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PASEO ABAJO/Juan Torrijos
El gobernador de la provincia, José María Martín, celebraba este día, seis de diciembre, el pasado fin de semana, y aprovechaba para hacer entrega de los premios de la Consti a un numero de almerienses que estoy seguro que se lo merecen. Lo que no tengo muy claro es si los representantes del actual Gobierno están en condiciones de celebrar este día y hacer entrega a hombres de bien de un premio en su nombre.
Yo fui uno de los españoles que votó la actual Constitución, y fuimos más de un noventa por ciento aquel día los que nos acercamos a hacerlo. Lo hacíamos con la ilusión de un tiempo nuevo que se abría ante los españoles. Tiempos de paz, de unión y de democracia. Y durante algunos años así lo creíamos.
Ilusos. Las guerras internas seguían dentro de la propia ley de leyes. Seguía configurando una España de dos velocidades, daba el poder a los extremos secesionistas, y sacralizaba el expolio económico que el País Vasco y los racistas de Arana, el PNV, seguía haciendo al resto de los españoles.
Los dos grandes partidos que han gobernado en España no han tomado ni una sola medida para solucionar el problema de la ley electoral, y que las minorías dejaran de imponer su poder a los dos grandes partidos a la hora de gobernar: PSOE y PP. Los españoles hemos vivido a expensas de lo que han querido vascos y catalanes, han cambiado las leyes y los gobiernos como han querido, solo con la intención de defender sus intereses, nunca el del resto de los ciudadanos que viven en la parte de la península ibérica que llamamos España.
Celebrar hoy el día de la Constitución, resfriada como la vemos, acatarrada por culpa de los políticos que están por venderla con tal de mandar, que es lo que busca Sánchez con los pactos con los delincuentes fuera de ella, no sé si merece la pena. Mientras los políticos estén por mantenerse en el poder, y se dediquen a vender y comprar votos, cambiando la Constitución, o tomársela a ligera, cuando les salga de sus partes blandas si es necesario, es de lógica que muchos ciudadanos se pregunten: ¿Qué estamos celebrando, hoy, seis de diciembre?
Sinceramente no lo sé. ¿Celebramos el que los vascos tengan un concierto por el que pagan menos que el resto de los ciudadanos de otras comunidades?
¿Quizás el que los catalanes puedan delinquir y venga el gobierno con sus perdones, y si hace falta con una amnistía que no está contemplada en la Constitución?
No creo que me levante esta mañana con ganas de celebrar nada. Mejor voy a ver lo que Gabriel ha preparado para comer en el bar de la plaza, tomarme unas cervezas y brindar porque algún otro seis de diciembre podamos gritar que tenemos una Constitución que nos hace iguales a todos los ciudadanos de este país.
Temo que me quedaré con las ganas.
Yo fui uno de los españoles que votó la actual Constitución, y fuimos más de un noventa por ciento aquel día los que nos acercamos a hacerlo. Lo hacíamos con la ilusión de un tiempo nuevo que se abría ante los españoles. Tiempos de paz, de unión y de democracia. Y durante algunos años así lo creíamos.
Ilusos. Las guerras internas seguían dentro de la propia ley de leyes. Seguía configurando una España de dos velocidades, daba el poder a los extremos secesionistas, y sacralizaba el expolio económico que el País Vasco y los racistas de Arana, el PNV, seguía haciendo al resto de los españoles.
Los dos grandes partidos que han gobernado en España no han tomado ni una sola medida para solucionar el problema de la ley electoral, y que las minorías dejaran de imponer su poder a los dos grandes partidos a la hora de gobernar: PSOE y PP. Los españoles hemos vivido a expensas de lo que han querido vascos y catalanes, han cambiado las leyes y los gobiernos como han querido, solo con la intención de defender sus intereses, nunca el del resto de los ciudadanos que viven en la parte de la península ibérica que llamamos España.
Celebrar hoy el día de la Constitución, resfriada como la vemos, acatarrada por culpa de los políticos que están por venderla con tal de mandar, que es lo que busca Sánchez con los pactos con los delincuentes fuera de ella, no sé si merece la pena. Mientras los políticos estén por mantenerse en el poder, y se dediquen a vender y comprar votos, cambiando la Constitución, o tomársela a ligera, cuando les salga de sus partes blandas si es necesario, es de lógica que muchos ciudadanos se pregunten: ¿Qué estamos celebrando, hoy, seis de diciembre?
Sinceramente no lo sé. ¿Celebramos el que los vascos tengan un concierto por el que pagan menos que el resto de los ciudadanos de otras comunidades?
¿Quizás el que los catalanes puedan delinquir y venga el gobierno con sus perdones, y si hace falta con una amnistía que no está contemplada en la Constitución?
No creo que me levante esta mañana con ganas de celebrar nada. Mejor voy a ver lo que Gabriel ha preparado para comer en el bar de la plaza, tomarme unas cervezas y brindar porque algún otro seis de diciembre podamos gritar que tenemos una Constitución que nos hace iguales a todos los ciudadanos de este país.
Temo que me quedaré con las ganas.
