible gracias a un pacto de Estado al más alto nivel en el que se sacrificaba la voluntad popular del pueblo almeriense en el altar de las aspiraciones de otras regiones. Se cometía con Almería, que nunca había generado problemas identitarios, que siempre había sido una región leal y tranquila, una injusticia por mor de ese primer pacto que todavía no ha sido reparada. Es indignante tener que presenciar año tras año por estas fechas como se adoctrina a nuestros hijos en los colegios, ordenándolos en perfecta formación militar en los patios para escuchar el 'himno de Andalucía' mientras por la megafonía del centro se exige el máximo silencio y respeto que la ocasión merece.

Sin embargo, a Almería todavía le queda una tabla de salvación: la existencia de la diputación provincial; en otras palabras, la existencia de la provincia. La división territorial de España en provincias de 1833 fue un éxito descentralizador. Desde entonces, y va para doscientos años, nunca ha generado división ni rencillas entre españoles, motivo por el cual es el enemigo a batir por los profetas de los 'estados federales'. Recordemos que, históricamente, la federación es útil para unir territorios previamente separados (Suiza o EE.UU) pero que, cuando se divide federalmente lo que siempre estuvo unido, caso de Rusia bajo la dictadura soviética, se termina troceando la unión. Que nadie se engañe: el objetivo último de los partidarios de los estados federales es facilitar el despedazamiento de España en grandes trozos independientes a través de eufemismos, y para ellos las diputaciones representan el mayor obstáculo.

¿Qué sucederá con Almería en caso de la desaparición de la provincia a través de la supresión de su diputación? Que todo el territorio de la actual comunidad autónoma andaluza quedará indiviso, listo para el asalto posterior por el estado federal andaluz que podrá culminar, sin oposición, el genocidio cultural que lleva cometiendo con esta región desde 1981. Conseguirán por fin que seamos lo que nunca fuimos, andaluces, para dejar de ser, quizá de manera definitiva, lo que siempre fuimos, almerienses y españoles. Por eso el pacto de Rivera y Sánchez es un pacto contra Almería. Como el de 1980, se comete para satisfacer las aspiraciones separatistas de otras regiones españolas y, también como en el primero, la gran perjudicada es una región que siempre ha sido fiel a España. Visto lo visto, como en aquel chiste de Mingote, en la España actual se premia a los díscolos y se castiga a los leales. Espero que alguna vez el resto de españoles se percate de la inmensa deuda de gratitud que España tiene para con Almería.

Si de verdad los pactistas quieren suprimir duplicidades, les recomiendo que eliminen las comunidades autónomas. Han demostrado ser un fracaso histórico, tanto económico como social, y la mayor fuente de corrupción de nuestra historia. Supriman las actuales autonomías y descentralicen provincialmente, como algunos venimos proponiendo hace tiempo, aprovechando las diputaciones. Transfórmenlas si quieren, refórmenlas, pero dejen a las provincias existir en paz. Almería y el resto de españoles se lo agradecerán.