José María Martín se nos convirtió en palmera


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PASEO ABAJO/ Juan Torrijos

Las palmeras se doblan ante las embestidas del viento, a veces incluso llegan a caer sobre el asfalto de la calle, la acera, o el coche que aparcado no esperaba llegar a recibir su impacto, como ocurre en esta costa almeriense nuestra cuando el dios Eolo dice de azotar a esta monoteísta ciudad.

El juego de las palmeras y el viento se convierte en un espectáculo digno de admirar desde un lugar desde el que nos sintamos seguros y protegidos del viento y de la posible caída de la hermosa y enhiesta palmera. Se dobla sobre sí misma, pero aguanta el tipo, se inclina a derecha e izquierda siguiendo la música del viento, como si estuviera en la pista de una discoteca y bailando sola.

Desde hace unos meses el señor Martín, alto y fino como una palmera, lucha contra el fuerte viento que azota al Ave y a sus trabajos por esta provincia en la esquina del sureste español, que en cuestión de vientos, palmeras, retrasos y ninguneos tiene historias para narrar durante años.

Se levanta con fuerza el señor Martín, levanta sus brazos, y grita ante el viento que le azota la cara que el Ave llegará a la estación de la ciudad en el año dos mil veintiséis. Así lo recogen y lo aseguran los titulares de la prensa, los comprados y los otros. Pero si sigue usted leyendo lo manifestado por el señor gobernador, se dará cuenta de que don José María llega un momento en que se dobla, como alta palmera que es, ante las adversidades de unos vientos que en esta Almería nuestra cuando dicen de soplar, se convierte en la más hermosa orquesta de viento, a veces doliente, otras terrible, pocas veces amable y amorosa a que nos tienen acostumbrados los sonidos de la misma.

Los avatares que nos traen nuestros vientos hacen que la “palmera política” que se resguarda en la calle Arapiles se doble, pero aguante. ¿Cuántas embestidas soportará? Esa es la pregunta a contestar. Reconoce Martín que hay incógnitas en los trabajos que pueden tumbar la palmera, que no las tiene todas consigo, que es sabedor de la fuerza de los vientos que soplan en esta tierra, pero que espera que ella, la palmera, se mantenga enhiesta y que los almerienses vean en ese dos mil veintiséis entrar en la estación almeriense ese nuevo caballo de hierro que es el Ave.

Que el dios Eolo le mantenga la palmera en pie es lo que deseamos desde aquí, pero que no se fie, Almería ha comprobado como el pasado domingo ese viento nuestro podía hasta con la Virgen del Mar, que tuvo que abandonar Torregarcía por culpa del soplo del dios que dobla palmeras, las derriba y hasta puede con las obras del Ave por esta provincia si se empeña.

Y a todo esto el compañero Manuel León nos cuenta las horas que va a tardar en el futuro ese mismo Ave en llevar a los almerienses a la capital del reino, casi tantas como las que nos cuesta llegar en coche. Creo que la gran palmera, querido señor Martín, se nos va a quedar en un simple y pequeño palmito. La ventaja del palmito es que no se dobla ante el viento, y eso lo debe dejar algo más tranquilo en su seguro refugio de la calle Arapiles.