Reconozco que soy de cabalgata


..

PASEO ABAJO/Juan Torrijos

Este año me ha tocado pagar el roscón de reyes, la puñetera haba me debía querer mucho en el pasado, y me la encontré en el trozo del que nos comimos en el 23. Y no es el primer año, y deseo que no sea el último, lo de reunirse con los amigos tras la cabalgata, con ratas o sin ellas durante el recorrido, de las que tendremos que escribir algún día, María alcaldesa. Algunos dirán que es una tontería, pero me encanta seguir con la tradición del roscón, de la búsqueda del rey o de la haba. No me gusta el de nata, es como si comieras un pastel, de otros sabores de los que se hablan, no los he probado todavía. Pero les puedo asegurar que uno de los mejores que se pueden comer en Almería está en “La Gracia de Dios”, pequeña pastelería en la calle Regocijos, pero grande, muy grande a la hora de elaborarlos.

Llevamos algunos años discutiendo en nuestros hogares sobre los reyes y el hombre de rojo que nos vino del norte a la hora de ponerle los regalos a nuestros hijos. He de reconocer que los chavales de ahora han salido ganando, reciben un obsequio el 25, por aquello de Papá Noel, y tras las cabalgatas del día cinco de enero, duermen esa noche esperando los regalos que lleguen por la mañana.

Los abuelos ya nos hemos acostumbrado, pero no crean que no nos ha costado. Somos de la generación de los Magos de Oriente, de Melchor, Gaspar y Baltasar, y lo del “gordo” vestido de rojo, con poca posibilidad de que su cuerpo pueda bajar por la chimenea, dicho sin acritud, lo aceptamos de aquella manera. Pero como se trata de ser sincero ante ustedes, les comento que en esta cuestión soy partidario de la celebración de los tres magos. Una vez al año no hace daño sentirse así, y sobre todo después de haber sido Melchor en una cabalgata, hace de eso muchos años, pero les aseguro que no se puede olvidar. Si no me creen, pregunten al juez Benito Gálvez, o Alfonso Rubí, ellos, como otros muchos, tuvieron la misma suerte, y les puedo asegurar que aquellas horas de cabalgata, de visitar los centros sanitarios, de ver las caras de los chiquillos, se convierten en las más hermosas que vivir se pueden. Y aún lo recordamos como uno de los momentos más felices de nuestra vida.

Las películas americanas nos han traído el ¡Oh, Oh! de Papá Noel, y en esta país nuestro, siempre dispuesto a acoger y aceptar todo lo que nos llega de fuera, así lo hicimos con él, pero no queremos perder la cabalgata, no deseamos que se pierda la noche del cinco de enero, no estamos por la labor de darle la espalda a Melchor, tampoco a Gaspar y menos a Baltasar. Así que, he vivido la muy moderna cabalgata que nos organiza el ayuntamiento, he degustado el roscón de este año, que me ha tocado pagar por culpa del haba, compré en Madiló ese último regalo que siempre se olvida, y dejé las zapatillas junto a la ventana. Por si caía algo.

Y cayó, hay que decir que cayeron. Lo de ser niño o mayor son ventajas en estas fechas. Y los reyes se portaron. Hasta mi querido y entrañable Paco Palomo me mandó el suyo desde las hermosas tierras de su Califato Cordobés. A todos les estoy muy agradecidos. Por cierto, el próximo año volveré a pagar el roscón. Me volvió a tocar. Y hasta el cava si hace falta.