Los chumbos


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PASEO ABAJO/ Juan Torrijos

Nos dice adiós el mes de septiembre, con lo que se ha acabado el verano del año 22 y no me he comido ni un chumbo. Hablemos un poco de los chumbos, ese higo que te ofrecían en las puertas de los mercados, peladito y todo, lo dejabas enfriar en la nevera y disfrutabas de su sabor y de sus pepitas.

El municipio de Velefique ha sido uno de los pueblos donde se han comido los mejores chumbos de la provincia. Llegabas al pueblo y parecía que habías entrado en el reino de los chumbos y de las chumberas. Nunca había visto en mi vida tantas pencas, eran cientos, miles las que te ibas encontrando a derecha e izquierda de la carretera.

Tanta fue la curiosidad ante la sorpresa, que un amante de los fresquitos chumbos en verano, no tuvo más remedio que preguntar el motivo de que fuera el pueblo de los chumbos.

La explicación era muy sencilla, en este pueblo ha habido siempre muchas cabras, y los chumbos, baratos de criar, era un buen alimento para el ganado caprino. Y los pobres chumbos se fueron abriendo camino e invadiendo Velefique.

Otra de las cosas que me llamó la atención en aquel viaje a este hermoso pueblo, corría la década de los noventas (lo que ha llovido desde entonces) fue el turrón natural que ofrecían en una de las casas del pueblo. El barreño de cobre donde se movía el turrón lo sigo teniendo grabado en mis retinas.

¡Qué hermosura de barreño! ¡Qué brazos los de aquella mujer moviendo y removiendo lo que después sería el mejor turrón de Almería!

No sé, pasado tanto tiempo, si se sigue elaborando aquel increíble turrón, es posible que se haya perdido la buena costumbre, como otras han ido desapareciendo en los distintos pueblos de nuestra Almería, dicen que producto de la puñetera globalización.

Las chumberas tuvieron su gusano, (dicen las malas lenguas que provocado por alguna administración) como las palmeras tuvieron el suyo, y vimos cómo iban desapareciendo de nuestro paisaje. De tal manera lo hicieron que, en estos tristes días de guerra, a la que los gobiernos le echan la culpa de todos nuestros males y subidas de precio, un kilo de chumbos ha estado en torno a los cuatro euros cincuenta céntimos (4,50 E.). Casi al mismo precio que un kilo de tomate Raf. Y eso dependiendo del color y de la calidad del chumbo.

El chumbo blanco, me cuentan, es el más caro de mercado, casi no se encuentra en los puestos de frutas, por lo que este fruto no sale a la venta, y el precio no es fácil de conocer. Luego está en rojo y el naranja, que son los que consiguen el precio arriba mencionado.

El estupor te llega cuando te cuentan que se han producido robos de pencas en cortijos de nuestra provincia. Que hoy día las pencas están protegidas no solo por culpa de los jabalíes, que son unos grandes depredares de este higo, sino para esos ladrones de pencas que han proliferado en estas tierras.

¡Ladrones de pencas! Dios mío, hasta donde hemos llegado.

Me faltaba la última sorpresa sobre chumbos y chumberas, y me la dieron, vaya si me la dieron. Hay zonas donde los invernaderos están alternando el producto a sembrar y que se están convirtiendo en compañeros de los solitarios tomates de hace unos años en temporada de verano.

Me sigue costando que entre en mis entendederas, créanlo ustedes, el que las chumberas le estén quitando espacio a otros productos en Almería, pero ante la presencia del tomate de terceros países entrando con total libertad en Europa y contra los que no se puede competir por el precio de la mano de obra, el chumbo se está convirtiendo, gracias a esos cuatro euros cincuenta que se paga por un kilo, en una buen alternativa.

No me pregunten cuanto puede durar el negocio del chumbo. No tengo ni idea, pero algunas voces me dicen que por ahora los que han comenzado van muy bien, y esperan ir a mejor en un futuro.

Que Dios les eche una mano.

Y dale con Dios. No le pidan tonterías que Dios no es un mago, ya lo dijo el papa Francisco.

¡Los chumbos se crían en invernaderos! ¡No me lo puedo creer!

¡Y yo sin comerme un higo chumbo en todo el verano!