Silencios en la universidad. (Argumento para una novela)


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PASEO ABAJO/ Juan Torrijos

Por un rato he abandonado a los gatos de mi señora (tres gatas han parido en estos días y la casa se ha llenado de hembras dando de mamar a un ejército de pequeños mamones), el canto de los pájaros mañaneros y el frescor de las parras cuando a partir de las doce del mediodía el lorenzo (no confundir con el que fuera alcalde de Serón y hoy en las lindezas sevillanas), dice que ha venido para dar por donde amargan los pepinos. Por cierto, los pepinos cada vez amargan menos, ya no parecen ni pepinos. Como las sandias. ¡Qué pena de sandias!

He bajado a la capital, que lío tienes Ramón con el tráfico, hijo mío. Estoy tomando café con un amigo en la terraza de La Habana. Viejas historias de esta Almería nuestra, y entre ellas surge una preocupación, no encuentro un buen argumento para la nueva novela que quiero empezar a escribir.

–Te puedo contar algo que lo mismo puede ser interesante de novelar, me dice mi caro amigo.

–Vamos a ella, le apremio con la esperanza puesta en la voz.

Durante unos minutos me mantengo atento a lo que mi compañero de café me está narrando. La idea me ha cautivado. Hay que desarrollarla, pero me parece que se le puede dar toda la fuerza narrativa que se quiera.

–Pero, le pregunto a mi colega de café (que por cierto se ha enfriado) ¿la historia es cierta?

–¿A ti te preocupa que sea verdad o mentira?

–Pues… no sé.

–Tú querías un argumento para una novela, ¿no? ahí lo tienes.

Me volví al cortijo al amparo de las hojas de parra y al arrullo de las gatas con sus mininos. Tenía que sentarme ante la pantalla dispuesto a ordenar la historia o la idea surgida al amparo del café mañanero en La Habana. Buscar los personajes, analizar sus pasos a dar en la novela y dramatizar sus vidas. Superados los primeros escollos, puedo adentrarme en la misma.

Les cuento.

La historia tiene su desarrollo en una pequeña ciudad del sur, podría ser perfectamente la nuestra.

La vida laboral de los principales personajes tiene su enclave en una universidad frente al mar Mediterráneo. La de Almería tiene esa ubicación en La Cañada, por lo que como fondo y escenario de la novela es perfecta.

Otros protagonistas están vinculados a la justicia, jueces, fiscales, abogados.

La historia comienza narrando la detención y posterior juicio contra un profesor de esa universidad por tráfico de drogas. En los pasillos se comentaba que también se habían producido relaciones sexuales a cambio de aprobados, notables y sobresalientes. Pero la justicia no entró en esta materia, por falta de pruebas.

Al profesor en cuestión la cae un condena de cinco años de cárcel. Pero se da la circunstancia, no se sabe por qué, el condenado no entra en prisión, y se queda dando clases en la universidad como si nada hubiera ocurrido. Los compañeros le hacen cierto boicot, la universidad le arrincona, pero tampoco hace nada para que deje de dar clases y cumpla la sentencia.

El argumento me parece apasionante. No sé lo que pensaran ustedes.

¿Qué papel juega el juez en la historia?

¿Sabe su señoría que no se está cumpliendo la sentencia dictada en su día?

¿Cuál es el de la fiscalía?

¿Qué hace el rector de esa universidad permitiendo que el profesor siga dando clases?

¿Qué piensan los compañeros del condenado al ver que sigue dando su materia a los jóvenes?

Y los padres de los alumnos ¿no tienen nada qué decir en la historia?

¿Les preocupa a las autoridades políticas de la ciudad lo que viene sucediendo en la universidad?

¿Existen sindicatos y partidos que velen dentro de las aulas por la justicia?

¿Saben lo que viene ocurriendo, o no se quieren enterar?

Y a todo esto. ¿Por qué el silencio? ¿A quién beneficia? ¿Qué intereses se pueden esconder tras la permisividad demostrada por el claustro?

La historia me tiene enganchado. Tiene más morbo del que se pueda pensar, se permite añadir todo el picante necesario para que el lector se quede clavado entre las páginas. Me tengo que poner el mono y manos a la obra. Les iré contando más detalles sobre la nueva novela en próximos artículos. ¡Joder, es bueno el argumento!

Por cierto, aún no le he encontrado nombre. Una ayudita, porfa.