El apagón


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PASEO ABAJO/ Juan Torrijos

Hace un par de semanas, durante unos minutos, los hosteleros almerienses llevaron a cabo un apagón en señal de protesta por el abuso eléctrico que está sufriendo el sector. Ese mismo abuso que venimos sufriendo todos los españoles en nuestros hogares desde antes de que Putin invadiera Ucrania. Si no se lo creen, busquen la fecha en la que la luz comenzó su escalada en los recibos, y comprobaran que la bota rusa no había entrado todavía en el país vecino. Ante la protesta de los hosteleros, a los que apoyamos en su apagón, ¿qué podríamos, o tendríamos que hacer los ciudadanos?

¿Apagamos las luces? ¿Dejamos de pagar los recibos? ¿Ponemos una denuncia? Y ¿a quién lo ponemos la denuncia? ¿Quién tiene la culpa de la subida de la luz? Supongo que el gobierno de los ciudadanos no la tiene. Ellos están muy preocupados por lo que estamos sufriendo, por el calor que pasamos el verano pasado, por el frío que nos espera este invierno. Lloran por los rincones de Moncloa. Pobrecitos míos.

Dicen que el cambio climático calienta el planeta, a ver si es verdad y calienta nuestros hogares este invierno, porque los meses fríos se acercan y los sueldos de la mayoría de los españoles no da para tanto gasto eléctrico como nos amenazan los futuros recibos. Miedo le tenemos al recibo del mes de diciembre, al de enero y no les digo nada al de febrero. ¿Llegaremos a marzo vivos? Y no hablemos de esperanza, que es con ella con la que nos controlan las llamadas élites políticas. Creen que podemos tener esa esperanza de una vida mejor con los partidos que hoy están en la oposición. Se acuerdan de Rajoy, pues nos subió los impuestos y nos dejó con las mismas vergüenzas de Zapatero al aire.

Si los años que está cumpliendo pasan de los cincuenta, más vale que se vacune contra la gripe, que dicen que este invierno se puede llevar por delante a otro puñado de paisanos, y si encima usted no tiene para encender la estufa eléctrica, puede estar seguro de que mal invierno y buena gripe le está esperando a la vuelta de unos días. Y las de cascaras de almendras se han puesto por las nubes.

He preguntado a algunos amigos por los recibos que están llegando a sus hogares, no bajan de los trescientos, algunos han pasado a los cuatrocientos y los hay que los quinientos no se los ha quitado nadie durante el pasado verano. Septiembre y octubre no han sido tan negros ¡menos mal! pero tienen miedo ante los que puedan llegarles durante los frioleros meses que se avecinan.

Y vuelvo a reiterar, ante lo que está ocurriendo, con un gobierno que no encuentra una solución, ¿qué tendríamos que hacer los currantes, los que pagamos los recibos sin que el sueldo venga de la política? Algún canal en la red recomienda que nos pongamos todos los ciudadanos de acuerdo y que dejemos de pagar, el mes que se decida, el recibo de la luz.

Por mi parte no tengo inconveniente en llamar a María del Mar, mi gestora en Cajamar, y darle la orden para que ese mes le haga la peineta al recibo de la luz. ¿Se imaginan ustedes la que se organizaba en este país si millones de españoles decidiéramos ir a nuestros bancos y diéramos la orden de no pagar el recibo de la luz el mes que se decidiera?

Lo sé, son ilusiones de pueblos unidos, sueños delante de las teclas del ordenador, esperanzas de que algún día aprendamos. Pero me temo que eso no pasará nunca. Por no aprender no aprendemos ni a votar cada cuatro años.

Llámenme iluso. Pero si no lo fuera no podría ofrecerles a ustedes unas cuantas letras todos los días.