“Es suicida renunciar a la existencia de España como nación”

Discípulo de Gustavo Bueno, una visión “rigurosa” y “razonada” de la Historia conduce a Iván Vélez a combatir la Leyenda Negra


Iván Vélez. Foto: Cristina Casanova.

ALMERÍA HOY / 07·12·2022

El ijnvestigador entiende que detrás del cuestionamiento de los hechos más potentes de nuestro pasado se “oculta” el deseo de acabar con la nación española. En sus libros reivindica figuras como la de Hernán Cortés, don Pelayo o el Cid, como en ‘Reconquista’, la última obra que ha publicado y presentado recientemente en Almería.

- En su currículo, usted tiene a gala considerarse discípulo de Gustavo Bueno, tal vez el último filósofo español capaz de formular una estructura teórica para comprender la vida.
- Más que una teoría, Gustavo Bueno construyó todo un sistema, es decir, un mapamundi para conocer la realidad en que vivimos y poder navegar por todas las disciplinas, como la Economía o la Historia.
- Continuando con su faceta de investigador, observo que ha escrito sobre la Leyenda Negra y personajes como Cortés y el Cid, pero también sobre canciones de Enrique Bunbury y discursos de Carmen Calvo.
- Sí he tocado todos esos temas y lo último que he publicado ha sido ‘´Reconquista’. Lo de Bunbury y Carmen Calvo fueron dos artículos que recopilé, junto a otros, en un libro titulado ‘Nuevas mentiras’. No creo necesario pedir perdón por nuestra Historia, como el músico en su canción ‘Hijo de Hernán Cortés’, ni rebajar el mérito español en la primera circunnavegación del planeta defendiendo la condición de portugués de Magallanes, como hizo la exvicepresidenta.
- ¿Tan mal lo hizo España para tener que excusarse 500 años después?
- En absoluto. El problema es que algunos se empeñan en mantener una visión maniquea de la Historia en blanco y negro. Sin embargo, cuando acudimos a las fuentes primarias descubrimos una inmensa variedad de tonos. Es cierto que de todo el oro que venía de América, el 20% era para el rey, el llamado quinto real. Pero ocurría exactamente lo mismo en el resto de países y, por otra parte, ¿nos hemos parado a pensar en el porcentaje que se reserva hoy el Gobierno de todo nuestro esfuerzo? En cuanto a las acusaciones de genocidio, sin restar ni un ápice a la depredación ejercida, sobre todo inicialmente, en los territorios de ultramar, basta con mirar las caras de los ciudadanos de Hispanoamérica para corroborar que el mundo indígena ha pervivido. Es cierto que existió una vertiente egoísta en la colonización, como en toda conducta humana, no obstante, yo prefiero ahondar en la otra cara de la Historia frente al amplio espectro de divulgadores de la Leyenda Negra. Los hombres somos capaces de las mayores grandezas y las más horrendas miserias al mismo tiempo. En la guerra de Ucrania podemos contemplar todos los días gestas heroicas y actos extremadamente vergonzosos. Construir una Historia de buenos y malos resulta demasiado infantil. Un cuento.
- Hablando de cuentos, no deja de serlo el de Rómulo y Remo amamantados por una loba como fundadores de Roma, y los romanos tan contentos.
- Es un buen ejemplo. Toda sociedad tiene orígenes míticos. Incluso las más recientes. Recordemos el caso del Che Guevara, un personaje revestido de un halo de misterio por sus seguidores. Es algo tan viejo como el mundo. Sin embargo, en España abunda un sentido autocrítico exacerbado. Aquí andamos flagelándonos todos los días y avergonzándonos de nuestro pasado de manera a todas luces injusta, como si nuestro país fuera un error histórico que hubiera que extirpar. Por otra parte, algunos pretenden reformular a nuestros héroes. Es el caso de don Pelayo. Hay quienes ven en él a un asturianista del siglo VIII, mientras otros le contemplan como el fundador de la España eterna. Es cierto que la batalla de Covadonga raya en la fábula. Para empezar, no había tantos miles de mahometanos como dicen las crónicas de Alfonso III, que elevan a 187.000 el contingente del ejército musulmán. No obstante, fue la gesta inicial de nuestro país tal y como hoy lo conocemos. La Arqueología añadirá los matices, pero considero suicida renunciar a la existencia de España como nación, que es lo que se pretende ocultar detrás de todos los cuestionamientos del mito de ese combate inicial que supuso el nacimiento de uno de los imperios más importantes de toda la Historia: el nuestro.
- Su última obra es ‘Reconquista’, ¿cómo surgió el interés por ese momento de nuestra Historia?
- En realidad fue un encargo de ‘La esfera de los libros’, la editorial que la ha publicado, pero tiene un sentido. Aunque existe cierta controversia acerca de si la batalla de Covadonga sucedió en 718 ó en 722, se acepta más esta última datación formulada originalmente por Sánchez Albornoz. Se trataba de sostener en el 1.300 aniversario que esa batalla fue el germen de una sociedad que alcanzó perfiles imperiales. No podemos saber si el motivo que movió a don Pelayo fue restaurar la monarquía goda o simplemente encabezar una revuelta contra una presión fiscal excesiva, pero, a partir de ese día, se fue reconstruyendo España como reino cristiano. Sé que el concepto ‘reconquista’ está muy cuestionado, mas eso fue lo que ocurrió. El resultado supuso la reinstauración de un régimen basado en la doctrina de la Iglesia frente a las leyes del Islam.
- Es lo que sostienen otros autores, como Isabel San Sebastián o Chany Pérez Henares.
- Porque no tiene sentido flagelarnos continuamente. En eso estoy de acuerdo con ambos. Reconozco que no les he leído. Ellos han optado por la novela histórica como medio de divulgación y están llevando a cabo una labor muy positiva. Sin embargo, yo prefiero el documento cronístico porque tiene tantos atributos fabulosos que no resulta preciso novelar el relato. Supera con creces cualquier intento de ficción que hagamos. En el mundo de la Historia están, por un lado, quienes la novelan, por otro, los investigadores y, en medio, los que escribimos ensayos aplicando una filosofía de la Historia. En esos tres ámbitos nos movemos todos los que reivindicamos la nación española de manera razonada.
- En España existe un gran movimiento de añoranza romántica por Al Ándalus frente a los cristianos que lo conquistaron. No voy a preguntarle con cuál se identifica usted. Lo ha dejado bastante claro en el trascurso de la conversación.
- Por supuesto que más con estos que con los musulmanes. Es evidente, a todas luces, que somos herederos directos de la España que surgió en la Baja Edad Media y no de la nación islámica. Ambas resultan incompatibles. Desde el Islam se nos tacha a los cristianos de politeístas trinitarios porque ellos ven tres dioses en el misterio de la Santísima Trinidad, donde nosotros entendemos tres personas distintas de un solo Dios. Del mismo modo que existe una leyenda negra sobre la España actual, hay otra leyenda rosa de Al Ándalus. Aquello no fue el paraíso que pintan los románticos. Estoy seguro de que los millones de esclavos no compartían esa idílica visión del Califato. Yo no me considero heredero del Cid, pero pertenezco más a su mundo, por mucho que me gusten los churros, los pestiños o el cuscús.
- Pero, volviendo a ‘Reconquista’, es lógico que se cuestione una batalla en que aparece, espada en ristre matando sarracenos, el apóstol Santiago, muerto casi siete siglos antes.
- Evidentemente, ni estuvo el apóstol ni hubo un caballo divino en la batalla, pero sí una vitamina extraordinaria, algo que sirvió para enardecer a quienes lucharon y consiguieron una épica victoria. Se omiten aspectos fundamentales, pero es preciso reconocer que figuras como la de Santiago o Bernardo del Carpio fueron de una eficacia extraordinaria en las batallas de Covadonga y Roncesvalles, hasta el punto de trascender en el tiempo. De hecho, en América también se invoca a Santiago, y Cervantes le otorgó en el Quijote el título de caballero andante de Dios. Hay varias formas de acercarse a personajes míticos de nuestra Historia, como el apóstol Santiago. La estrictamente documental, la fabulación o interpretar los hechos más allá de su mera exposición.
- Y, después de Covadonga, el gran momento de inflexión fue la batalla de Las Navas de Tolosa.
- Porque ocurrió en un momento crítico. Devolvió el golpe sufrido por Castilla en Alarcos.
- También sirvió para que se unieran todos los reyes cristianos.
- Ya trataban de trabarse y buscar alianzas entre sí por medio de matrimonios, pero la carga de los tres reyes en esa batalla produjo un efecto visual enorme, además de constituir un acto de relevancia extraordinaria. Otro hito importante fue la toma de Sevilla por Fernando III. Sin embargo, el caso de Las Navas cuenta en su favor con un relato excepcional.
- Tampoco faltaban héroes míticos en el otro lado, como Almanzor.
- Le llamaban el azote divino. Sus incursiones eran devastadoras. Sin embargo, al morir, su obra se vino abajo porque se había apoyado en mercenarios y sometido a su pueblo a una presión fiscal fortísima.
- En cualquier caso, nadie supo doblegar como él el ánimo de los cristianos.
- Eso sí. La imagen de los soldados cristianos atravesando la península, desde Santiago de Compostela hasta Córdoba, portando a hombros las campanas de la catedral y atravesando todos los pueblos tuvo que ser una imagen potentísima. Como el recorrido de Juana la Loca deambulando por España con su marido en el ataúd. Almanzor sabía dónde golpear y no dudaba en hacerlo, pero en la retaguardia ocurrían cosas que no controlaba y desembocaron en las taifas. Los cristianos supieron aprovechar la situación y fueron árbitros en las disputas entre los reyezuelos musulmanes. Nosotros tenemos al Cid. Me he tomado la molestia de investigar quiénes han escrito sobre su figura y he encontrado, para sorpresa de todos, que fue uno de los referentes de la Generación del 27, un grupo de poetas de izquierdas que reivindicó ‘El Cantar’.
- Pero ¿no fue un mercenario? Sabemos que puso su espada al servicio de reyes musulmanes.
- Hay que entender las cosas en su contexto. Cuando un soldado iba al destierro le era permitido enrolarse en el ejército de otro país. Como se diría ahora, podía buscarse la vida. Es importante no desdeñar la imagen del Cid. La que ofrece ‘El Cantar’ es capaz de cuajar en la imaginación de la sociedad.
- ¿Y Hernán Cortés? Muchos entienden que es un personaje a la altura de Vercingetorix para Francia, Julio César para Roma o Alejandro para Macedonia. - Para mí también. Todo imperio cuenta con una figura, un general que lideró su expansión y sobresale por encima del resto. Los que usted ha mencionado lo son, y Cortés está a su nivel. Fue el primer gran conquistador. Hay quien quiere restarle mérito porque colaboraron varias tribus en la lucha contra los aztecas, pero él fue el líder que supo sumar todas esas fuerzas. Nadie hace nada solo. También Aníbal o Julio César buscaron y encontraron aliados para ampliar su poder. Hernán Cortes ha sido una de las grandes figuras de la Historia, reconocido en todo el mundo, hasta ser víctima de la Leyenda Negra avivada en el siglo XIX.
- ¿Siente pasión por la figura de Cortés?
- Trato de ser riguroso.
- En cualquier caso, parece que en los últimos años se ha desplegado una reacción a la Leyenda Negra que cuenta cada vez con más seguidores.
- Es cierto que ha mejorado la situación. Pero la batalla contra la Leyenda Negra no se combate con otra de color rosa. Las instancias oficiales no hacen nada. Tampoco es necesario. Tal vez, cuando todo esté derruido, la sociedad vea a estas figuras de otra manera. Para medir la importancia de un personaje como Cortés basta constatar que parece estar todavía vivo, hasta el punto de que muchos presidentes de países americanos le culpan de todos los males que sufren sus naciones en la actualidad. Es ridículo. Algo parecido ocurre hoy en España. Ahora hay muchos antifranquistas nacidos 20 años después de la muerte del dictador. Lo mismo sucede con figuras más antiguas, como Cortés o Pizarro, que fallecieron hace medio milenio, sin embargo, aún permanecen, para bien o para mal, en el imaginario de muchísima gente. De todos modos, es primordial no perder nunca la perspectiva. Las personas y las sociedades evolucionan. No es lícito juzgar el pasado con las leyes del presente. Además, es muy discutible que los hechos que se atribuyen a personajes como el Cid o Hernán Cortés sucedieran exactamente como han trascendido. Ni en lo bueno ni en lo malo.