Mujeres e infancias en las sociedades argáricas

¿Cuál fue el papel de las mujeres en las sociedades del pasado? ¿Qué importancia tuvieron niños y niñas en sus comunidades? Son algunas preguntas necesarias para encontrar respuestas sobre el pasado de la mitad de la población



MARGARITA SÁNCHEZ ROMERO* / ALMERÍA HOY / 12·03·2022

En ocasiones, para hablar de mujeres y criaturas en las sociedades del pasado, puede parecer que necesitamos hacer un esfuerzo suplementario o que precisamos hacer cosas distintas a las que hacemos en la práctica arqueológica cotidiana. En realidad esto no es así, no necesitamos hacer nada diferente, bueno sí, una cosa, necesitamos hacer preguntas diferentes. Necesitamos preguntarnos ¿Cuál fue el papel de las mujeres en las sociedades del pasado? ¿Qué importancia tuvieron niños y niñas en sus comunidades? ¿Qué aportan las mujeres y las actividades que realizaron en términos sociales, tecnológicos o de conocimiento a esas poblaciones? ¿De verdad podemos seguir pensando que es posible contar la historia de quienes fuimos (y de quienes somos) sin contar la historia de la mitad de la población?

De un tiempo a esta parte procuramos contestar a estas preguntas. Por un lado, empezamos a ver cómo determinadas afirmaciones que se han mantenido a lo largo del tiempo del tipo “las mujeres no cazan” o “las mujeres no crean arte rupestre” están siendo desmentidas por la propia investigación arqueológica. Las mujeres están presentes en todos los ámbitos de la existencia humana. Pero además, ahora reflexionamos sobre si las actividades domésticas, que hemos vinculado históricamente a las mujeres y que tan poco hemos valorado a lo largo de la historia, no merecerían ocupar un lugar más relevante en nuestro relato del pasado.

Durante muchos meses del 2020 (debido al confinamiento obligado por la pandemia) dedicamos buena parte de nuestro tiempo a las tareas que son esenciales: alimentarnos, curar, procurar la higiene, educar a niños y niñas, atender a personas de avanzada edad o con alguna necesidad especial... Es decir, paramos el mundo para cuidarnos, pero al cuidado le hemos dado muy poca importancia histórica. Para remediar esta situación, desde la arqueología de género hace unas décadas se enunció el concepto de actividades de mantenimiento; unas actividades que son imprescindibles para las sociedades, que facilitan su supervivencia, que procuran el bienestar y que, además, requieren una serie de habilidades técnicas y conocimientos complejos.

Las sociedades argáricas han supuesto un ámbito de investigación muy relevante para el conocimiento de estas actividades. Su estudio nos ha proporcionado, por ejemplo, una valiosa información sobre los procesos de preparación y el consumo de alimentos; o sobre actividades como la molienda, un trabajo muy exigente que tiene una enorme presencia en los yacimientos argáricos. Una actividad que nos proporciona uno de los pocos casos en los que podemos acercarnos al sexo de quienes la realizaron. El estudio de algunas necrópolis argáricas granadinas muestra que las mujeres presentan una mayor intensidad y concentración de patologías degenerativas como la artrosis en la columna vertebral, manos, caderas, rodillas y pies (tobillo y dedos) relacionada directamente con esta actividad. En algunos de estos yacimientos también se han podido estudiar procesos de preparación de alimentos que implican saber, por ejemplo, cuáles son las materias primas más aptas, conocer las diferentes técnicas de cocinado: hervido, asado, guisado e innovar en el utillaje necesario para su preparación: vasijas, hornos, hogares, parrillas, etc.

Dentro de las actividades de mantenimiento documentadas en las sociedades argáricas, encontramos las prácticas maternales. Cada vez es más numerosa la aparición de partos fallidos, como el encontrado en el yacimiento del Cerro de las Viñas; mujeres fallecidas durante la gestación, como los casos de La Almoloya y La Bastida de Totana; o criaturas prematuras enterradas solas o junto a sus madres, como ocurre también en La Almoloya. Una vez superado ese momento, en el registro arqueológico encontramos rastros de los procesos de aprendizaje y de socialización de niños y niñas. Así, en el Cerro de la Encina aparecen vasos cerámicos de pequeñas dimensiones que imitan diferentes tipos, pero realizados con poca habilidad, formas asimétricas, paredes poco uniformes y que probablemente fueron realizadas entre el aprendizaje y el juego. Igualmente, en las necrópolis argáricas podemos documentar cómo se incorpora a las criaturas en la organización social de estas comunidades. Algunas aparecen en sepulturas sin ofrendas, otras en tumbas que contienen objetos metálicos, recipientes cerámicos o útiles y ornamentos realizados en piedra, hueso o distintos metales que demuestran claras diferencias sociales.

Unas diferencias sociales que también encontramos en las sepulturas femeninas en las que, junto a mujeres con ajuares relacionados con determinadas producciones cotidianas como el textil, aparecen otras enterradas con ajuares funerarios compuestos por elementos de enorme prestigio, como las diademas, documentadas en yacimientos como El Argar –cinco ejemplares- o la Almoloya –uno-, lo que es buena muestra de su relevancia social y política.

Hablar de mujeres y criaturas en las sociedades argáricas es hablar de aspectos poco tratados, como la alimentación, los cuidados, el aprendizaje, la maternidad, la socialización, pero también es hablar de poder, estatus social, producción o ritual, ámbitos en los que han sido escasamente visibilizadas. Hablar de mujeres y criaturas es, en definitiva, dotarnos de una información crucial para entender a esas comunidades tan relevantes de nuestro pasado.

*Margarita Sánchez Romero es catedrática de Prehistoria en la Universidad de Granada.