Las lágrimas negras de Juan Marín


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PASEO ABAJO / Juan Torrijos

Cuentan los crónicas que nos llegaban desde la sevillana Torre del Oro que las lágrimas negras de Juan Marín caían sobre el Guadalquivir hasta hacerlo desbordar. Debió escuchar el hombre a aquella madre que, desde la hermosa y lejana Granada, aun nevadas sus cumbres, decía: “llora como una mujer lo que no has sabido defender como un hombre”. Como toda leyenda que se precie, las comparaciones son odiosas, pero si no era esa voz, lo mismo era otra que le venía a decir que, durante estos años ¿qué has hecho en Ciudadanos para tanto dolor?

Has hecho lo que te ha dado la gana, has pisoteado amistades, compañeros, has encumbrado a quien has querido sin pensar en los demás. Al final los de tu entorno te han dejado solo, tú contra el mundo, y el mundo te ha hecho derramar las lágrimas negras que llegaban a raudales al padre Betis en la noche del domingo, 19 de junio.

En política, lo hemos visto en infinidad de ocasiones el pez grande se come al chico. Una vez más el adagio se ha convertido en realidad. El triunfo de Juanma ha tenido una baza importante en el equipo de Ciudadanos, eso no tiene duda para nadie, pero eso no lo ha percibido así el ciudadano de la calle. Si alguien se tenía que llevar el piropo era Juanma, la cabeza visible y pensante del gobierno, nunca Juan Marín.

Ciudadanos se convertía en un convidado de piedra en el ágape andaluz. Era el segundo de la lista, y el trofeo era para el primero. Le ocurrió algo parecido a Iu cuando sostuvo el gobierno de Susana Diaz ante el triunfo de Arenas con cincuenta escaños, que al final se aprovecharon los cuatro de Iu que estuvieron en el plato y en las tajadas, pero perdió el partido cuando fue convocado de nuevo a las elecciones.

Ciudadanos no iba a ser una excepción, y no lo ha sido. El garañón se los ha merendado sin contemplación alguna, dejándolo sin un solo escaño, sin un solo asiento, sin un solo sueldo al que agarrarse, a la espera de que le llegue alguna migaja en forma de un carguillo dado con cariño por parte de Juanma, el hombre al que Marín ha defendido, y muy bien dicen los que han estado cerca a lo largo de estos casi cuatro años. Eran lógicas esas lágrimas negras derramadas sobre las aguas del gran río de Sevilla. Veintiuno, cuenta la leyenda que fueron tantos como esos los asientos perdido en el convento sevillano. Normal que llorara el hombre que no ha sabido defenderlos.

Entre las coñas que corren en la red, ya se habla de que Juanma lo van a hacer “jefe y catador oficial de un nuevo chiringuito dedicado a promoción de los langostinos de Sanlúcar”. Claro que para eso tendrá que contar Juanma con el beneplácito de los sindicatos, que tienen el control de los langostinos que allí se pescan. Al final ha manifestado que no quiere nada, que deja la política. ¿Nos lo creemos? Al tiempo.

En serio, no podemos echar toda la culpa del desastre que han sido las elecciones para Ciudadanos en Andalucía solo a Juan Marín. Él, Juan Marín, solo ha sido el “enterraor” por estas tierras de un partido que quiso y que al final pudo. La marca política nacida a las orillas del Llobregat venía siendo un entierro de tercera desde las pasadas generales, con plañideras que iban cantando sus repetidas desgracias electorales.

¡Ay, Rivera, Rivera!

Levantar ese cadáver no era tarea fácil. Las encuestas lo venían pregonando desde entonces, era el canto anunciado de unas derrotas que se fraguabas sin paliativos, Madrid, Castilla León, Andalucía…y las próximas que irán cayendo en el casillero de Inés del alma mía.

Adiós, Juan Marín. En algún momento todos pensamos que Ciudadanos venía a regenerar la vida política de España, y hubo gente que se lo creyó, no creas. Ahora vemos que los únicos que no se lo habían creído habíais sido vosotros. ¡Qué faena, tío!