RAMIRO TÉLLEZ
28·05·2015
El pasado fin de semana hubo elecciones. No sólo en aquí, como todos sabemos, sino también en Polonia, que tiene un tamaño algo inferior al 62% de España pero un 83% de nuestra población. En términos demográficos somos parecidos, por tanto. Además, es un país culturalmente católico, lo que acentúa la semejanza. Los resultados electorales, en cambio, son tan diferentes a los que se cosechan aquí que bien merecen un análisis comparativo.
Comencemos por el viraje hacia el Comunismo en las elecciones municipales y autonómicas patrias. La candidata comunista por Madrid, Manuela Carmena, que podría convertirse en alcaldesa si las fuerzas teóricamente centradas no lo remedian, tiene propuestas tan peregrinas como soltar al 94% de los presos comunes —cuyos oficios son tan beneficiosos para la sociedad—, reducir la velocidad del tráfico ampliando las zonas limitadas a 30 km/h o subir las tasas a la actividad empresarial, activando el Impuesto de Actividades Económicas, a iniciativas tan fascistas como bares o aparcamientos. Desconozco las razones por las que la citada señora odie tanto el turismo y la riqueza que genera, pero a fe mía que podría conseguir el prodigio de que Almería recibiera más visitantes que la capital del Reino si no fuese porque la mayoría de ellos pisan España por primera vez en Barajas.
En cuanto a Barcelona, la ciudad no podía permitirse el lujo de que 'Madrit' la adelantase por el carril izquierdo. Pero no podía tratarse del comunismo soviético, tan clásico y tan aburrido. Eso lo dejan para los mesetarios. Puestos a conservar su reputación, real o ficticia, de adalides de la moda vanguardista, ¿qué mejor opción que la abeja Maya? No es ni española ni catalana, como corresponde al bleeding edge del frikismo político que tanto gusta por aquellos lares. Aunque, llegada la hora de elegir, no ha dudado en abrazar el catalanismo porque lo de sentirse español es cosa de seres inferiores y deleznables. Sin embargo, como en el caso de Carmena, el odio que Ada Colau parece sentir por el turismo torna su desprecio a lo español en amor platónico. Los 27 millones de turistas que recibe Barcelona cada año le deben de parecer excesivos, no sabemos si por no lucir barretina o por llegar sin traer la sardana aprendida de casa, pero la probable nueva alcaldesa va a impedir que se puedan abrir nuevos hoteles, del tipo que sea, amén de retirar licencias a los ya existentes e implantar nuevas tasas al sector, entre otras lindezas. Seguramente Vd., amable lector, creerá en su sano juicio que una vez aniquilada la fuente de ingresos principal de la ciudad no se vaya a poder disponer de recursos para contratar a todo bicho viviente en el Ayuntamiento con sueldo vitalicio, como ha prometido. Lo que quizá no sepa es que la abeja reina ya tiene pensada la solución. ¿Tan tonta la cree? Se emite una nueva moneda local y asunto arreglado. Realmente somos muy afortunados de vivir para ver como el Paraíso terrenal va tomando forma progresivamente.
Los polacos, volviendo al principio, ya saben lo que es gozar de ese paraíso. No en vano lo han disfrutado durante medio siglo. Quizá, por esa misma razón, huyen de él como las cebras de los leones. En las últimas elecciones de hace cuatro días los polacos debían elegir en segunda vuelta entre dos candidatos a presidente: el liberal en el poder o el conservador aspirante. ¿Se lo imaginan? ¡Entre un liberal y un conservador! ¡Qué sana envidia! Al final venció el segundo, pero eso es lo de menos. Lo significativo es que, tanto en Polonia como en otros países del Este donde también pudieron deleitarse con los placeres del Edén, los partidos 'sozialistas' son residuales.
¿Cómo es eso posible? ¿Se habrán vuelto locos? Echando un vistazo a la comparativa entre España y Polonia alguien podría pensar que a simple vista España parece estar mejor, pero miren el dato de deuda pública como porcentaje del PIB: en España estamos en el 100% del PIB y subiendo, y ellos en el 50% y bajando. Los demás indicadores también muestran que Polonia está viajando hacia la prosperidad. Más asombroso aún es que Polonia haya conseguido tomar ese tren habiendo escapado del Comunismo en 1990. Dicho con otras palabras, en 1990 partían de una situación tercermundista. Lo que han conseguido en 25 años es casi milagroso, y todo gracias a rechazar las políticas que muchos españoles han abrazado como bálsamo de Fierabrás hace pocos días en las dos mayores ciudades españolas. Los vientos de cambio que cantaba Scorpions en Gdansk para celebrar los 20 años de libertad polaca no han podido ser más frescos.
Dice el refranero que nadie aprende de la experiencia ajena, y por eso hay quien defiende que España necesita una pasada por la izquierda, la de verdad, para vacunarse contra ella. El problema es que España no es Polonia. Aquí la izquierda no sólo nos va a arruinar, sino que va a conseguir lo que el mismísimo Canciller de Hierro, Otto von Bismarck, creía que era imposible cuando dijo aquello de que «España es el país más fuerte del mundo, lleva siglos tratando de destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido». La ruina económica vendrá acompañada por una vuelta a los reinos de taifas.
¿Estamos a tiempo de evitarlo? Como liberal creo en las personas. Yo estoy dispuesto a dar la batalla por nuestra Libertad. Personalmente tengo a mano un cincel y un martillo, como dije con motivo de la efeméride de la caída del Muro de Berlín, porque parece que el momento de usarlos se acerca peligrosamente, y he decidido dar el paso a la política activa para defender nuestra Libertad donde y como corresponde: a través de los instrumentos que proporciona la democracia liberal.
¿Y Vd., amable lector? ¿Sabe ya cuál va a ser su contribución para que, cuando vaya al supermercado, pueda encontrar papel higiénico?
Por cierto, y esto como favor personal. ¿Puede alguien recomendarme algún buen profesor de polaco? Nunca se sabe cuando lo va uno a necesitar.
Comencemos por el viraje hacia el Comunismo en las elecciones municipales y autonómicas patrias. La candidata comunista por Madrid, Manuela Carmena, que podría convertirse en alcaldesa si las fuerzas teóricamente centradas no lo remedian, tiene propuestas tan peregrinas como soltar al 94% de los presos comunes —cuyos oficios son tan beneficiosos para la sociedad—, reducir la velocidad del tráfico ampliando las zonas limitadas a 30 km/h o subir las tasas a la actividad empresarial, activando el Impuesto de Actividades Económicas, a iniciativas tan fascistas como bares o aparcamientos. Desconozco las razones por las que la citada señora odie tanto el turismo y la riqueza que genera, pero a fe mía que podría conseguir el prodigio de que Almería recibiera más visitantes que la capital del Reino si no fuese porque la mayoría de ellos pisan España por primera vez en Barajas.
En cuanto a Barcelona, la ciudad no podía permitirse el lujo de que 'Madrit' la adelantase por el carril izquierdo. Pero no podía tratarse del comunismo soviético, tan clásico y tan aburrido. Eso lo dejan para los mesetarios. Puestos a conservar su reputación, real o ficticia, de adalides de la moda vanguardista, ¿qué mejor opción que la abeja Maya? No es ni española ni catalana, como corresponde al bleeding edge del frikismo político que tanto gusta por aquellos lares. Aunque, llegada la hora de elegir, no ha dudado en abrazar el catalanismo porque lo de sentirse español es cosa de seres inferiores y deleznables. Sin embargo, como en el caso de Carmena, el odio que Ada Colau parece sentir por el turismo torna su desprecio a lo español en amor platónico. Los 27 millones de turistas que recibe Barcelona cada año le deben de parecer excesivos, no sabemos si por no lucir barretina o por llegar sin traer la sardana aprendida de casa, pero la probable nueva alcaldesa va a impedir que se puedan abrir nuevos hoteles, del tipo que sea, amén de retirar licencias a los ya existentes e implantar nuevas tasas al sector, entre otras lindezas. Seguramente Vd., amable lector, creerá en su sano juicio que una vez aniquilada la fuente de ingresos principal de la ciudad no se vaya a poder disponer de recursos para contratar a todo bicho viviente en el Ayuntamiento con sueldo vitalicio, como ha prometido. Lo que quizá no sepa es que la abeja reina ya tiene pensada la solución. ¿Tan tonta la cree? Se emite una nueva moneda local y asunto arreglado. Realmente somos muy afortunados de vivir para ver como el Paraíso terrenal va tomando forma progresivamente.
Los polacos, volviendo al principio, ya saben lo que es gozar de ese paraíso. No en vano lo han disfrutado durante medio siglo. Quizá, por esa misma razón, huyen de él como las cebras de los leones. En las últimas elecciones de hace cuatro días los polacos debían elegir en segunda vuelta entre dos candidatos a presidente: el liberal en el poder o el conservador aspirante. ¿Se lo imaginan? ¡Entre un liberal y un conservador! ¡Qué sana envidia! Al final venció el segundo, pero eso es lo de menos. Lo significativo es que, tanto en Polonia como en otros países del Este donde también pudieron deleitarse con los placeres del Edén, los partidos 'sozialistas' son residuales.
¿Cómo es eso posible? ¿Se habrán vuelto locos? Echando un vistazo a la comparativa entre España y Polonia alguien podría pensar que a simple vista España parece estar mejor, pero miren el dato de deuda pública como porcentaje del PIB: en España estamos en el 100% del PIB y subiendo, y ellos en el 50% y bajando. Los demás indicadores también muestran que Polonia está viajando hacia la prosperidad. Más asombroso aún es que Polonia haya conseguido tomar ese tren habiendo escapado del Comunismo en 1990. Dicho con otras palabras, en 1990 partían de una situación tercermundista. Lo que han conseguido en 25 años es casi milagroso, y todo gracias a rechazar las políticas que muchos españoles han abrazado como bálsamo de Fierabrás hace pocos días en las dos mayores ciudades españolas. Los vientos de cambio que cantaba Scorpions en Gdansk para celebrar los 20 años de libertad polaca no han podido ser más frescos.
Dice el refranero que nadie aprende de la experiencia ajena, y por eso hay quien defiende que España necesita una pasada por la izquierda, la de verdad, para vacunarse contra ella. El problema es que España no es Polonia. Aquí la izquierda no sólo nos va a arruinar, sino que va a conseguir lo que el mismísimo Canciller de Hierro, Otto von Bismarck, creía que era imposible cuando dijo aquello de que «España es el país más fuerte del mundo, lleva siglos tratando de destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido». La ruina económica vendrá acompañada por una vuelta a los reinos de taifas.
¿Estamos a tiempo de evitarlo? Como liberal creo en las personas. Yo estoy dispuesto a dar la batalla por nuestra Libertad. Personalmente tengo a mano un cincel y un martillo, como dije con motivo de la efeméride de la caída del Muro de Berlín, porque parece que el momento de usarlos se acerca peligrosamente, y he decidido dar el paso a la política activa para defender nuestra Libertad donde y como corresponde: a través de los instrumentos que proporciona la democracia liberal.
¿Y Vd., amable lector? ¿Sabe ya cuál va a ser su contribución para que, cuando vaya al supermercado, pueda encontrar papel higiénico?
Por cierto, y esto como favor personal. ¿Puede alguien recomendarme algún buen profesor de polaco? Nunca se sabe cuando lo va uno a necesitar.
Ramiro Téllez es doctor en Químicas y profesor de la Universidad de Almería, así como vicepresidente provincial de VOX.