“Prefiero regalar los cabritillos antes que sacrificarlos”

Raquel García regenta junto a su marido una ganadería de 300 cabras en Vera. No cabras cualquiera, ella las considera sus “hijas”. Tan “de la familia”, que se niega a enviar a los chotillos al matadero



ALMERÍA HOY / 06·08·2022

- No es muy habitual que jóvenes como usted y su marido se dediquen a la ganadería, ¿cuándo aparece esta vocación?
- Yo amo a los animales, y especialmente a mis cabras. Son mis niñas. Miembros de la familia. Cada mañana, lo primero que hago es decirles ‘buenos días’. Y ellas me responden.
- Lo narra usted como un cuento.
- Sí. Creo que tiene algo de eso.
- ¿Tienen ustedes antecedentes familiares en la ganadería extensiva?
- Para nada. Yo soy de Cádiz y mi marido de Vera. Ni nuestros padres ni abuelos se dedicaron a este oficio. Poco después de casarnos, emigramos a Francia. Allí estuvimos cinco años. Lo pasamos muy mal. A los dos nos encantan los animales y hablamos sobre la posibilidad de regresar a España y montar nuestra propia ganadería, aunque no habíamos visto nunca una cabra de cerca. Iniciamos los trámites y ya llevamos tres años.
- ¿Cómo fue la experiencia en Francia?
- Si le digo que hacíamos planes para volver desde el momento en que llegamos, ya se puede imaginar. Tuvimos que pelear mucho, como siempre en la vida. Nos fuimos allí en 2012, con una mano adelante y otra atrás. Dormíamos en el coche hasta que, en dos semanas, encontramos trabajo. Transcurrió un mes hasta que pudimos llevar una vida digna y que los niños fueran al cole. Allí está todo mucho más reglamentado que aquí. Tengo 36 años, pero he pasado muchas experiencias difíciles desde que me casé con 18. Primero vivimos en Vera, después en Cádiz, Francia… hasta que volvimos de nuevo.
- ¿Cuántos hijos tienen?
- Tres. Dos niños y una niña.
- ¿Con tres basta?
- Me gustaría tener uno más. Pero, también tengo a mis ‘300 niñas’. Con ellas me doy por satisfecha.
- Usted es de Cádiz y su marido de Vera, ¿cómo se conocieron?
- Él estaba en Cádiz de vacaciones con su familia. Nos encontramos en la feria. Fue un flechazo. Un amor a primera vista. En cuanto lo vi me dije ‘éste es para mí’ y, un año después, me vine a Vera. Ya llevamos 18 juntos.
- ¿Cómo es su día a día? ¿pueden compatibilizar el cuidado de las cabras y las tareas familiares?
- No es fácil, pero hay que hacerlo sacando tiempo de donde se puede. Sobre todo, robando horas al sueño. Es verdad que mi marido disfruta menos de los niños. Él se dedica normalmente al pastoreo, menos cuando nos ofrecen la tala de bancales olivos y naranjos, que también es cosa suya. Entonces saco yo a las cabras, aunque, por lo general, estoy en el almacén y me ocupo de la casa y los hijos. Nos levantamos a las 5:30 y estoy ordeñando hasta las 7:00. Después arreglo a los niños, les pongo el desayuno…
- ¿Qué edad tienen?
- El mayor 14, el segundo 11 y la pequeña 7.
- ¿Ayudan en casa?
- Se cuidan entre ellos. Son muy responsables. No nos gusta que se involucren en nuestros problemas. No están en edad de eso. Procuramos que nuestros hijos vivan lo mejor posible. Supongo que como todo el mundo. Pero el mayor ve la situación y contribuye en lo que puede. Echa el pienso y nos ayuda con las cabras. Para todos nosotros la vida consiste en campo y animales.
- ¿Qué tal se vive con un rebaño de 300 cabras?
- Con la soga al cuello. Apenas sacamos para pagar los dos recibos de autónomos, la luz, el agua y el pienso. Al precio que se ha puesto todo, la cosa no da para más. Ni se nos pasa por la imaginación salir a tomar algo.
- ¿Y ahorrar?
- No podemos ahorrar ni gastar fuera de lo estrictamente necesario. En realidad, con lo que ingresamos no llegamos ni a mitad de mes. Nosotros vendemos la leche a una cooperativa que pasa a recogerla cada dos días. Nos pagan el 20 de cada mes. Llegan los recibos y el día 5 estamos a cero.
- Pero habrán amortizado parte de la deuda que requirió comenzar el negocio.
- Hoy estamos igual de endeudados que cuando empezamos. Tal vez más, por el incremento de los precios. Todo ha subido mucho, pero no la leche. A nosotros nos la siguen pagando a 0,50 euros el litro. El kilo de pienso se ha disparado hasta los 0,60 euros/kilo. Nuestras cabras necesitan 8.000 kilos al mes, que significa 4.000 euros sólo en pienso. Facturamos 6.000 euros al mes por la leche y tenemos que pagar 500 por ser autónomos, entre 200 y 300 de luz, otra cantidad muy gorda de agua… Las cuentas no salen de ninguna manera. Me encanta esta profesión, pero no sé el tiempo que podremos aguantar.
- ¿No tienen ingresos complementarios por la venta de la carne?
- ¡Oh no!, No vendemos los chotillos para carne. Mi marido es más realista y me quiere hacer entender que es preciso vender las cabras al matadero, pero yo me niego a hacerlo. Soy incapaz.
- Entonces, ¿qué hacen con los chotillos?
- Los regalamos. Igual se los llevan para engordarlos y matarlos, pero me gusta pensar que los mantienen vivos. Las hembras las conservamos siempre para reposición.
- ¿Y por qué no se quedan los machos?
- Porque se llenaría el corral. En cualquier caso, no crea que criarlos para venderlos al matadero es buen negocio. Un cabrito se come 120 euros en pienso y no se paga por él más de 35 ó 40. A menudo entre 15 y 20. Sale más a cuenta regalarlos antes de que generen un mayor gasto. Además, no quiero participar de la muerte de ningún animal.
- Por los días festivos y vacaciones ni le pregunto.
- Claro. No nos lo podemos permitir. Las cabras tienen que comer y hay que ordeñarlas todos los días. Empezamos de lunes a lunes a las 5:30 y hay veces, como la temporada de la paridera, que no terminamos antes de las doce de la noche o la una de la madrugada. Son animales, pero forman parte de nuestra familia. Necesitan muchas atenciones.
- ¿Les pone nombre?
- A la mayoría sí. Negra, Víbora…
- ¡Víbora!
- No se lo hemos puesto nosotros. Ya venía con él. No sé por qué le pusieron un nombre tan feo con lo cariñosa que es.
- Hábleme un poco más sobre su relación con los animales.
- Yo les hablo. También las acaricio. Las cabras me entienden. Si digo ‘¡ven, Negra!’, la Negra viene, y no otra cualquiera. No obedecen a nadie más, pero a nosotros sí.
- ¿Conoce los nombres de las 300?
- Ahora no todas tienen nombre. Cuando empezamos, con 99, sí. Suelen ser los niños quienes las bautizan. Pero todas nos obedecen a la primera.
- Permítame curiosear un poco más. ¿Cómo vive los partos, la enfermedad o cualquier otra situación diaria?
- La verdad que con mucha intensidad. Todo lo sufro mucho. Cada vez que un animal se pone malo, acabo llorando. Es cierto que forman parte de un negocio que nos permite vivir, sin embargo, son animales, seres vivos a los que debemos proteger. Son una parte importante de nuestra familia y los amamos.
- ¿Siente predilección por alguno? - Por muchas, pero sobre todo por la Negra. Siempre está pegada a mí. Me considera su madre porque la crie yo a base de biberones. Tuve que hacerlo. A pesar de que nació en un buen parto, su madre la rechazó. Me tocó amamantarla cada tres horas. A las 3:00 de la madrugada, las 6:00, las 9:00… Así durante seis meses, hasta que empezó a comer pienso.
- ¿Abundan ejemplos como éste?
- Sí, se dan muchos casos de rechazo por parte de la madre, pero la mayoría de las chotillas son más listas y se buscan otra que acaba adoptándolas. Mis hijos también han criado cabras a base de biberones. Después esas cabras se vuelven locas con ellos.
- ¿Cómo expresa afecto una cabra?
- En cuanto me ve la Negra, se pone a berrear de alegría. Mueve la cola, salta, se frota contra mí…
- Pese a todos los problemas, dibuja usted una vida bastante plena, ¿contempla también así su futuro?
- ¡Qué va! Lo veo muy mal y muy negro. En vez de ayudarnos, las administraciones nos hunden. No nos escuchan. Yo no quiero que me den nada. Únicamente pido que hagan algo para controlar la escalada de precios. Tengo la impresión de que todo sube menos la leche de cabra.
- Tampoco están muy contentos otros gremios, como el de los agricultores, el del transporte...
- Los agricultores ya han salido varias veces a protestar. También los transportistas, que cuentan con todo mi apoyo. Madrugan mucho; pasan días y días sin ver a la familia y ni siquiera pueden mantener a los suyos por culpa del precio del gasoil y lo poco que les pagan por los portes.
- De entre todo lo que usted cuenta y piensa, ¿qué es lo que más le preocupa?
- El futuro de los míos. Me gustaría pagar estudios a mis hijos. Tener la seguridad de que puedan comer todos los días y estar tranquilos. Sin embargo, reconozco que he perdido toda la confianza. Cada vez estamos más asfixiados. El Gobierno nos está hundiendo. No está haciendo nada por resolver los problemas que nos acucian a las personas que nos levantamos a diario para buscarnos la vida.
- Sus hijos… ¿le piden cosas que usted no puede darles?
- No son de pedir. Al menos para ellos. Es verdad que llevan unos tres años diciendo que compremos un quad.
- ¿Un quad?
- Sí. Nosotros pastoreamos las cabras y, a veces, paren donde menos te lo esperas, muy lejos de todo. Eso significa que mi marido –siempre le toca a él- tiene que hacer un montón de kilómetros campo a través con seis o siete chotillos en brazos, porque el coche no llega a la mayoría de los sitios por los que llevamos a los animales. Por eso piden los críos un quad. Un quad para su padre. Les da pena ver a su papi llegar exhausto, bañado en sudor cargado de cabritillos.
- ¿Cuánto cuesta un quad?
- Para nosotros, mucho. Uno de segunda mano puede salir sobre los 1.500 euros más el seguro y demás papeleo.
- Sus hijos quieren un quad para el padre, pero, ¿no tienen ningún capricho?
- Más que un capricho, necesitan un [ordenador] portátil para estudiar. Pero no nos da con lo que ganamos. De momento no puede ser.
- Un portátil de segunda mano en buen estado no debe ser muy caro. - Es que siempre salta algún imprevisto. Hace unos meses se rompió la tele y tuvimos que comprar una. Nos la financiaron y la estamos pagando a plazos. Evitamos comentar delante de los críos que no nos podemos permitir un portátil, pero se dan cuenta. Son pequeños, no tontos.
- Su mayor tiene ya 14 años, le gustará salir con los amigos y tomarse un helado, un refresco o una hamburguesa.
- Le voy a decir algo. En ese aspecto de salir, yo soy muy seria. ¡Veo tan mal cómo está la vida con tanta droga y alcohol! Yo le he dicho que se junte con todos los muchachos de su edad, pero hasta cierto punto. No nos gustaría que fumara ni bebiera. Él prefiere quedarse en el campo antes que ir al pueblo. La vida da mucho miedo hoy.

*Esta entrevista fue realizada originalmente en RADIO ACTUALIDAD. Un conjunto de oyentes contribuyeron y el marido de Raquel tiene el quad que necesita y sus tres hijos comparten dos ordenadores portátiles.