Hablemos de los viejos y de los bancos


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PASEO ABAJO/ Juan Torrijos

Andan corriendo por mi cuerpo las tres dosis de la vacuna del Covid. Si a ellas unimos la de la gripe normal y la de neumococos, cinco-vacunas-cinco, juegan en mi interior con mi salud. Y en el celular, como dice mi amiga Irma, cubana ella y feliz de estar viviendo entre nosotros, guardo como oro en paño el pasaporte que me bajó mi yerno David.

Algunos hemos llegado algo tarde a las nuevas tecnologías que ahora nos quieren imponer. Por cierto, ya que hablamos de ellas, soy cliente de Cajamar desde hace años, muchos, y llevan unos meses empeñados en que me tengo que hacer un técnico en redes para poder hacer mis gestiones bancarias por internet. Quieren encima que pague con bizum, en vez de con euros, y no tengo ni idea de lo que se trata. Y no quiero saberlo, ¡qué coño! Menos mal que María del Mar es mi ángel en Alhama y me soluciona cualquier problema que se me presenta.

Me tienen entre políticos y banqueros hasta la mascarilla. Durante la partida de tute, mi compañero Domingo me explica que los políticos habían sacado otra moneda, ¿otra? la bizum, y quieren que paguemos con ella. Por mí, que los de Cajamar y los políticos se chupen el dedo gordo, que aseguran tiene más sabor. Nos quieren controlar hasta la calderilla que llevamos los viejos en nuestros bolsillos para el café durante el rato de juego.

Nos quitaron el cigarrillo en el interior del bar, ahora nos lo quieren arrebatar cuando nos sentamos en el banco de la plaza. No tienen compasión con los que llevamos todos los años cumplidos y la tapa de la caja cada vez más cerca. Los gobiernos se cansan de pagarnos la jubilación, hay políticos que nos quieren quitar el voto, otros dicen que vivimos demasiado y que no servimos para nada. Menudo plan tenemos por delante.

Tengo la impresión de que el Covid le ha venido bien a alguien. Dicen las estadísticas, don Alfredo Martínez Almécija (si le dejan los nietos, los tiene que llevar y traer al colegio, para lo que hemos quedado, querido amigo) nos podría dar más datos, le preguntaré un día de estos, y es que han sido más de cinco, casi seis millones de viejos los que la han “diñao” durante la pandemia en todo el mundo. ¿Cuánto dinero se han ahorrado los gobiernos con estas muertes? ¿Dónde lo han metido? ¿En qué se lo han gastado?

Los políticos nos llevan a los viejos con el miedo pegado al culo, una mascarilla que nos dificulta el respirar, y por si faltara algo ahora nos exigen un pasaporte para ir al club o al bar a jugar al dominó o echar una partida de tute. ¿Es vida esto? ¿Alguien más se quiere meter con nosotros?

¡Qué les den!

Como siga con tantas pamplinas el “mollete” malagueño que nos manda desde La Junta de Sevilla nos vemos los viejos emigrando de nuevo a Cataluña, que allí nos dice Agustín, otro colega de mesa, que ya no piden el pasaporte para entrar en el bar, según le ha comentado su hijo, que anda viviendo por Santa Coloma. Y cree, de eso no estaba seguro, que si hablas en catalán durante la partida hasta te dejan fumar mientras envites.