Uno de los jóvenes detenidos por el supuesto ataque a la casa de una familia marroquí desmiente las informaciones publicadas acerca del suceso
Antonio es uno de los detenidos por el supuesto ataque a la vivienda de una familia marroquí en Antas. |
ALMERÍA HOY / 06·02·2016
«Es todo surrealista», lamenta este joven de poco más de 20 años al que, para el propósito que nos ocupa, llamaremos Antonio, y que el pasado 30 de enero era detenido junto a otros cinco muchachos de Antas —entre ellos, dos menores— por el supuesto ataque a la casa de una familia marroquí.
Antonio se confiesa abrumado por la relevancia mediática que ha alcanzado el suceso, y molesto, muy molesto, por la falta de rigor de las informaciones difundidas en redes sociales y medios de comunicación —también en el nuestro—. «Todo lo que he leído es mentira, ni se hicieron pintadas en esa casa ni se arrojaron 'bombas' de aguafuerte contra ella», desmiente de manera tajante, explicando que las pintadas por las que se les acusa se encuentran en una plaza en la que suelen reunirse los jóvenes del pueblo, y que si bien se encuentra cerca del domicilio de esa familia, «en Antas —una localidad de algo más de 3.000 habitantes— está todo cerca». Antonio reconoce, no obstante, que hace años, cuando «era más niño», escribió en esa misma plaza un mensaje de apoyo a 'Liga joven', la organización juvenil de Movimiento Social Republicano, un partido de extrema derecha.
Respecto al lanzamiento de 'bombas' de aguafuerte, el joven asegura que ninguno de los detenidos tuvo nada que ver con ello, y que, de hecho, nadie las lanzó contra casa alguna. «Unos niños del pueblo las tiraron en la calle donde vive esa familia, bueno, esa familia y otras muchas, pero eso sucedió semanas antes de que nos detuvieran, y los niños ya han ido a la Policía Local y a la Guardia Civil a confesar que fueron ellos, que fue jugando».
«Se han mezclado muchas cosas que no tienen que ver unas con otras», asegura Antonio, quien relata que «todo empezó por una pelea en el instituto» de la localidad entre dos chicos, uno español y otro de origen magrebí. Ese mismo día —27 de enero—, a la salida del centro, «cinco chavales marroquíes comenzaron a increpar a dos muchachos —los dos menores detenidos—, faltándoles al respeto». «Uno de los chicos cogió la moto y se fue para su casa, pero el otro se fue andando, y los marroquíes lo siguieron por la calle, insultándole, pegándole empujones por detrás, hasta que lo rodearon en un callejón y uno de ellos le sacó una navaja». «La suerte fue —continúa— que en una heladería cercana había un muchacho trabajando que lo vio, y salió amenazando con llamar a la policía».
«Este es un pueblo pequeño, y por las tardes nos encontramos todos en la plaza... Así que, cuando el muchacho nos contó lo que le había pasado, algunos de los que estábamos allí decidimos acompañarle a casa del marroquí para zanjar la cuestión. Que no se me malinterprete, no fuimos a pegarle ni nada de eso, de haber querido pegarle le habríamos esperado por ahí, en algún otro lugar, no en su casa... Queríamos explicarle que por ese camino no iba a ningún lado, y asegurarnos de que dejase tranquilo al muchacho».
Antonio reconoce sin embargo que, una vez allí, el ambiente fue tenso y hubo provocaciones, «el chaval le decía cosas como "pégame, venga, pégame ahora" y el muchacho marroquí se reía y le vacilaba con una actitud muy chulesca, hasta que, en una de esas, le respondió "mañana, mañana a las tres de la tarde en la salida". Entonces corté la conversación y le dije "mira, aquí, por lo menos en mi pueblo, así, de esta manera, no vas a ningún lado. Si se te ocurre otra vez coger a un niño pequeño, entre cinco, y hacerle cualquier mierda de esas, sacarle una navaja... Haz cuenta de que el que va a venir voy a ser yo", pero el marroquí seguía burlándose, así que le volví a decir "que si vosotros tenéis navajas, nosotros tenemos gasolina", que es por lo que se me quiere acusar de un delito de amenazas».
«La cosa quedó ahí, no hubo más. De hecho, las vecinas estuvieron hablando con nosotros, regañándonos porque no estaba bien que fuéramos todos... Llegó incluso otro muchacho marroquí, no sé si familiar de este, y nos contó que él también le había regañado por la pelea».
«Total, que nos marchamos de allí y todo tan normal, hasta que el sábado por la tarde me llamaron contándome que habían detenido a un amigo en La Escorpio —una cafetería-pub de la localidad—, que lo habían empujado contra la pared y lo habían esposado allí mismo, delante de todo el mundo... Claro, al principio pensé que era cachondeo, pero siguieron llamándome, "oye, que no es broma", así que me marché del trabajo y me vine para el pueblo... Veía que era verdad y todavía no me lo creía... Iba a comentárselo a mis abuelos cuando me llamó la Policía Judicial para decirme que tenía que presentarme antes de las ocho en el cuartel de Garrucha».
«Pasé más de cuarenta horas detenido por algo que ni he hecho ni es verdad. A los menores los tuvieron más de veinte, en Garrucha y en los calabozos de Almería, con delincuentes de Almería, a unos críos que lo único que hicieron fue tener una pelea de instituto». «Ahora —explica— les han puesto una orden de alejamiento y no pueden ir a clase. Han pedido traslado a un centro de Vera, pero el papeleo lleva tiempo, así que están sin escolarizar».
Antonio no oculta su enfado por el tratamiento dado en medios de comunicación y redes sociales a la noticia de su detención, los hechos, sostiene, salvo la detención en sí misma, no guardan relación alguna con la realidad. «Todo lo que se ha dicho es mentira, fue una pelea de instituto, no un acto racista, y ni pertenezco a una peña violenta del Almería, ni somos una banda neonazi que sale a cazar inmigrantes, ni nadie pintó ni tiró nada contra esa casa. Tampoco soy racista, de hecho, uno de mis mejores amigos es ecuatoriano, y en nuestro grupo de amigos, el que nos juntamos en la plaza, hay varios muchachos marroquíes». «Lo que sucedió no tuvo nada que ver con la raza de nadie, si los que persiguieron a este muchacho y le sacaron una navaja hubieran sido españoles, lituanos o ecuatorianos, habría actuado de la misma manera», remarca el joven, quien pese a todo se muestra preocupado por su futuro procesal porque «se ha montado una película con todo esto» y «es un tema con el que la gente está muy sensibilizada».
Antonio se confiesa abrumado por la relevancia mediática que ha alcanzado el suceso, y molesto, muy molesto, por la falta de rigor de las informaciones difundidas en redes sociales y medios de comunicación —también en el nuestro—. «Todo lo que he leído es mentira, ni se hicieron pintadas en esa casa ni se arrojaron 'bombas' de aguafuerte contra ella», desmiente de manera tajante, explicando que las pintadas por las que se les acusa se encuentran en una plaza en la que suelen reunirse los jóvenes del pueblo, y que si bien se encuentra cerca del domicilio de esa familia, «en Antas —una localidad de algo más de 3.000 habitantes— está todo cerca». Antonio reconoce, no obstante, que hace años, cuando «era más niño», escribió en esa misma plaza un mensaje de apoyo a 'Liga joven', la organización juvenil de Movimiento Social Republicano, un partido de extrema derecha.
Respecto al lanzamiento de 'bombas' de aguafuerte, el joven asegura que ninguno de los detenidos tuvo nada que ver con ello, y que, de hecho, nadie las lanzó contra casa alguna. «Unos niños del pueblo las tiraron en la calle donde vive esa familia, bueno, esa familia y otras muchas, pero eso sucedió semanas antes de que nos detuvieran, y los niños ya han ido a la Policía Local y a la Guardia Civil a confesar que fueron ellos, que fue jugando».
«Se han mezclado muchas cosas que no tienen que ver unas con otras», asegura Antonio, quien relata que «todo empezó por una pelea en el instituto» de la localidad entre dos chicos, uno español y otro de origen magrebí. Ese mismo día —27 de enero—, a la salida del centro, «cinco chavales marroquíes comenzaron a increpar a dos muchachos —los dos menores detenidos—, faltándoles al respeto». «Uno de los chicos cogió la moto y se fue para su casa, pero el otro se fue andando, y los marroquíes lo siguieron por la calle, insultándole, pegándole empujones por detrás, hasta que lo rodearon en un callejón y uno de ellos le sacó una navaja». «La suerte fue —continúa— que en una heladería cercana había un muchacho trabajando que lo vio, y salió amenazando con llamar a la policía».
«Este es un pueblo pequeño, y por las tardes nos encontramos todos en la plaza... Así que, cuando el muchacho nos contó lo que le había pasado, algunos de los que estábamos allí decidimos acompañarle a casa del marroquí para zanjar la cuestión. Que no se me malinterprete, no fuimos a pegarle ni nada de eso, de haber querido pegarle le habríamos esperado por ahí, en algún otro lugar, no en su casa... Queríamos explicarle que por ese camino no iba a ningún lado, y asegurarnos de que dejase tranquilo al muchacho».
Antonio reconoce sin embargo que, una vez allí, el ambiente fue tenso y hubo provocaciones, «el chaval le decía cosas como "pégame, venga, pégame ahora" y el muchacho marroquí se reía y le vacilaba con una actitud muy chulesca, hasta que, en una de esas, le respondió "mañana, mañana a las tres de la tarde en la salida". Entonces corté la conversación y le dije "mira, aquí, por lo menos en mi pueblo, así, de esta manera, no vas a ningún lado. Si se te ocurre otra vez coger a un niño pequeño, entre cinco, y hacerle cualquier mierda de esas, sacarle una navaja... Haz cuenta de que el que va a venir voy a ser yo", pero el marroquí seguía burlándose, así que le volví a decir "que si vosotros tenéis navajas, nosotros tenemos gasolina", que es por lo que se me quiere acusar de un delito de amenazas».
«La cosa quedó ahí, no hubo más. De hecho, las vecinas estuvieron hablando con nosotros, regañándonos porque no estaba bien que fuéramos todos... Llegó incluso otro muchacho marroquí, no sé si familiar de este, y nos contó que él también le había regañado por la pelea».
«Total, que nos marchamos de allí y todo tan normal, hasta que el sábado por la tarde me llamaron contándome que habían detenido a un amigo en La Escorpio —una cafetería-pub de la localidad—, que lo habían empujado contra la pared y lo habían esposado allí mismo, delante de todo el mundo... Claro, al principio pensé que era cachondeo, pero siguieron llamándome, "oye, que no es broma", así que me marché del trabajo y me vine para el pueblo... Veía que era verdad y todavía no me lo creía... Iba a comentárselo a mis abuelos cuando me llamó la Policía Judicial para decirme que tenía que presentarme antes de las ocho en el cuartel de Garrucha».
«Pasé más de cuarenta horas detenido por algo que ni he hecho ni es verdad. A los menores los tuvieron más de veinte, en Garrucha y en los calabozos de Almería, con delincuentes de Almería, a unos críos que lo único que hicieron fue tener una pelea de instituto». «Ahora —explica— les han puesto una orden de alejamiento y no pueden ir a clase. Han pedido traslado a un centro de Vera, pero el papeleo lleva tiempo, así que están sin escolarizar».
Antonio no oculta su enfado por el tratamiento dado en medios de comunicación y redes sociales a la noticia de su detención, los hechos, sostiene, salvo la detención en sí misma, no guardan relación alguna con la realidad. «Todo lo que se ha dicho es mentira, fue una pelea de instituto, no un acto racista, y ni pertenezco a una peña violenta del Almería, ni somos una banda neonazi que sale a cazar inmigrantes, ni nadie pintó ni tiró nada contra esa casa. Tampoco soy racista, de hecho, uno de mis mejores amigos es ecuatoriano, y en nuestro grupo de amigos, el que nos juntamos en la plaza, hay varios muchachos marroquíes». «Lo que sucedió no tuvo nada que ver con la raza de nadie, si los que persiguieron a este muchacho y le sacaron una navaja hubieran sido españoles, lituanos o ecuatorianos, habría actuado de la misma manera», remarca el joven, quien pese a todo se muestra preocupado por su futuro procesal porque «se ha montado una película con todo esto» y «es un tema con el que la gente está muy sensibilizada».