Pepe Griñán a las puertas de la prisión


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PASEO ABAJO/ Juan Torrijos

La imagen de la puerta de la cárcel, llena de amigos y militantes socialistas, acompañando aquel momento histórico para ellos, no se olvidará en los domicilios de Pepe Barrionuevo y Rafael Vera. Es cierto que fueron muchos los que estuvieron en aquel momento a su lado, pero la puerta de la trena se cerró tras ellos dos, sólo tras ellos dos, y el olvido de aquellos que eran sus compañeros de años les fue rodeando mientras cruzaban los corredores del centro camino de una celda.

Siempre me he preguntado lo que debía sentir en aquellos instantes una mujer de nombre Esperanza. ¿Qué debía pensar y sentir Esperanza, la esposa del almeriense Pepe Barrionuevo? No es fácil entender que alguien entre en prisión por seguir unas órdenes, por hacer lo que le dice el jefe, y no lo haga ese jefe que se las ordenaba en aquel momento a su marido. Aquella mujer debía pensar que el mundo se le venía encima y que su esposo, Pepe, solo era una víctima más de unos tiempos políticos que se vivían en la España de entonces y de una responsabilidad que alguien en aquellos momentos no quiso asumir.

Han pasado los años y otra mujer se debe estar preguntando lo mismo.

Hay diferencias entre los casos. Estoy de acuerdo, pero tienen algunas cosas en común. No creo que sea solo Griñán el que deba entrar en prisión, si es que al final ingresa, algunos todavía dudamos de que lo haga.

El Partido Socialista no se puede permitir otra fotografía como la de Barrionuevo y Vera, esta vez con Pepe Griñán, entrando en prisión. Claro que estamos hablando del Psoe del Pedro Sánchez, y a este Psoe y a este personaje que lo dirige, no parece que le importe demasiado el que Griñán cruce las puertas de la trena, y menos una foto en la que dudo que él esté llegado ese momento.

Si ello ocurriera, si tuviera que traspasar la reja, insisto que me cuesta creer que el actual gobierno de España lo permita, a Griñán lo volverán a acompañar como hicieron con Barrionuevo entre vítores y alharacas amigos y compañeros de partido, algunos de los que estén aplaudiendo y abrazándolo en esa despedida deberían traspasar con él las puertas del penal, pero la justicia los ha librado de tal percance, y como ocurrió hace años con nuestro paisano Barrionuevo, se cerrarán las puertas tras él y se quedará ante la soledad de unos altos muros. Un día, dos; una semana, dos; un mes, dos meses…

Es en ese momento, es en ese segundo en el que se oye cómo se cierra la puerta de la libertad cuando se siente la soledad. Es en ese segundo cuando esa mujer nota en el alma la frialdad que deja en la familia la soledad.

Pasados los años nos llegaron rumores sobre los sentimientos de la esposa de Pepe Barrionuevo, Esperanza. Me cuentan los que la conocían que le brillaban los ojos cuando recordaba aquellos días (ante un hombre, su marido, que entonces guardaba silencio), que la sonrisa desaparecía de su cara y que se le agolpaban algunos nombres en la garganta pugnando por salir. Aquel brillo, el destello que lanzaban sus ojos contenían toda la rabia ante lo que le había ocurrido a su marido por cumplir las órdenes de un jefe, que al final no supo o no quiso aceptar su responsabilidad.

Se entendía el dolor de Esperanza en aquellos días, se comprende el que pueda sentir en estos días de fiestas familiares la esposa de Griñán.