Suicidio: La pandemia oculta

En 2020 se quitaron la vida 314 menores de 30 años mientras que por covid sólo murieron 77



ALMERÍA HOY / 05·03·2022

Las estadísticas reflejan 3.941 suicidios en España en 2020 –casi cuatro veces más que las muertes provocadas por los accidentes de tráfico-. En España se produce un suicidio cada dos horas y cuarto. El primer año del covid aumentó un 7,4% este tipo de fallecimientos respecto a los 3.671 registrados apenas un año antes. El problema reviste una especial gravedad entre los más jóvenes. En el segmento de población de menores de 30 años supone la tercera causa de defunción después del cáncer y las enfermedades respiratorias. En ese grupo de edad, en 2020 se produjeron en nuestro país 77 muertes por coronavirus y cuatro veces más suicidios: 314.

No obstante, como señala el psicólogo Ignacio Martín Cuadrado, aún es un tema “tabú”. Se silencia y oculta. Tal vez porque conserva aún “connotaciones éticas y religiosas”. Sin embargo, “si no se habla de un problema, no se soluciona”. Por eso resulta importantísimo, sobre todo ahora, que estamos en un “momento muy delicado” dar luz a esa cuestión que “siempre ha existido”. Para empezar, el psicólogo establece diferencias entre el suicidio con resultado de muerte, la tentativa y los pensamientos suicidas, y engloba estas tres categorías en lo que denomina “conductas suicidas”.

Explica que un número altísimo de personas tiene pensamientos suicidas en algún momento porque se siente “desbordada” por un problema o incapaz de solucionar algún asunto. En esa tesitura, el individuo llega a decirse internamente, porque “por lo general no lo verbaliza”, que lo mismo era preferible no estar vivo para no seguir sufriendo ni hacer sufrir a los demás.

Ese pensamiento es bastante frecuente y “es bueno verbalizarlo para que no se vea como una tragedia y asegurar que la situación no llegue a más”. Más del 80% de la población lo ha pensado alguna vez, aunque sin llegar al siguiente paso.

En cuanto a la tentativa de suicidio, es más frecuente en mujeres que en hombres, porque los varones son más eficaces poniendo fin a su vida. De hecho, en 2020 se la quitaron 2.930 hombres por 1.011 mujeres. No obstante, el 80% de los intentos se producen entre la población femenina.

Revela el psicólogo que la mujer “comunica con mayor fluidez” sus problemas personales, mientras que el hombre “los calla” y, al final, decide poner fin a su vida “sin contar nada a nadie” y provocando, en muchos casos, la “sorpresa” a su entorno. Al compartir sus problemas, “la mujer se limita a llamar la atención mediante una tentativa. Por el contrario, el hombre no los verbaliza. Decide suicidarse y lo hace”.

LLAMADA DE ATENCIÓN

Porque la tentativa es, sobre todo, “una llamada de atención”. El 90% se arrepiente y pide socorro. Entre la gente joven abunda de manera preocupante. “Es un grito de que lo están pasando mal y necesitan ayuda. Ser protagonistas de su propia vida y también en las redes sociales”.

Martín Cuadrado revela encontrarse con “demasiada frecuencia” adolescentes que, “con tal de llamar la atención y tener muchos ‘me gusta’, son capaces de atentar contra su propia vida retransmitiendo ese atentado en las redes sociales”.

Advierte que “asusta mucho” asomarse a internet y contemplar la “exagerada” violencia de muchos de sus contenidos y comentarios. “Tan salvajes que pueden inducir a que una persona se plantee quitarse de en medio”.

De hecho, las estadísticas revelan que el 50% de los suicidios tienen que ver con la depresión, es decir, con el sufrimiento y el dolor derivado de una serie de circunstancias; el 35% está relacionado con neurosis obsesivas. Es el caso de personas que se obsesionan con la muerte y buscan en ella la salida a una situación. Sólo el 15% restante está causado por patologías como la esquizofrenia, en la que los enfermos creen escuchar voces que les ordenan quitarse la vida.

Es decir, el 85% de los casos son sufridos por personas sanas azotadas circunstancialmente por una depresión o una reacción ante un hecho que se repite en un tiempo determinado. Esto confirma, según el psicólogo, que el suicidio “no es una enfermedad, sino la respuesta a una serie de problemas que afligen a la persona”.

En esa serie pueden aparecer las contrariedades amorosas; económicas; legales; familiares; o académicas, una de las principales causas entre jóvenes y adolescentes. También el acoso, más conocido ahora con el anglicismo de bullying. Especial influencia reviste el autoritarismo en la familia, porque “redunda en una baja autoestima”. Por otra parte, y relacionado con las redes sociales, el afán de protagonismo, la insatisfacción y la falta de valores. “No encontrar una comunicación adecuada con las personas también acaban en el suicidio o, al menos, en tentativa”.

Los datos relacionados con la salud mental reflejan niveles de depresión y de sensación de soledad mucho más altos en los países más civilizados que en los en que abunda la pobreza, porque “la respuesta de estos es sobrevivir. Su lucha es por lo más básico. Aquí, al tenerlo todo, el umbral hacia la insatisfacción es mucho más bajo y se alcanza mucho antes”.

SOLEDAD El deseo de quitarse la vida, sostiene Martín Cuadrado, va unido a la “sensación de soledad”. Por eso destaca la “importancia de la comunicación y la convivencia”.

Ante una persona que lo está pasando mal porque “tiene problemas importantes, que cada vez se encierra más en sí misma o sufre una tristeza especial, deberíamos ofrecer apoyo verbal. Hablar es terapia. Es preciso sacar fuera este tipo de pensamientos. En el momento en que se plantea el problema, se resuelve en un 90% de los casos”.

El psicólogo descarta el presunto carácter hereditario de la conducta suicida. “No existe ningún gen del suicidio, aunque sí un modelo aprendido en una familia en la que se observa esa salida ante cierto tipo de situaciones”.

Otra cuestión es el “chantaje emocional” que producen los jóvenes. Las familias se sienten “muy culpables” ante un episodio de este tipo, y no digamos cuando el resultado es la muerte. Entonces comienzan los reproches hacia uno mismo y las preguntas del tipo ‘¿qué he hecho mal?’.

Por lo general, la familia no es culpable. Sin embargo, es preciso destacar que, a veces, el adolescente o adulto que ejecuta un intento de suicidio, después lo utiliza como coacción. Si lo ha intentado una vez, puede volver a hacerlo. De esa manera, se instala un “miedo muy negativo” para la convivencia familiar, porque se empieza a ser “demasiado permisivo con el hijo. La disciplina se relaja y se evita dejarlo solo. La respuesta familiar tras una tentativa suicida es muy delicada. Un asunto muy complicado”.

"SIEMPRE EXISTE UNA SOLUCIÓN DISTINTA A LA MUERTE"

Ignacio Martín Cuadrado destaca la importancia de la comunicación. “Hablar y estar alerta ante las personas en las que apreciamos ciertas debilidades, tristeza y tendencia a la depresión. Y, a quien se haya planteado el suicidio, le diría que no se asuste, porque son pensamientos frecuentes, pero que lo comunique a algún allegado, a alguna persona de confianza. O que acuda a pedir ayuda profesional. Que comparta su impotencia ante los problemas que le acucian, porque siempre existe una solución distinta a la muerte. El suicidio sólo es una huida del dolor y de los problemas que hay que resolver para no llegar a esa determinación tan dramática”.