EMILIO ARAMBURU
09·03·2015
La Siempreviva mojaquera (Limonium estevei) que salpica los parajes de Macenas; los vestigios prehistóricos que dormitan en el Cerro Cuartillas; los ‘paticos’ que navegan por la Laguna del Río Aguas; las múltiples variedades de orquídeas silvestres —veintitantas que lograste localizar— que comienzan ahora a brotar en los pliegues de Sierra Cabrera; los multicolores minerales de tu rambla de El Sopalmo; el mosto de las parras de tu huerto; los cafés con los amigos; los debates plenarios, de pie, con tus 'rivales' –siempre bien aderezados de legajos y legislaciones-; los paseos campestres a la caza del hallazgo arqueológico o del espárrago triguero; tus elucubraciones sobre el origen del Indalo; las tertulias de la radio; los Moros y los Cristianos; tu increíble memoria para recordar todo aquello que leías y escuchabas; la política, la ecología y la cultura provincial; el 'robo' de habas en los bancales de los amigos; los Cristianos y los Moros; tu amistad sin condiciones; la pasión de tus convicciones; los treinta años compartidos en el camino de la vida; la soledad y desolación por tu partida.
Todos ellos y por todo ello y mucho más te recordaremos, Carlos, amigo. Y en nuestra memoria permanecerás siempre vivo, mojaquero.
Todos ellos y por todo ello y mucho más te recordaremos, Carlos, amigo. Y en nuestra memoria permanecerás siempre vivo, mojaquero.