¿Y si se demuestra que la licencia del Algarrobico era legal?


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PASEO ABAJO/ Juan Torrijos

El Tribunal Supremo acaba de dictar que hay que investigar la legalidad de la licencia dada en su día por el ayuntamiento de Carboneras a la construcción del dichoso hotel.

Juan, un vecino de Abla, contaba hace unos días los mensajes, casi a gritos, que en su día daba doña Fuensanta Coves, del famoso clan de Aguamarga, sobre el derribo del hotel. Han pasado años doña Fuensanta, y acabamos de conocer que el Supremo de este país les ha dicho a los ecologistas que paren la “burra” un rato, que antes de derribar, hay que investigar. Lo mismo, idéntico, igualico que lo que ya dijo en su día el alto tribunal andaluz, que acaba de anunciar que el Algarrobico vuelve a su casilla de salida.

Ahora lo quieren llevar los chicos del barco al Constitucional. Más bien que esperen a que lo controle bien Pedro Sánchez, no se vayan a llevar otra sorpresa. Y van…

Los que mandaban aquellos años en Carboneras no eran tontos, les podemos acusar de otras cuestiones en su gestión y en la política llevada a cabo, así como de todas las que a ustedes se les puedan ocurrir, pero Cristóbal, por aquellos tiempos alcalde, de tonto, ni un pelo. La licencia estaba en forma a lo que el planeamiento decía en ese momento. Y por lo tanto era tan legal como el Castillo que nos saluda a la llegada al pueblo.

Otra cuestión fueron los cambios que unos acomplejados políticos hicieron sobre los terrenos donde se ubica, todavía, el esqueleto del más famoso hotel de la costa española tras las denuncias de algunos políticos. Hay quien asegura que fue una venganza de Cristina Narbona contra Cristóbal Fernández, pero que al final van a pagar los ciudadanos.

Los juristas sensatos, los que no ven tras el cristal tintado por los intereses de la política, ponen en tela de juicio aquellos cambios llevados a cabo cuando el hotel ya estaba construido.

Este empecinamiento de Cristina, Fuensanta y algunos miedosos políticos tanto del PSOE como del PP, se encastilla ante la justicia. Y tiene muy complicada salida. Estamos viendo últimamente de lo que son capaces algunos jueces en España, no todos, menos mal, y el Algarrobico puede tener un final de lo más incongruente para los bolsillos de unos ciudadanos que no tienen la culpa de que se haya construido el hotel.

Lo justo sería que los que cometieron el error, bien por dar una licencia ilegal, bien por elaborar unos cambios en contra de algo que ya estaba construido, pagaran los platos rotos del desaguisado. Quiero decir que sea de sus bolsillos, de su pecunio personal y particular, de sus rentas y de sus haciendas de donde salga el dinero a pagar en su día por la historia del hotel.

No sé lo que piensan ustedes, pero por mi parte desearía que fueran doña Cristina, doña Fuensanta, don Cristóbal y demás responsables políticos los que paguen en su día, y de sus cuentas particulares, el error cometido con el Algarrobico. Si metieron la patita, que paguen por ello. Es lo menos que se le puede exigir a estos personajes metidos a políticos.

Anda el personal cansado de que tengan que ser nuestros bolsillos los que paguen los errores de tantos inútiles cómo hemos tenido y tenemos metidos en los gobiernos de las administraciones.

De las últimas declaraciones de Ramón, “el azul”, sobre esta cuestión, otro día.