RAMIRO TÉLLEZ
23·05·2015
Es posible que el Almería empiece la temporada que viene con tres puntos menos que el resto, ya sea en Primera o en Segunda —Dios quiera que lo primero—, y no es difícil imaginarse las tertulias de bar y los corrillos de los centros de trabajo dándole vueltas al asunto y discutiendo sobre lo justo o injusto de la medida.
Ahora, en lugar de esa situación, imaginen esta otra. El Barcelona, como campeón de Liga, empezará la próxima temporada con veinte puntos de ventaja sobre el resto y cuatro penalties a favor garantizados en cada partido. El Madrid, como subcampeón, comenzará con dieciocho puntos de ventaja y el mismo número de penalties favorables, y así sucesivamente hasta llegar al último, que no disfrutará de ninguno de esos privilegios. ¿Cómo calificaría Vd. semejante competición? ¿Le parecería justa o estaría sesgada desde el principio?
Por sorprendente que parezca, hoy termina una campaña electoral en la que, como de costumbre, se ha producido una injusticia de esa naturaleza. Los distintos partidos, dentro de sus posibilidades, han desplegado el arsenal típico de octavillas, carteles, megafonía, etc., donde la diferencia radica en las posibilidades. Los próceres de la patria, durante la Transición, decidieron que los partidos políticos se financiasen con subvenciones públicas y que las subvenciones dependiesen del número de escaños conseguidos.
Lo primero podría ser comprensible en aquella época —se salía de una dictadura y había que favorecer la asociación política—, pero el segundo es más que discutible. Sin embargo, no cabe duda de que la combinación de los dos, elección tras elección, ha ido pervirtiendo las campañas hasta el punto de hacerlas imposibles para los 'pequeños', generando dos grandes monstruos que parten siempre con una ventaja tan injusta en su diferencia como en su origen. El dinero público no debería utilizarse ni para financiar a partidos políticos, sindicatos u organizaciones empresariales, ni para hacerlo de manera tan desigual puestos a ello. Es el equivalente a partir con veinte puntos de ventaja.
En cuanto a los penaltis a favor garantizados, tenemos la decisión de las Juntas Electorales de escoger quienes participan o no en debates o tienen la fortuna de ser entrevistados en medios públicos, por no hablar de esa ristra de medios privados que son regados con el dinero público de la subvención y que, por tanto, nunca morderán la mano del amo que les da de comer dando voz a sus adversarios.
¿Qué se puede hacer para igualar la contienda? Emular el funcionamiento de cualquier competición deportiva. Todos los partidos políticos deben empezar la carrera electoral en las mismas condiciones, por lo menos en lo que se refiere a los recursos públicos recibidos. Lo ideal sería que cada uno se autofinanciase con las cuotas de sus afiliados, como hemos dicho antes, pero en caso de que la ley los riegue, al menos que cada maceta reciba la misma cantidad de agua. Además, es necesario que el árbitro sea imparcial y que las reglas del juego se apliquen a todos por igual. Las Juntas Electorales no pueden tratar de manera distinta a unos y a otros, pues de lo contrario se llega a la típica situación de pescadilla que se muerde la cola, con dos grandes cada vez más poderosos. El «bipartidismo asfixiante», como lo han denominado algunos.
Con el sistema actual sólo se puede salir del bipartidismo cuando, de repente, aunque partan con puntos y penaltis de ventaja, los grandes tengan unas plantillas tan malas que los pequeños les recorten los goles poco a poco. Ahora parece que estamos en una situación parecida, pero es puramente coyuntural. Antes o después volverán a aparecer otros dos grandes que sustituyan a los anteriores y entraremos en el mismo ciclo.
Debemos reflexionar como sociedad si queremos vivir en un deja vu dentro de poco o si, por el contrario, queremos que la gente pueda votar en conciencia, convirtiendo cada campaña electoral en el comienzo de una nueva temporada deportiva en la que la apelación al 'voto útil' sea inútil.
Ahora, en lugar de esa situación, imaginen esta otra. El Barcelona, como campeón de Liga, empezará la próxima temporada con veinte puntos de ventaja sobre el resto y cuatro penalties a favor garantizados en cada partido. El Madrid, como subcampeón, comenzará con dieciocho puntos de ventaja y el mismo número de penalties favorables, y así sucesivamente hasta llegar al último, que no disfrutará de ninguno de esos privilegios. ¿Cómo calificaría Vd. semejante competición? ¿Le parecería justa o estaría sesgada desde el principio?
Por sorprendente que parezca, hoy termina una campaña electoral en la que, como de costumbre, se ha producido una injusticia de esa naturaleza. Los distintos partidos, dentro de sus posibilidades, han desplegado el arsenal típico de octavillas, carteles, megafonía, etc., donde la diferencia radica en las posibilidades. Los próceres de la patria, durante la Transición, decidieron que los partidos políticos se financiasen con subvenciones públicas y que las subvenciones dependiesen del número de escaños conseguidos.
Lo primero podría ser comprensible en aquella época —se salía de una dictadura y había que favorecer la asociación política—, pero el segundo es más que discutible. Sin embargo, no cabe duda de que la combinación de los dos, elección tras elección, ha ido pervirtiendo las campañas hasta el punto de hacerlas imposibles para los 'pequeños', generando dos grandes monstruos que parten siempre con una ventaja tan injusta en su diferencia como en su origen. El dinero público no debería utilizarse ni para financiar a partidos políticos, sindicatos u organizaciones empresariales, ni para hacerlo de manera tan desigual puestos a ello. Es el equivalente a partir con veinte puntos de ventaja.
En cuanto a los penaltis a favor garantizados, tenemos la decisión de las Juntas Electorales de escoger quienes participan o no en debates o tienen la fortuna de ser entrevistados en medios públicos, por no hablar de esa ristra de medios privados que son regados con el dinero público de la subvención y que, por tanto, nunca morderán la mano del amo que les da de comer dando voz a sus adversarios.
¿Qué se puede hacer para igualar la contienda? Emular el funcionamiento de cualquier competición deportiva. Todos los partidos políticos deben empezar la carrera electoral en las mismas condiciones, por lo menos en lo que se refiere a los recursos públicos recibidos. Lo ideal sería que cada uno se autofinanciase con las cuotas de sus afiliados, como hemos dicho antes, pero en caso de que la ley los riegue, al menos que cada maceta reciba la misma cantidad de agua. Además, es necesario que el árbitro sea imparcial y que las reglas del juego se apliquen a todos por igual. Las Juntas Electorales no pueden tratar de manera distinta a unos y a otros, pues de lo contrario se llega a la típica situación de pescadilla que se muerde la cola, con dos grandes cada vez más poderosos. El «bipartidismo asfixiante», como lo han denominado algunos.
Con el sistema actual sólo se puede salir del bipartidismo cuando, de repente, aunque partan con puntos y penaltis de ventaja, los grandes tengan unas plantillas tan malas que los pequeños les recorten los goles poco a poco. Ahora parece que estamos en una situación parecida, pero es puramente coyuntural. Antes o después volverán a aparecer otros dos grandes que sustituyan a los anteriores y entraremos en el mismo ciclo.
Debemos reflexionar como sociedad si queremos vivir en un deja vu dentro de poco o si, por el contrario, queremos que la gente pueda votar en conciencia, convirtiendo cada campaña electoral en el comienzo de una nueva temporada deportiva en la que la apelación al 'voto útil' sea inútil.
Ramiro Téllez es doctor en Químicas y profesor de la Universidad de Almería, así como candidato de VOX a la Alcaldía de la capital.